Ernesto Alonso, secretario de Derechos Humanos del Centro de Excombatientes de las Islas Malvinas (Cecim), de La Plata |
En
otros países, esta epopeya hubiera inspirado una película de guerra antológica.
Se hubiera rendido tributo al heroísmo que hoy se pretende mancillar en una
causa judicial impulsada por un grupo de activistas. Entre ellos, quien se destaca por inventar hechos, argumentos y
víctimas para luego acechar a sus supuestos victimarios, es el ex soldado
Ernesto Alonso, hoy secretario de Derechos Humanos del Centro de Excombatientes
de las Islas Malvinas (Cecim), de La Plata. Su actitud queda reflejada en
las siguientes palabras: “Para abordar la cuestión Malvinas desde la educación
(...) es importante, para la etapa que se viene, deconstruir los estereotipos
del 'héroe' fundados en la lógica del patriarcado, dentro de un pacto
extremadamente machista”. Tanto Alonso
como el Cecim han recibido el repudio unánime de miles de ex camaradas y de más
de 200 centros de veteranos de guerra de Malvinas.
MALVINAS: LA DRAMÁTICA HISTORIA DEL
REGIMIENTO QUE RESISTIÓ UN BRUTAL AISLAMIENTO Y LA PELIGROSA MISIÓN PARA
ENVIARLES AYUDA
Estaban
en Puerto Howard, en la isla Gran Malvina. Abastecerlos era una tarea casi
imposible. Los hombres del Regimiento de Infantería 5 escribieron una durísima
página de la historia de la guerra. Infobae Docs reunió a tres protagonistas
que revelan su feroz y desigual lucha contra un enemigo implacable, el
aislamiento
Ubicado
en la isla Gran Malvina, Howard era
en 1982 un puerto pequeño, sobre el estrecho de San Carlos. Una caleta lo protegía
y a la vez permitía que los buques pudieran atracar. Poseía una pequeña
población, dedicada a la cría de ovejas y al esquilado, cuyo producto final se
enviaba a Gran Bretaña. Los isleños que allí residían tenían escasas
posibilidades de desarrollo, en una economía donde a los casados se les
asignaban un número determinado de ovejas y un funcionario hacía las veces de
intendente local y de gerente de la compañía dedicada a la comercialización de
la lana.
Era
un lugar muy alejado, en el que sus habitantes solo se mantenían informados a
través de repetidoras de radios británicas. La televisión no existía, así como
escuela primaria o secundaria.
Ese fue el punto elegido para el
Regimiento de Infantería 5 (RI5), para contrarrestar una eventual ocupación enemiga.
Este regimiento pasaría a la historia de la guerra de Malvinas como la unidad
que más resistió el aislamiento.
El
25 de abril el RI5, una vez arribado a Puerto Argentino, fue llevado en
helicóptero en tres tandas, con excepción de 108 hombres de la Compañía B, que
irían en barco transportando víveres, municiones y minas antipersonales.
A Howard se lo rebautizó como Puerto
Yapeyú
ya que en tiempos de paz la Compañía C de ese regimiento tenía su asiento en el
pueblo donde había nacido José de San Martín.
Los soldados llevaban una ración de
comida. Resultaba imperativo entonces acercarles los víveres necesarios, además
de armamento pesado y municiones para poder hacer frente a duras semanas de
aislamiento que tendrían por delante.
Aún ignoraban que la ayuda nunca
llegaría.
El Monsunen
Al
día siguiente, mientras en Howard se compraron dos corderos y medio a los
pobladores para complementar las raciones de los soldados, de Puerto Argentino
zarpó por la noche el Monsunen, un
barco de 30 metros de eslora, confiscado a la Compañía Falkland. Lo cargaron con víveres para diez días,
armamento y municiones.
La
idea era bordear la isla hacia el norte e ingresar al estrecho de San Carlos.
Sin embargo, los fuertes vientos y la marea impidieron que pudiera ingresar al
estrecho. Se tomó, entonces, la ruta más larga y peligrosa: bordear la isla por
el sur, debiendo cuidarse de las minas colocadas por la Armada y sabiendo que, a
plena luz del día, quedarían a merced de los aviones enemigos. La travesía
debía cumplirse, ya que el día 27 en
Puerto Yapeyú había comenzado la racionalización de la comida.
En
la noche de ese día, el Monsunen debió guarecerse en una pequeña bahía ya que
el radar marcaba la presencia, posiblemente, de un submarino. La única defensa del buque eran dos
ametralladoras MAG y dos lanzacohetes. A la mañana siguiente al mediodía,
el buque pudo atracar finalmente en el muelle de Puerto Yapeyú.
