27 de agosto de 2020.
Puede ser que Duhalde haya sacado de la galera el conejo de un posible golpe para distraer a la sociedad de la inminente reforma judicial sin tener en cuenta que en la infausta saga de las, según él, catorce “dictaduras militares” el partero de las dos primeras haya sido un coronel fascista que desde el olimpo de la mediocridad, deshonestidad e incompetencia que ha signado a la clase política argentina, aún sigue vigente en la cabeza de un pueblo al que esa misma ralea política ha hecho -para su propia conveniencia- miserable e ignorante. Tampoco es cuestión de dramatizar ante el miedo al pasado cercano, puede ser que esta aseveración, el posible “golpe militar”, sea solo una fantasía afiebrada producto de un cerebro que poco a poco se va esclerosando.
Farrell y Perón |
En el fondo, con mayor o menor virulencia,
todo dijeron lo mismo: “nunca más un
golpe militar”, como si un golpe militar fuera el peor de los males en una
republiqueta que ha hecho de la anomia una virtud en su inicuo juego de
destruir instituciones, códigos y, por qué no, la constitución.
Hoy solo un imbécil, o un malparido que
solo quiera llevar agua a su molino, puede minimizar el riesgo casi inminente
de una guerra civil; las condiciones están dadas, a la grieta infame que desde
1983 se viene cavando en la Argentina, podemos sumar la desazón que crece en
muchos que tenían sueños, ilusiones y esperanzas y que creyeron en los que
accedieron en diciembre al poder, “devenidos
en mejores”, podían arreglar la situación malsana de la república. Hoy se
han dado cuenta que, mentiras por mentiras, ni volvieron “mejores” sino que, en un campeonato de perversos, le ganan al
macrismo por diez cuerpos.
La endémica estupidez que aqueja a los
argentinos hace que esta piara se movilice ante el anuncio de un posible golpe
militar producto más bien de una fantasía senil que de realidades y soslaya lo
que en realidad puede pasar en la Argentina: una guerra civil que venimos esquivando desde hace años. Los
políticos creen que lo mejor ante esta desgracia terminal es jugar de avestruz
y enterrar la cabeza en la arena, no ver lo evidente, escurrir el bulto ante lo
obvio. Sería bueno recordarles que hay un precedente histórico sobre gestos
como este: el 3 de julio de 1936 el primer ministro español, Santiago Casares
Quiroga, decía, en declaraciones al diario británico The Guardian, “Hoy es imposible una guerra civil en
España, ni están dadas las condiciones ni quienes atizan este delirio tienen la
mínima posibilidad de concretarlo”. Quince días después se empezaba a
contar el millón de muertos de la guerra civil.
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da
gloriam.
NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!