Le ruego al lector su
empatía para escuchar, trascendiendo prejuicios. Y le pregunto: si hubiese
estado desde hace 40 años cumpliendo su deber como soldado y en el presente lo
culparan arbitrariamente de un acto indigno, incompatible con su honesta
vocación de servicio, ¿cómo se sentiría? ¿Y si solo por haber vivido los años
70 en la Argentina le adjudicasen el título falaz de genocida y torturador, sin
poder dar a conocer su situación personal de inocencia y privado de su libertad?
Hoy son muchos los soldados subordinados
acusados falsamente dentro de los mal llamados juicios de lesa humanidad que no
pueden apelar a la voz de la Justicia porque son condenados de antemano, sin
que nadie se inmute.
De una vez por todas,
nuestro país debe ser transparente y jugarse por la verdad.
Isabel
Saravia
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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