Alberto Miñones Carrión fue herido gravemente en Malvinas y perdió una pierna: “Es un orgullo muy especial haber participado de esta gesta” (Santiago Saferstein) |
Alberto Miñones Carrión era por
entonces un joven subteniente. Estaba a cargo de la sección
Apoyo de la Compañía A del RI5 y a su fracción le agregaron dos ametralladoras
12,7 Colt. Recordó que "desde el primer día que llegamos,
supimos que la provisión sería difícil, a tal punto que la que esperábamos un
día más tarde no llegó nunca. Con el correr de los días se complicó más, y con
la llegada de más gente fue realmente crítico".
Es
que la ocupación del lugar fue progresiva. Primero se estableció una compañía
de 130 luego se sumarían las otras dos compañías de infantería del regimiento,
dos secciones de ingenieros y elementos de sanidad, que sumarían cerca de 800 hombres.
El buque Isla de los Estados: fue atacado cuando llevaba provisiones para los soldados, de sus 25 tripulante solo dos sobreviviero |
La
noche del 10 de mayo la fragata Alacrity
había atacado al buque Isla de los Estados en pleno Estrecho de San Carlos, en
momentos en que se dirigía a Puerto Yapeyú con provisiones y armamentos.
De los 25 tripulantes, solo dos habían
logrado sobrevivir.
Con
el correr de las horas, los argentinos descubrieron zapallos que flotaban muy
cerca de la costa, que eran parte del cargamento del buque. Esos zapallos,
convertidos en puré, se incorporaron a la escasa dieta del regimiento.
.
Hugo Gargano, subteniente de Intendencia durante la guerra, recordó: “Solo disponíamos de dos cocinas de campaña para 150 hombres” (Santiago Saferstein) |
"Cocinar un cordero era complejo, ya que el fuego se hacía con la turba, que tiene un escaso poder calórico; y solo disponíamos de dos cocinas de campaña para 150 hombres. Pero la astucia y la pericia del personal de intendencia hicieron que se lavaran tambores de 200 litros de petróleo y así comíamos guiso de cordero con sabor a combustible. Calentar esos tambores era muy difícil. Y el fuego debía estar apagado la mayor parte del día", explicó Hugo Gargano, subteniente de Intendencia del Regimiento 5, el único oficial de esa especialidad de la unidad.
Paro
cuando los problemas de abastecimientos comenzaron a agravarse, Hugo Gargano
estaba en Puerto Argentino buscando los medios para llegar a la Gran Malvina.
El jefe del RI5, coronel Juan Ramón
Mabragaña reclamaba insistintemente al comandante de la Brigada de
Infantería III por un oficial de Intendencia. "Yo pedía todos los días ir
a Howard -contó Gargano a Infobae-.
El día 21 me encontré con un mayor que me dice 'no sabe cómo lo está reclamando
su jefe de regimiento', y no lo podíamos ubicar".
Hoy, Juan Ramón Magrabaña rodeado por sus soldados que reconocen “un jefe que se preocupaba por sus hombres” |
"Al día siguiente, fueron a
buscarme con un vehículo. 'Tiene 15
minutos para estar en Moody Brook y subirse a un helicóptero que está por
partir hacia Howard con víveres, armamento y municiones', me
indicaron". Gargano se presentó con el Mayor Roberto Yanzi,
de Aviación de Ejército.
Aún
desconocía que emprendería un viaje que nunca olvidaría.
Volar a Howard
El
mayor Roberto Yanzi era el segundo jefe
del Batallón de Aviación de Combate 601. Había llegado el 7 de abril a las
islas. Explicó que "teníamos que
aprovechar el viaje. Cargamos munición,
morteros y medicamentos. Y además llevamos a dos soldados del Regimiento 5.
Volarían tres helicópteros Puma y en la cola, a modo de custodia, un Augusta,
que iba artillado".
Antes
de partir, Yanzi reunió a las tripulaciones y les explicó la misión. "Yo los escuchaba, estábamos por emprender un viaje arriesgado, ya que el día anterior
los ingleses habían desembarcado en San Carlos. Los 7 u 8 minutos que nos
demandaría cruzar el estrecho serían cruciales". Partieron el 22 de
mayo.
Siempre
se hacía una escala en Goose Green, donde estaba la guarnición de la Fuerza de
Tareas Mercedes. Las naves debieron
quedarse en ese lugar porque los aviones Sea Harrier sobrevolaban
permanentemente. Yanzi pensó que volar en esas condiciones era arriesgar
demasiado.
