"Los hechos no dejan de existir porque sean
ignorados".
Aldous Huxley
Estas
semanas están dejando a la vista algunos escenarios que obligan a su cotejo, y
me refiero tanto a la Argentina cuanto a Colombia y Chile o a Uruguay. Tienen
que ver, por ejemplo, con los políticos presos, con transiciones
gubernamentales, con violentos conflictos sociales, con las agresiones sexuales
y hasta con los zapatos. Comencemos entonces.
El
jueves, una patética -por lo magro de la concurrencia- manifestación reclamó la
libertad de algunos angelitos detenidos. Entre los enrejados convocantes se
encontraron Amado Boudou, Julio de Vido, Roberto Baratta, Luis D'Elía, Lázaro y
Martín Báez, Juan Pablo "Pata"
Medina y Milagro Salas, todos condenados en varias instancias por delitos que
van desde falsificación de documentos, apropiación de la fábrica de dinero, el
crimen de Once, malversación de fondos públicos, asalto a comisarías, lesiones
graves, amenazas, tentativas de homicidio, etc.; en resumen, por casi todo lo
previsto en el Código Penal. Ricardo Jaime, en idéntica situación, tuvo la
decencia de abstenerse de participar del reclamo.
Se
dicen presos políticos pero sólo son políticos presos. Eso, en sí mismo, no
debiera revestir gravedad alguna porque, estando los hechos probados, prefieren
hacer uso de otra defensa: ocultarlos detrás de una supuesta persecución de
Mauricio Macri, exactamente lo mismo que hicieron ya muchos otros, comenzando
por la Vicepresidente electa, la inefable Cristina Elisabet Fernández quien,
seguramente, desplegará sus innegables dotes histriónicas en igual sentido cuando
preste declaración indagatoria el lunes, en una de las muchas causas ya
elevadas a juicio.
Pero,
en cambio, adquiere otra significación con las afirmaciones del profesor
Alberto Fernández, que adoptó como propia esa postura y reclama la inmediata
libertad -y la consecuente impunidad, por la teoría del lawfare- de todos esos
presos y las "explicaciones"
de los jueces que los procesaron y condenaron; es la misma actitud que adoptó
con Luiz Inácio Lula da Silva, a quien un tribunal colegiado le agravó esta
semana la pena.
La
Comisión Bicameral de Legislación Penal puso en vigor un límite a la
arbitrariedad de los magistrados ante las prisiones preventivas, y ello es
verdaderamente positivo. Sin embargo, la penosa comparación surge de la
reiterada discriminación que sufren, al respecto, los ancianos militares
presos, los menos iguales ante la ley. Para ellos no aplican estas limitaciones
procesales ni los principios de inocencia, de irretroactividad de la ley penal,
del juzgamiento por jueces naturales y de legalidad. Para no extenderme en
cifras de afectados, sugiero leer la carta que publicó Monseñor Santiago
Olivera, Obispo Castrense de la Argentina, publicada hace pocos días.
La
segunda comparación se produjo con las elecciones uruguayas, en las cuales una
gran alianza de partidos, que llevó como candidato a Luis Lacalle Pou, le ganó
al Frente Amplio después de quince años de hegemonía de la izquierda. La
conducta de triunfadores y perdedores dio una lección de democracia a una
región convulsionada; para demostrarlo bastó la elegancia de quienes
abandonarán el poder frente a quienes los sucederán, y el encuentro en la calle
de dos masivas manifestaciones de signos opuestos, que terminó con mates
compartidos y el canto del himno nacional. Desde otro ángulo, dando una nueva
lección de civismo, el nuevo mandatario tendrá un gabinete ministerial en el
que participarán todos los partidos aliados.
Y
esa clase de democracia viene a cuento por la diferencia que establecen el
Presidente argentino y su Vice con respecto a los regímenes que gobiernan en
América del Sur. Califican como golpe de Estado los procesos que llevaron a la
destitución de Dilma Rousseff en Brasil y a la renuncia de Evo Morales en
Bolivia, pero defienden la subversión que desató Rafael Correa en Ecuador
contra el Presidente Lenin Moreno para intentar regresar al poder, y nada
dijeron para respaldar a Sebastián Piñera, en Chile, a Martín Vizcarra, en
Perú, o a Iván Duque Márquez, en Colombia, frente al vandalismo terrorista.
Tiene antecedentes su conducta actual, ya que la remoción por el Congreso del
ex Obispo Fernando Lugo, les sirvió como excusa para excluir temporariamente a
Paraguay del Mercosur y permitir la entrada, por la ventana, de Venezuela al
organismo regional.
La
disertación de Alberto Fernández ante la Unión Industrial Argentina y,
concretamente, su manifiesta intención de impedir la entrada de zapatos de
Brasil, sirve para entender qué pretende hacer con la industria argentina la
cual, de la mano del Frente para Todos, volverá a gozar del más insano
proteccionismo, que tanto daño ha hecho al país y a sus habitantes,
obligándolos a comprar caro y malo, a contramano total de cuanto han hecho
otras naciones que crecieron, entre ellas el propio Brasil, que exporta al
mundo desde aviones hasta ojotas.
A
partir de 2005, he escrito varias veces sobre este tema (por ejemplo en https://tinyurl.com/v7aorb8). Como puede
verse allí, la solución real no puede ser más sencilla y, de adoptarse, esa
misma industria que, tradicionalmente, ha pescado en la bañadera y cazado en el
zoológico, generaría las indispensables divisas que necesitamos para pagar
nuestra deuda y muchísimos puestos de trabajo.
Si,
en lugar de ello y como ha prometido el Presidente electo y demostradamente
vicario, se refuerza el cierre y la falta de competitividad de nuestra
economía, el círculo vicioso en el que nos movemos hace tantas décadas seguirá
siendo la clara explicación de nuestra increíble decadencia.
Finalmente,
el estruendoso silencio de Cristina Fernández y de las organizaciones
feministas ante las acusaciones a José Alperovich por violación, clama al
cielo, por comparación, contra al verdadero linchamiento mediático que, por
delitos menos graves que los imputados al Senador kirchnerista, practicaron
contra el actor Juan Dhartes.
Bs.As.,
30 Nov 19
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail:
ega1@avogadro.com.ar
E.mail:
ega1avogadro@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!