Obispo Santiago Olivera |
¿Por qué será que
hablar de la cultura del encuentro en nuestro país, de una memoria sin
ideología, de la verdad completa y de justicia, nos divide tanto a los
argentinos al punto de polarizarnos? A veces me pregunto: ¿por qué no queremos
avanzar hacia un país fraterno y justo para todos? Es que no es fácil transitar
la verdad y, por motivos diversos, se la calla, se la oculta o se la
tergiversa. Mucho de esto pasa en nuestra patria. Hablar de algunos temas no es
fácil, pero hay que hablar, para no ser tildados de cobardes o de permanecer
callados frente a tanta injusticia y al dolor de muchos.
Al asumir, el
Obispado castrense destacaba el valor de tender puentes en un mundo de zanjas,
que nos desafían a superarlas. En este primer año de labor pastoral, he
observado cómo, embanderados en derechos
del pasado, se cometen hoy graves, intolerables e injustificables injusticias.
Aunque nos cueste escucharlo o suponga algún dolor de cabeza, la situación de
muchos detenidos por delitos de lesa humanidad es una vergüenza para la
república: una discriminación nunca
vista en democracia, llevada a cabo especialmente por algunos miembros del
Poder Judicial, con el silencio cómplice de algunos de los miembros de otros
poderes y de buena parte de la dirigencia nacional. Veo también silenciados
los sufrimientos de tantas víctimas de violencia en nuestra patria perpetrados
en tiempos de democracia equiparándolos a otras impunidades presentes. Otra deuda a saldar.
Necesitamos transitar
caminos de verdad y de justicia para alcanzar la paz. No podemos mirar la historia con un ojo solo; necesitamos una mirada
compasiva sobre todos aquellos a los cuales les tocó vivir la locura del
enfrentamiento fratricida de aquellas épocas. Enfrentamientos en los cuales
hemos perdido todos. El papa Francisco nos recordó que la misericordia no
excluye la justicia y la verdad. El Dios del Preámbulo, “fuente de toda razón y justicia” para nuestra Constitución, no es
el Dios vengativo y discriminador en que parecen inspirarse algunos crueles y
diferenciados tratos. Debemos pedir
justicia con fuerza, coraje y valentía, porque muchos hermanos argentinos
mueren en las cárceles o en sus domicilios sin condena. ¿Es esto justicia?
Su Santidad dijo a
unas presas de una cárcel en Chile: “Una condena sin futuro no es una condena
humana, es una tortura”. Más allá de imputaciones y penas, todo ser
humano tiene dignidad, y nadie puede privarlo de ella. Todos podemos
rehabilitarnos.
Santiago
Olivera
Obispo castrense de
la Argentina
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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