"Los
recuerdos son una carga
extra para el que camina".
extra para el que camina".
Ignacio
González Jansen
En medio del vendaval
que azota, otra vez, a nuestra economía, contra todo lo que aconsejaría la
prudencia más elemental, ya estamos inmersos en la campaña electoral para las
presidenciales de octubre del año próximo; con ello, hemos batido un nuevo
record mundial: la duración de ese proceso.
En la fotografía de
hoy -la película mantendrá el suspenso por mucho tiempo- aparecen sólo dos
contendientes en condiciones de aspirar al triunfo y, debido a la
improbabilidad de que un nuevo candidato consiga reconocimiento nacional en ese
lapso, le propongo pensar qué propuestas tendremos en esa magra oferta
electoral, y qué consecuencias traerían aparejadas cada una de ellas y, sobre
todo, qué puede suceder hasta que llegue el momento de elegir entre ellas.
Obviamente, me refiero a Mauricio Macri y a Cristina Elisabet Fernández, que se
ha puesto a correr.
El primero,
ratificará su apuesta al futuro, es decir, a que vivamos en un país donde el
populismo quede finalmente desterrado y a que la sociedad entienda, de una vez
por todas, que no habitamos en un país rico, pese a contar con enormes recursos
naturales, y que debemos dejar de gastar más que lo que nos ingresa; si
obtuviera un segundo mandato, es probable que lo consiga, ya que mucho de lo
que se está haciendo, sobre todo en la educación y en obras en el Conurbano y
el interior del país, será la prueba de la existencia de un camino distinto y
viable para el progreso.
La otra, cuando
finalmente salga del bunker de silencio autoimpuesto, volverá al escenario con
una propuesta de retornar a un pasado al que pintará con los colores engañosos
de reparto de inexistentes riquezas; su receta, que conlleva la ansiada
impunidad para los graves crímenes cometidos por ella y su banda durante la
prolongada década kirchnerista, sólo puede conducirnos a las penosas realidades
en las que hoy viven, y mueren, las trágicas Venezuela y Nicaragua.
El Presidente ha ido
perdiendo aprecio en su propia base electoral -la clase media urbana- por
efectos de la crisis económica, la insoportable inflación y, también, por haber
habilitado la discusión parlamentaria sobre la legalización del aborto; pero
aún se encuentra entre los mejor posicionados de la región. Y, nos guste o no,
encarna hoy la única posibilidad de que Argentina continúe inserta en el mundo,
al cual debe abrirse cada vez más para evitar las peores consecuencias de la
guerra comercial global que se está imponiendo rápidamente. Eso me inclina a
pensar que, cuando llegue el momento, todos esos desencantados se taparán la
nariz, si es necesario, y volverán a votarlo. No se tratará de simpatizar con
Macri, el PRO o Cambiemos sino, simplemente, de conjurar una nueva tragedia.
Porque su rival, la "noble viuda", no tendría
siquiera la posibilidad de evitar la inmediata recaída en el aislamiento
internacional, que conllevaría la imposibilidad de acceder a mercados voluntarios
de crédito e, inclusive, al apoyo de los grandes organismos, como el FMI (¿por
qué no comprenden quienes protestan que, si no hubiera ayudado ahora, la
situación sería mucho peor?), el Banco Mundial, la CAF, etc.; y qué decir de lo
que sucedería con los proyectos de firmar tratados de libre comercio con la
Comunidad Europea y el eje Asia-Pacífico. Y sus aliados continentales, que
hubieran podido auxiliarla, como lo hicieran con valijas voladoras y préstamos
usurarios en un pasado reciente, han desaparecido.
El Foro de San Pablo
y la UNASUR, inspirados por Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez Frías,
Rafael Correa, José Pepe Mujica, Raúl Castro, Daniel Ortega y su marido, han
fracasado en toda la región y, en la práctica, felizmente han dejado de
existir. La ola que había comenzado a formarse ya a finales del siglo XX,
finalmente rompió y está llevando a sus principales númenes a la cárcel por
hechos de corrupción (seguirá la arquitecta egipcia) o han fallecido; los
sobrevivientes -los gerontes cubanos, el tirano nicaragüense y el heredero
venezolano- sólo han conseguido mantenerse en sus sitiales a fuerza de hambrear
y arrasar, a sangre y fuego, sus países y sus sociedades, generando un éxodo
migratorio inédito en América.
En ese marco, ¿cómo
podría Cristina solventar su proyecto populista? Las respuestas sólo pueden ser
dadas por recetas harto conocidas y sufridas en carne propia: un reinstalado
cepo cambiario, un nuevo default, un renovado impulso a la máquina de imprimir
dinero, menos estadísticas públicas, más impuestos, menos energía, menos
libertades y, por qué no, hasta arbitrarias confiscaciones.
Decidió -confirmando
el desprecio absoluto que siente por él- separarse del Partido Justicialista y
formó su Unión Ciudadana. Con esos colores correrá la carrera electoral, puesto
que el camaleónico movimiento, que aún carece de candidatos instalados y ha
resistido los cantos de sirena uninonistos, tampoco está dispuesto a inmolarse
definitivamente atando su suerte al carro de la mariscala de la derrota, a
quien sólo acompañan sus más notorios cómplices en el saqueo (Zannini, Vera,
Sabatella, Mariotto, Kiciloff, Larroque, Cabandié, Conti, D'Elia, etc.),
algunas de las organizaciones sociales de extrema izquierda y circunstanciales
aliados sindicales, que también buscan impunidad ante los innumerables delitos
cometidos.
El panorama económico
seguramente se complicará en los próximos meses por razones locales e
internacionales: aquí, la sequía, las inundaciones, la perenne inflación, el
sideral gasto público, la pobreza, la reducción del empleo, la subsistencia de
subsidios energéticos, la necesidad de un financiamiento más caro; y desde
afuera, la caída en el precio de la soja, el aumento en la cotización del
petróleo y en las tasas de interés en Estados Unidos, los coletazos de las
guerras económicas desatadas por Donald Trump, la inevitable reacción china, la
reconformación del comercio mundial, los problemas internos de Brasil, el
aislamiento de los Estados Unidos y su abdicación del rol que ejerció desde
hace un siglo, etc.
Esas complicaciones
económicas producirán, sin duda, conflictos sociales de magnitud, a pesar de
los ingentes esfuerzos que está desarrollando el Estado -nacional y
provinciales- para aliviarlos. Las razones son obvias, puesto que si esas
situaciones se producen, tal vez con connotaciones violentas, serán más que
bienvenidos para los integrantes del "club
del helicóptero" y hasta para quienes, en la medida de sus escasas
probabilidades de subir al podio, ratifican la vigencia del "teorema de Baglini", que
determina que, cuanto más alejado se encuentra un político de acceder al poder,
más inconsistentes son sus propuestas.
¿Habrá pensado el "círculo rojo" cuánto se
depreciarían sus activos si la viuda de Kirchner volviera al poder?, ¿cuánto
valdría una hectárea después de una nueva guerra contra el campo?, ¿cuánto las
empresas, sin energía y obligadas a practicar una ruinosa política de precios?,
¿cuánto los inmuebles urbanos ante la falta de demanda?
Para no volver atrás,
es imprescindible que los empresarios contribuyan, con una hasta hoy desconocida
generosidad, a paliar esas graves situaciones, sea con alimentos, sea con
moderación en los precios, sea con mejores salarios; no se trata de reeditar la
frase "les hablé con el corazón y me
respondieron con el bolsillo", sino de mero instinto de supervivencia.
Bs.As., 21 Jul 18
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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