Roberto Yanzo, de aviación de Ejército: “Cuando llegamos a Howard festejamos porque estábamos todos vivos” (Santiago Saferstein) |
"Estaba
aún fresco el recuerdo del derribo del AE 505, el 9 de mayo, donde habían
perdido la vida los tenientes primero
Roberto
Fiorito y Juan Carlos Buschiazzo y el sargento Raúl Dimotta. Además
Aviación de Ejército tenía una gran limitación, que era la escasez de
combustible", recordó Yanzi.
Además,
las condiciones meteorológicas eran
malas. La bruma y niebla era permanente. "A las 10:30 del 23 salimos. Volábamos
a un metro del piso para no ser detectados por los radares enemigos y en
silencio de radio. Cuando llegamos al estrecho vemos humeando el Río
Carcarañá" (inutilizado por dos Sea Harriers el 16 de mayo).
"Es un honor
morir con ustedes"
Cuando
estaban por terminar de cruzar el estrecho, el helicóptero artillado dió la voz
de alarma.
-
¡Aviones!
¡Aviones! ¡Al piso!
Se
acercaban dos Sea Harrier. El primer helicóptero era piloteado por el Teniente
Primero Hugo Pérez Cometto, el
segundo por el también Teniente Primero Enrique
Magnaghi y el tercero por Yanzi,
quien recordó frente a Infobae:
"Pérez Cometto, en una maniobra
sobresaliente, logra esconderse de los
aviones enemigos, mientras que Magnaghi y yo llegamos a cruzar el canal y
pudimos aterrizar. Inmediatamente, vi
una bola de fuego q salía de la nave de Magnaghi, que se había volcado. No había podido dominar el aparato que giraba
sobre su eje. Casi al mismo tiempo, los
Sea Harrier me disparan con sus cañones de 30mm, que impactaron en la cola
del aparato, que aún tenían sus rotores girando. Y ahí le ordeno a Gargano
bajar lo más rápido posible".
"Fue
un momento de mucha exaltación. Abro la compuerta, salto primero… corrimos y
nos tiramos cuerpo a tierra porque los Sea Harrier venían ametrallando", recordó
Gargano.
Los
tres estaban cuerpo tierra, entre las balas enemigas que pegaban cerca. Yanzi entonces dijo: "Denme la mano no miren para
atrás, es un honor morir en la guerra con ustedes".
"En ese momento caí en la
situación en la que estábamos. Cuando terminaron de pasar los aviones, salimos
corriendo y nos alejamos del helicóptero", rememoró el
militar.
Yanzi
no sabía qué había pasado con el resto de las tripulaciones. Hasta que se
escuchó el silbido característico del soldado
Elvio Nis, un baqueano de Paso de los Libres, que fue lo que ayudó a reunir
a las tripulaciones.
"Se imagina nuestra alegría al
saber que ningún tripulante había muerto. Magnaghi tenía una fractura de
clavícula y Godino, uno de los mecánicos, un fuerte golpe en la cabeza",
explicó Yanzi.
"Estábamos
todos vivos"
Todos
coincidieron en terminar con la misión.
Luego de que Yanzi quemara su Puma AE 500 para que no pudiera ser usado por los
ingleses. Rescató la ametralladora, y en el único helicóptero en uso, el de
Pérez Cometto, se acomodaron las demás tripulaciones y algo de la carga.
Despegaron
con la esperanza de no ser alcanzados por naves enemigas cuando llegaran a
Howard, ya que Radio Colonia informaba que Harriers habían derribado tres
helicópteros. Yanzi recordó: "Cuando llegamos fue una alegría muy
grande. Nos abrazamos, estábamos todos vivos".
En
la mañana del 26, los helicopteristas emprendieron el arriesgado vuelo de regreso a Puerto Argentino. Salieron a las 5
de la mañana. Llevaban a la Compañía Comando a un capitán de un avión que se
había eyectado.
"Fue
a suerte y verdad", admitió Yanzi. "Íbamos apretados. Volamos a
muy baja altura y pudimos aterrizar. Sin saberlo, habíamos hecho el último
vuelo a la Gran Malvina".
Pasaron
los años y Gargano se comunicó, por redes sociales, con uno de los pilotos del Sea Harrier. "Se llamaba David Morgan, a quien siempre le había quedado la duda sobre la
suerte corrida por la tripulación de los Puma. Sintió gran alivio al saber que habíamos sobrevivido".
Luchar en Howard
El
hoy teniente coronel retirado Miñones detalló que el regimiento estaba en una
situación de riesgo en caso de un ataque inglés.
