jueves, 13 de diciembre de 2018

EL MIEDO AL DISCURSO HIPÓCRITA, NO NOS DEBE ALEJAR DEL FIN ORDENATORIO DE LA MEDIDA

6 diciembre, 2018


Por Rubén Lasagno

Argentina es uno de los pocos países que vive en el pasado en muchos órdenes pero sobre todo en la seguridad, la autoridad y la justicia. El nivel de inseguridad es atroz. Los últimos 15 años el crimen ganó las calles vestido de motochorros, narcotraficantes, piratas del asfalto, entraderas, al voleo y cuanto disfraz criminal se puedan poner los marginales que fueron creciendo y haciéndose fuertes en una década infame de mentiras, posturas, discursos vacíos y populismo que se llevó todo con el relato y los planes sociales; no solo la seguridad sino también la dignidad, la moral y nos dejó el desprecio por la autoridad y los prejuicios idiotas de viejos setentistas que han sabido lucrar y muy bien con la teoría de los dos demonios.

El G20, más allá del edulcorado aire en la cual dejó al gobierno por unos días, hizo persistente la sensación en la sociedad de que si quieren ajustar las conductas, regularlas y poner autoridad y orden, se puede hacer. El problema es, que el organismo mutilateral podía justificar cualquier ejercicio de la fuerza por más extraordinario que sea, pero la sociedad no puede vivir en guerra ni sitiada, sin embargo, estamos realmente convencidos de que se puede hacer muchos más por la seguridad ciudadana y la gran pregunta es ¿Cuál es el fundamento esgrimido por el gobierno para no hacerlo?

Y entonces aparece la Ministro Bullrich formalizando un Decreto que en principio había nacido para el G-20, pero es obvio, sobrevivió a los jefes de Estado de paso en la Argentina y ahora se ha transformado en una norma instalada en el país y de cumplimientoefectivo para la policía y las FFSS, el uso del arma que ahora recién se enteran los políticos que los efectivos no deberían llevarlas de adorno, sino para reprimir el delito y los delincuentes.

Debate inútil si hay, ponerse a cuestionar el uso, la condición, la oportunidad, la licitud, la inconveniencia y hasta la forma en que se debe utilizar el arma, cuando la mayoría de los debatientes no ha pasado ni cerca de una situación de estrés como la producida por un enfrentamiento y es más, ni siquiera conoce un arma de cerca.

Mitad de la biblioteca dirá una cosa y la mitad, dirá otra. El único dato objetivo es que la Argentina tiene instalada la pena de muerte en el país desde hace no menos de 15 o 20 años y la ejercen los delincuentes en la calle. La culpa es de los gobiernos temerosos de aplicar la autoridad, de los legisladores inútiles y tendenciosos que hacen leyes a favor de los delincuentes y los jueces incapaces cuando no cómplices que habilitan la puerta giratoria para salvar su pequeño espacio de confort. Por lo tanto, no es un problema si el policía usa o no una pistola, si antes no rescatamos el verdadero valor de la autoridad y la justicia.


En cualquier lugar del mundo exhibir un arma por parte de un particular y más aún si con ella amenaza a un ciudadano o a un policía, es motivo suficiente para que la autoridad policial responda abatiéndolo sin más condición necesaria que la de convertirse en una amenaza para terceros y para el agente del orden. En situación de rehenes, amenazados por el arma de un criminal (como la abuela brasileña que se viralizó en la web) es condición necesaria para que los grupos especializados de la policía (SWAT en EEUU, GOE, GAP) lo abatan de un disparo, no a corta distancia como en el video brasilero, sino por medio de un francotirador que en todo momento lo tiene en la mira a 50 o 100 metros de distancia, esperando el momento justo para acertarle una bala que lo deje fuera de combate y salve a la víctima. En el 99% de los casos significa la muerte para el criminal.


Podemos discutir si la policía argentina está preparada o no para reaccionar conscientemente ante un problema de vida o muerte y aplicar el criterio en el uso de su arma, pero es una discusión aparte. Eso hace a la profesionalidad y preparación. Lo cierto es que si un policía no está preparado, no puede salir armado a la calle y la sociedad debe decidir entre tener un policía para que la defienda o un hombre disfrazado de policía sin capacidad y orden para tomar la iniciativa y la decisión de abatir a un ladrón.


En todo caso la discusión es más profunda y deberíamos pensar si queremos o no policía. Está claro el abandono que hizo de la autoridad el populismo pasado, el cual nos condenó a vivir encerrados y a los chorros libres. Es una ecuación que debemos revertir. Se debe restablecer la autoridad y quien delinque, quienes salen diariamente “a trabajar” con una 38 en el bolsillo o la mochila, deben saber que entre las posibilidades, está la de morir en el intento. La impunidad y la seguridad de que a ellos no les va a pasar nada, cimienta y alimenta el desorden y aplican la pena de muerte en la calle con todos nosotros. Los malos deben estar presos, para que los buenos puedan producir y sacar el país adelante.


Los sectores detractores de la autoridad y el orden, son los zafaronianos que nos llevaron a ser rehenes de grupos de narcotraficantes y bandas donde los jefes compartían el poder desde el propio Estado. Socialmente el gobierno debe empezar a hacer un trabajo para reinstalar la autoridad, sin embargo, después del G20 (lamentablemente) vemos como la vuelve a perder, cuando 200 vagos, extorsionadores y vividores volvieron a tomar las calles para “negociar” planes sociales. Todos jóvenes, disfrutando de un día de picnic en Plaza de Mayo mientras el grueso de la población trabajaba para sostenerlos, extorsionaban al presidente, intercambiando “paz social” por planes.

Así, no habrá policía que nos proteja. El problema es estructural y de conciencia política. El gran error conceptual es asociar el delito con la marginalidad; esto constituye una falacia fenomenal porque quienes atracan, roban y matan sin remordimiento (en la mayoría de los casos) no son “malvivientes” son personas que, precisamente, no quieren vivir mal y roban y matan para vivir bien.

Seguridad durante el G-20

Como vemos la discusión de fondo no es si vamos al gatillo fácil o al garantismo que implantó el kirchnerismo. Es mucho más amplia y depende de una decisión política. Si durante el G20 se pudo, es inentendible que ahora no; a menos que éste gobierno como otros, crea que es mejor mantenernos a todos presos de nuestros propios miedos en vez de cumplir con su obligación de protegernos de quienes a diario nos matan. (Agencia OPI Santa Cruz)


NOTA: Las imágenes, referencias y destacados no corresponden a la nota original.

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