1.-
Réprobos y elegidos
Acordaos
de los presos, como si estuvierais presos con ellos, y de los maltratados,
puesto que también vosotros estáis en el cuerpo. Hebreos 13:3
El 23 de enero de
1989, el Movimiento Todos por la Patria (MTP) asaltó los cuarteles de La
Tablada. Era el MTP un desprendimiento del Ejército Revolucionario del Pueblo,
liderado por Enrique Gorriarán Merlo y fundado por éste en Nicaragua. El asalto
se saldó con la muerte de dos oficiales, tres suboficiales y cuatro soldados
conscriptos del Ejército Argentino a los que se sumaron dos miembros de la
Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Comparada con las “orgas” de los setenta el MTP era un
pequeño grupo de pistoleros, reunía en su seno a “trotskos” sobrevivientes del ERP, con militantes “cristianos” tercermundistas,
peronistas, radicales, intransigentes, comunistas y socialistas. Si bien era
una banda reducida, muchos de sus adherentes tenían instrucción en armas y
habían actuado en Nicaragua con los “sandinistas”.
En esa “simpática” ensalada ideológica se
destacaba como ideólogo el fraile capuchino Antonio Puigjané, quien al comienzo
de su carrera adhirió al tercermundismo, luego estuvo en La Rioja con Angelelli
y de allí pasó a Buenos Aires donde era habitué de las rondas de las “madres” en Plaza de Mayo. Luego de La
Tablada es apresado y condenado a veinte años de prisión, y encerrado, primero
en Caseros y luego en Ezeiza. Sucedido esto, la congregación de los capuchinos
lo suspendió en su ministerio. Pero luego, y según él por gestión personal del
entonces cardenal Bergoglio,se le autorizó a dar misa y a administrar los
sacramentos, que su congregación le había prohibido[1].
En 1998, preso en
Ezeiza, cumple setenta años y el mismo día de su cumpleaños le es otorgada la
prisión domiciliaria[2],
para lo cual la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) dispone que esta se haga
efectiva en la parroquia de Santa María de los Ángeles en Coghlan, Capital
federal.
Hoy, con más de
noventa años, el fraile terrorista, apenas se mueve en silla de ruedas, está
recluido en la enfermería del convento de Nuestra Señora del Rosario. Cuatro
enfermeras se turnan para asearlo, darle de comer y cuidarlo[3].
Visto como se desenvuelven las cosas en la iglesia argentina, es probable que
estemos frente al próximo “beato”.
El P. Christian von
Werrnich tiene 81 años, hace dieciséis que está preso por supuestos delitos de “lesa humanidad”[4],
y once años que le corresponde la prisión domiciliaria, hace más de seis años
que su abogado defensor pide la correspondiente prisión domiciliaria pero esta,
aunque el juzgado está dispuesto a otorgarla, no se puede llevar a cabo porque,
ni la CEA ni el Obispado de 9 de Julio, Diócesis a la que pertenece el Padre
von Wernich ofrecen un lugar para que pueda cumplirla.
2.-
La ancianidad como mentira papal y episcopal
“Los
que cuidan a los mayores con amor, colaboran al bien de la sociedad” (Papa
Francisco)
En Argentina hay dos
mil militares, policías y civiles procesados por haber combatido a la
subversión, de los cuales un alto porcentaje, están presos sin condena desde
hace años. De ellos más de quinientos han muerto, en condiciones de abandono
que en países en serio serían penadas duramente, sin atención médica ni
medicamentos. Pese al llamado de organizaciones argentinas, entre ellas los
Abogados Católicos y la Asociación por la Justicia y la Concordia, la CEA,
salvo honrosas y contadas excepciones, no ha considerado necesario hacerse presente
para ver las condiciones en que vive un grupo humano cuya edad promedio es 77,8
años, aquejado de enfermedades graves, muchas de ellas terminales. Demás está
decir que el Papa -pese a haber recibido informes sobre la situación de estos
ancianos- tampoco ha creído necesario hacerles llegar una palabra de aliento,
un mensaje misericordioso ni, menos aún les ha enviado un rosario bendecido
como acostumbra a hacer con cuanto delincuente anda suelto por el país.
Convengamos entonces
que para la jerarquía católica hay, al igual que para los payasos togados que
prostituyen la justicia argentina, personas de primera y segunda clase; son los
primeros aquellos que pese a los males cometidos y sin arrepentimiento, han
sido sobreseídos de culpa o beatificados y son los otros los que, vaya a saber
por qué maldición, son pasibles de ser culpados sin redención de todos los
males que aquejan desde hace años a la nación. Bien les cabe, entonces, por su
adhesión a la injusticia, a la impiedad y a la dureza de alma el anatema: "¡Ay de vosotros, maestros de la ley y
fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y
descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe!
Hay que hacer una cosa sin descuidar la otra. ¡Guías ciegos, que coláis un
mosquito y os tragáis un camello!" (Mateo, 23; 23-24)
Jose
Luis Milia
Non nobis, Domine, non
nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
[1] “…Y cuando
salí, gracias a Jorge [Bergoglio], obtuve nuevamente el permiso para dar misa,
que mi congregación me había quitado.”
Olga Wornat.- “Nuestra Santa
Madre”, capítulo 12
[2] La Nación, 13
de junio de 1998.
[3] Revista
Gente, 23 /01/2019.
[4] la “lesa
humanidad” no está tipificada en el código penal argentino.
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