"El
material pesado no se pudo cruzar. Nos faltaban piezas de artillería. Cuando
cruzamos logré llevar morteros de 81 de corto alcance y mucho tiempo el arma
pesada fueron esos morteros. Por eso se pedían los de 120. La batería de
artillería del 4 no llegó nunca".
El Sea Harrier abatido con una ametralladora fabricada en 1936. El piloto capturado no podía creer que lo hubiesen derribado con ese armamento |
Hubo que luchar con lo que se tenía.
Con ametralladoras Colt 12.7
fabricadas en 1936 se abatió un Sea Harrier y se evitó un
ataque de un helicóptero Sea King. Miñones comentó que "cuando capturamos al piloto del avión, nos contó que sintió una
lluvia de proyectiles sobre el fuselaje; no
podía creer que lo hubiésemos derribado con esa ametralladora".
Herido gravemente
La
noche del 27 de mayo, Miñones fue
gravemente herido. Sobrevivió para contarlo.
"El proyectil de una fragata que hacía un fuego de exploración me
alcanzó estando en el fondo de una trinchera. Estaba entre el Teniente
Primero Daniel Stella y el soldado
de órdenes Felipe Fernández. El impacto me expulsó 20
metros, di una vuelta en el aire y caí de espaldas, con los brazos sobre el
pecho. Me encomendé a la Virgen y recé
un Ave María, pensando que me moría. En la oscuridad me toqué la pierna
derecha, y la tenía, y cuando hice lo propio con la izquierda palpé un hueso. No
tuve ningún dolor. Me di cuenta que estaba vivo y que tenía una chance más".
En
ese ataque, también habían sido heridos los soldados Fernando Damián Francolino, Francisco Manuel Machado y Ricardo Manuel
Herrera.
"Me evacuaron a un hospital
de campaña muy rústico, que estaba a cargo del mayor médico Reale, un brillante traumatólogo. Además de la herida de la pierna, tenía una
perforación en la cadera y otra en el pecho. Con los pocos elementos que
disponía me intervino y suturó la femoral".
Cuando lo normal hubiese sido una
rápida evacuación, por la gravedad de sus heridas, Miñones relató que "durante 10 días estuve acostado sobre
una puerta, apoyada sobre dos cajones de manzanas. No había calmantes ni yeso;
aún así, los médicos se las arreglaron".
El
29 de mayo nevó por primera vez en Puerto Yapeyú. La temperatura fue de 18 grados bajo cero. El estado general de la
tropa era alarmante.
"Pero esos días fueron terribles.
Los heridos estábamos en una casilla de madera que se sacudía
ante los bombardeos. Me sentía muy expuesto ya que no podía moverme. Como
las esquirlas perforaban las paredes de madera -en una ocasión dos de ellas
pasaron al costado de mi cabeza- le pedí a mi compañero Eduardo Gassino un
casco."
Los
problemas de Miñones no terminaron ahí. "La comida era muy escasa y por mi
estado no podía comer cordero, fue Eduardo Gassino que todos los días me traía,
en una lata de gaseosa, un suerte de caldo con carne de avutarda, un ave de la
zona".
Al
fin, el 6 de junio pudo ser evacuado al
Bahía Paraíso, que había sido transformado en buque hospital. También lo
fueron los soldados Exequiel Vargas,
Eduardo Rubiolo, Mariano Leiva y Fernando Francolino.
"Cuando llegué al continente pesaba 42 kilos cuando mi peso normal
era de 68. No me dí cuenta que había bajado tanto. Tenía que recuperar peso
para prepararme a una operación grande. Estuve dos meses con un pronóstico malo
por una infección en la pierna; sin embargo, tuve otra posibilidad y
sobreviví".
Gargano y Miñones guardan un cálido
recuerdo del jefe del regimiento, Juan Ramón Mabragaña. "Brillaba por su modestia y prudencia,
por la precisión de sus decisiones, y más allá de la guerra fue un modelo de
militar y persona, se tomó en serio asistir a los veteranos, consiguiendo
trabajo, medicamentos y evacuaciones, muchas veces de su propio bolsillo.
Cosechó lo que sembró".
Los
tres entrevistados también recordaron a
los 23 tripulantes del Isla de los Estados, que murieron en la misión de
llevarle ayuda.
¿Qué es Malvinas?
Para
Yanzi: "Un sentimiento y un orgullo el haber participado".
Para
Gargano: "Sigue siendo un combate diario en el reconocimiento de los
veteranos que allí pelearon".
Para
Miñones: "Es un orgullo muy especial haber participado de esta gesta y
haber perdido una pierna. Me sirve mucho anímicamente. Lo que uno lleva muy
adentro y espera transmitir a sus hijos, es algo que cambió mi vida para
bien".
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