“Nunca te pierdas el placer de la
venganza”.
Néstor
Kirchner
A la fuerte luz que iluminó la realidad
nacional estos días, con las ya expuestas fracturas en el Frente para Todos, me
parece que todos debiéramos repensar aquello que sostuvimos hasta ahora, esto
es, que Cristina Fernández sólo perseguía la impunidad para ella y sus hijos y
que, mientras Alberto Fernández la pudiera garantizar, le permitiría ejercer
las atribuciones del cargo presidencial.
Esa
indemnidad sigue siendo uno de sus objetivos principales, pero ello solo no
puede justificar tanta exposición internacional con la que confronta con las
posiciones del Gobierno, en temas tan ríspidos e inoportunos como la deuda
externa o la relación con el FMI, ahora obligadamente justificadas por Alberto.
Tal vez lo más significativo de sus diatribas fue el lugar elegido para
lanzarlas: nada menos que Cuba, la bestia negra de los Estados Unidos,
casualmente el país más influyente en el directorio del Fondo, decisivo para la
adopción de decisiones.
La
sucesión interminable de viajes que la Vicepresidente realiza a la isla no
parece deberse sólo a su preocupación por la salud de su hija, con dolencias
desmentidas por la foto que publicó ella misma, y más allá de la obviedad de
preservarla de los jueces argentinos, por lo cual resulta indispensable
plantearse otra explicación,: ¿cuán necesarias pueden resultar ciertas
reuniones con las cúpulas castro-chavistas y la fuerte protectora de ambas
tiranías, la Rusia de Vladimir Putin?; ¿qué objetivo podrían tener esos
encuentros?; ¿resulta razonable que se vinculen con la anhelada impunidad?
Es
cierto que Cristina Fernández está extendiendo sus tentáculos, en los ámbitos
judiciales ocupando con sus fieles cada vez más puestos claves en juzgados,
cámaras, fiscalías, magistratura y organismos querellantes que pueden complicarle
la vida en los juicios que se están morosamente realizando y, más aún, en
aquéllos que aún no se han iniciado; le falta una pieza, la Procuración
General, que pretende para Daniel Rafecas. Pero eso debemos cargarlo sólo en la
cuenta del “cabotaje”.
Pero
no lo es menos que está buscando -y lo prueba su fuerte influencia en la
designación de embajadores “militantes” en
países claves- recrear las organizaciones regionales que encarnaban al “socialismo del siglo XXI”, el dogma
inventado por Hugo Chávez para promover el marxismo en América Latina. Y allí
aparece, nítido, el principal objetivo del original regreso al poder de
Cristina Kirchner: la venganza.
Porque
no debemos (ni podremos) olvidar que se ha quedado, también, con el comando de
todos los organismos de control, en especial de la Inspección General de
Justicia, que controla a todas las personas jurídicas del país. Desde allí,
podrá inmiscuirse -como hizo tantas veces cuando fue Presidente- en la vida de
las sociedades, asociaciones civiles y fundaciones opuestas a su proyecto y
evitar intromisiones en las propias.
Si
consigue anular totalmente a Alberto Fernández, podrá desplegar sus acciones vengativas
contra el campo, las grandes empresas, la prensa libre, las fuerzas armadas y
de seguridad y la Justicia, y hundir una puñalada trapera en el tejido social,
incrementando la pobreza y la ignorancia -como hizo otro de sus
incondicionales, Alejandro Vanoli, a cargo de la ANSES, al suprimir la
exigencia del certificado de escolaridad como requisito para acceder al
subsidio de apoyo escolar- e implantando el ridículo “lenguaje inclusivo” en toda la administración pública.
Más
temprano que lo esperable, las tensiones han estallado en el Gobierno entre el “albertismo” y el kirchnerismo duro, y
cada día se acerca más el momento de la ruptura definitiva. Cuando ésta se
produzca, como tantas veces he dicho, asistiremos a hechos violentos que ya
hemos visto en los años 1973 a 1976, o sea, el enfrentamiento sanguinario entre
las dos facciones del peronismo por el poder. Y con un agravante: es la primera
vez que el famoso movimiento debe gobernar sin dinero.
Y
allí estará el futuro inmediato de los argentinos: más allá de las
declamaciones de los demás caciques provinciales, el único territorio que puede
Cristina considerar verdaderamente propio es la crucial Provincia de Buenos
Aires, puesta en manos de su valido Axel Kiciloff, porque siempre ha sido la
causa eficiente de la caída de los presidentes. Pero allí nada es homogéneo:
los intendentes, aún cuando hayan perdido peso específico al resignar la
esencial reelección indefinida durante el gobierno de María Eugenia Vidal,
detestan al Gobernador.
Entonces,
la pregunta fundamental surge de las últimas encuestas, que informan una brusca
caída en la imagen de Cristina y un cierto repunte en la de Alberto: ¿hasta
cuándo quienes están conformes con éste y quienes votaron en un 40,8% contra
ambos, todos dispuestos a colaborar para que al Presidente le vaya bien, serán
tolerantes con el “fuego amigo” que
mina el futuro de todos? ¿Cuándo saldrá a la calle, como lo hizo en la campaña
electoral, a demostrar su indignación ante el avance del kirchnerismo, que ya
hemos vivido y que pretende cambiar la Constitución para llevarnos a Venezuela
y a Cuba?
Bs.As.,
15 Feb 20
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail:
ega1@avogadro.com.ar
E.mail:
ega1avogadro@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!