Según se cuenta, a
los directivos de la Fundación El Libro
les horrorizó ver, a último momento y a pocas horas de su exhibición, el “tráiler” del documental ¡Será
Venganza! Según estas “vestales”
de la cultura, recién se avivaron cuando un grupo de lameculos puso el grito en
el cielo porque en el “impoluto”
ambiente de la feria del Libro se pasaría un documental procesista.
En realidad, lo que
les horrorizó fue lo absolutamente documentadas que estaban las denuncias que
en el documental se hacían. Mentira es que fuera un panfleto procesista, o una
apología -como dijo un exagerado- del delito. Simplemente se mostraba de qué manera
jueces prevaricadores, fiscales patoteros y testigos falsos -sea por ideología,
interés personal o por miedo- accedían a cometer aberraciones jurídicas en
juicios armados.
Si los personeros de
la fundación ni siquiera se tomaron el trabajo de chequear el contenido del “tráiler” del documental solo significa
que hicieron gala de una irresponsabilidad manifiesta, si dicen que no habían
tenido la posibilidad de verlo porque no se lo dieron, mienten descaradamente,
ya que hace no menos de un mes que el “tráiler”
del documental en cuestión recorre las redes sociales. Pero esto solo tiene
como objetivo otra cosa que va más allá de prohibir un documental que se
enfrenta al pensamiento único imperante en Argentina, el designio real era
mostrar que en el país las S.R.L. de derechos humanos siguen teniendo el poder
de permitir quien puede o no expresarse en cualquier ámbito de la República. Lo
que pareció un desprolijo ajuste de programación no era otra cosa que refrendar
esta acción.
ministro de justicia y derechos humanos de la Nación, Germán Garavano |
De alguna manera, y
esto fue referido por uno de los integrantes de la fundación, la prohibición de
la exhibición -que se venía pensando desde el mismo momento en que se pagó el
alquiler de la sala a utilizar- contó con el visto bueno del ministro Garavano,
cosa que no es de extrañar pues pertenece al grupo selecto de aquellos a los
que los calzones se les ensucian si alguna vieja loca lo mira torvamente.
Finalmente, no se pudo exhibir ¡Será venganza!, y la soberbia zurdería
festejó el éxito de lo que lleva ínsito en su ADN: la censura.
Que la Feria del Libro haya cargado con el
descrédito de haberse erigido en censora de ideas no les importa ni a la
zurdería ni, creo que tampoco, a los empresarios que manejan la fundación que,
aunque presuman de “intelectuales”, al fin y al cabo la feria es un negocio y
los negocios se mueven por encima de los cánones morales e intelectuales.
Oche Califa, seudónimo de Ángel Jorge Califa |
Y es esto último la
verdad porque la Feria del Libro no
es una catedral intelectual dirigida a la difusión del libro como motor del
conocimiento, tanto intelectual como científico. La Fundación El Libro, que maneja la feria y a su director “Oche” Califa -escritor de cuentos para
niños- no es otra cosa que un rejunte de cámaras comerciales, entre las que
están, entre otros, la Federación
Argentina de Librerías, Papelerías
y Afines; la cámara Argentina de Publicaciones e inclusive un sector de Cámara Española de Comercio. Es cierto que incluyeron
a la S.A.D.E. (Sociedad Argentina de
Escritores) para recibir el lustre intelectual que una pandilla mercantil jamás
tendrá.
Martín Gremmelspacher |
Así, su presidente Martín Gremmelspacher, es
un editor de libros de fútbol, quien si es un intelectual de fuste es el
vicepresidente, Alejandro Vaccaro,
quizás el mejor biógrafo de Borges, que seguramente si se habrá horrorizado
pero no por el contenido del documental sino por la descarada censura exhibida.
Aurelio B. R. Narvaja |
Quien sí se habrá
alegrado con toda esta opereta es el secretario de la fundación: Aurelio B. R. Narvaja, de pasado Montonero y PRT y hoy dueño de la editorial Colihue, de la imprenta ABRN y de
las librerías Antígona que supo ser beneficiario
de millonarias compras de libros por parte del Estado kirchnerista a su
empresa. Los favores se pagan, y
así, hoy ocupa un puesto en la fundación, que le permite ser la mano de obra de
aquellos que deciden quien sí y quien no puede expresarse en la feria y por
ello arrogarse el papel de un Catón barriobajero y mistongo al que sus
cómplices de Carta Abierta le dieron
chapa de “intelectual”.
No busquemos ni ética
ni verdad en la censura efectuada contra ¡Será venganza!, porque es difícil
encontrar perlas en los albañales. La única verdad que hay en todo esto, en
impedir que se proyectara el documental es que podría abrir los ojos de muchos
sobre un relato maniqueo y mentiroso pero que ha sido un negocio desde su inicio que benefició a muchos y ha permitido a otros
hacer brillantes carreras en la medida que demuestren una docilidad total al
pensamiento único.
José
Luis Milia
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