HACIENDO
LA CORTE…
HACIENDO
LA CORTE
2
x 1 y 1 mejor que 4
Los votos de los
cuatro jueces de la Corte[1] que cerraron toda posibilidad a la
aplicación de la ley 24.390 a los enjuiciados y condenados por los llamados
‘delitos de lesa humanidad’ -conocida como ley del 2×1-, se pueden analizar (y
repudiar) desde diversos puntos de vista.
Lo más obvio es
hacerlo desde el ángulo del derecho, es decir, desde lo justo; y es dable
esperar eso de nuestra Asociación, porque ella está constituida por abogados y,
además, lleva diez años denunciando y combatiendo los engendros jurídicos
producidos por los tribunales de este país, desde el más alto hasta los más
inferiores del fuero federal.
Pero el caso es que
esto ha sido hecho ya por calificados juristas e incluso por la Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, todos coincidentes en que esos votos
no solamente se han pasado por lo bajo las leyes, el Código Penal y hasta la
misma Constitución nacional, sino también los principios más básicos y
universales del orden jurídico, puesto que sobre ellos asientan las leyes
fundamentales del mundo civilizado.
El hecho entonces es -expuesto
con crudeza- que los jueces de la Corte, menos uno, han enviado un mensaje que
debiera hacer temblar a todos los argentinos: ellos creen que puede haber en la
Argentina personas a las que, según su arbitrio, se las puede privar de todo
derecho, incluidos los que la Constitución nacional y las mismas declaraciones
universales reconocen a todos los seres humanos. En suma, basta que estos
jueces se lo propongan, para que una o más personas sean reducidas a la
condición de parias, excluidos, indignos, comparables a los esclavos de la
antigüedad.
No exageramos. La
decisión de estos jueces, despojada de las florituras jurídicas que a menudo se
utilizan para disimular las injusticias y arbitrariedades, se puede expresar en
muy claras y pocas palabras: la ley penal -han dicho- se puede aplicar retroactivamente a las personas
que a nosotros nos parezca.
Esta monstruosidad
conlleva pues el aniquilamiento del derecho. Cuando la Corte Kirchnerista, a
partir entre otros de los casos Lariz Iriondo, Mazzeo y Simón, inició ese
proceso de demolición, nuestra Asociación alzó su voz para decir con todas las
letras que el Poder Judicial había perdido los dos pilares fundamentales para
su recta actuación: autoridad e independencia; y que ante la violación del
principio de legalidad, todos los argentinos habíamos quedado en libertad
condicional.[2]
Es el momento de
reiterar lo dicho entonces. El peligro en que nos encontramos los argentinos es
manifiesto. Y en cuanto a la independencia y la falta de autoridad, perdidas
por los jueces desde el golpe institucional con el que Kirchner se deshizo de
la Corte establecida, fueron entregadas ahora a una plaza poblada de energúmenos
vociferantes.
Por ende, desde el
momento que ya no hay derecho en la Argentina, ¿para qué un análisis desde esa
perspectiva?
Este fallo
mayoritario de la Corte ha venido a confirmar que los llamados ‘juicios de lesa humanidad’, que
Lorenzetti encuadró como ‘política de
estado’, han sido y son una farsa, la máscara ajada y repelente con que
jueces emblemáticos de la prevaricación cubrieron una acción
político-ideológica de persecución y venganza.
También ha confirmado
el designio de hacer morir en prisión a las verdaderas víctimas de esa trama,
que no importa a nadie si son culpables o inocentes, ya que en rigor son los
verdaderos perdedores de una guerra que ellos creyeron ganar con las armas y
sus mandos de antes y ahora perdieron una vez lograda la paz.
Nuevamente, esta vez
de manos de los jueces, la nación pierde la ocasión de dar los primeros pasos
para cerrar sus heridas, recuperar la justicia y restablecer la concordia.
Estos jueces se suman así a los políticos de todos los partidos que en 1973
abrieron las puertas de las cárceles, para liberar a los terroristas
enjuiciados y encarcelados con todas las de la ley. De paso abrieron la puerta
a la tragedia que se abatió sobre nosotros, de la que todavía no hemos salido y
por la que nunca jamás aquellos políticos ni sus partidos pidieron perdón.
De esta ignominia
también habrá consecuencias, salvo que Dios quisiera evitárnoslas, mostrándose
especialmente piadoso a causa de unos pocos hombres justos.
Uno de ellos es el
Dr. Carlos Fernando Rosenkrantz, el señor Presidente de la Corte Suprema, el
único que votó en disidencia, sosteniendo los principios inconmovibles del
recto orden jurídico y manteniéndose impertérrito frente al griterío y los
bombos de la turba y los politicastros que viven de ella. En la soledad que lo
dejaron sus colegas, artífices de piruetas hechas a bajísima altura y sin
riesgo alguno, se destaca bien por encima de aquellos, en regiones límpidas,
donde reina el aire no contaminado por los efluvios de quienes reptan más abajo
muertos de miedo.
Hombres de la talla
del Dr. Rosenkrantz permiten conservar la esperanza.
Alberto
Solanet Carlos Bosch
Presidente Secretario
[1] La opinión sana
de nuestro país –que todavía la hay y que no entiende mucho de términos y
vericuetos jurídicos, además de tener pésima opinión de los jueces en general
como lo indican todas las encuestas-, debe tomar nota y no olvidar jamás los
nombres de esos cuatro jueces: Ricardo Luis Lorenzetti, Elena Inés Highton de
Nolasco, Juan Carlos Maqueda y Horacio Daniel Rosatti. Deben hacerlo para que
un día, cuando logremos poner fin a esta etapa de nuestra historia tan larga
como siniestra, quede intacto el recuerdo de los que la hicieron posible.
[2] Carta Abierta de
la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia al Presidente de la
Corte Suprema de Justicia, 10 de julio de 2012.
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