por Enrique Guillermo Avogadro
"Las mentes que buscan venganza destruyen los
estados,
mientras que las que buscan reconciliación construyen naciones".
Nelson Mandela
En 1975, un gobierno democrático, acosado
por terroristas que secuestraban y asesinaban a mansalva, que atacaban
cuarteles militares y ponían bombas en toda nuestra geografía, ordenó a las
fuerzas armadas aniquilar a esos subversivos que intentaban transformar a la
Argentina en un "paraíso" comunista.
Cuarenta y cinco años después, los hijos de esos mismos criminales, reciclados
como funcionarios y legisladores, parecen estar logrando su objetivo: el
kirchnerismo, en pos de la impunidad de su líder y para habilitar su venganza,
ha tomado por enemigo a la Nación y pretende aniquilarla. Y en esa guerra que
lleva adelante contra la República y la Constitución, los campos de batalla que
ha elegido son los que constituyen los cimientos sobre los cuales se
construyeron la convivencia, el progreso común, la familia, la vida y el
respeto a los más elementales derechos individuales.
En nuestro camino inexorable de decadencia,
mientras los políticos crean o agrandan cada vez más impuestos confiscatorios para
financiar su inoperancia y sus prebendas, el Estado paquidérmico que hemos
sabido darnos por este inexplicable suicidio colectivo que tanto nos esforzamos
en concretar ha hecho abandono de todas sus obligaciones básicas: salud,
justicia, seguridad, defensa y relaciones exteriores. Nadie duda, después de la
"cuareterna" más larga del
mundo que, habiendo entrado en el cuadro de deshonor de mayor cantidad de
muertos por millón de habitantes, el sistema de salud pública está quebrado y
el sector de la sociedad que puede permitírselo debe hacer frente a la medicina
privada.
Tampoco que carecemos de justicia y que, lo
poco que queda de ella, desaparecerá cuando Cristina Fernández y su esbirro
presidencial logren "reformarla"
con la indigna e inmoral complicidad de la Corte Suprema; que la inseguridad
campea por la liberación de miles de presos y que el narcotráfico ha copado
territorios y policías; que la defensa nacional no ha sido una prioridad para
los políticos que nos gobiernan desde hace 37 años y que las fuerzas armadas
tienen hoy una capacidad ofensiva comparable a los boy scouts; que las
relaciones exteriores se subordinan, siempre, a los preconceptos ideológicos
del Instituto Patria; y que ha renunciado a tener una siquiera razonable
política migratoria.
Pero, sin olvidar a las demás, la más
trágica es, sin duda, la educación pública primaria y secundaria, donde su más
eficiente sicario, Roberto Baradel, impone una devastación cultural que afecta
a los más pobres y desprotegidos, aquéllos que no tienen posibilidad alguna de
recurrir a los establecimientos privados o parroquiales para que sus hijos
dejen de ser rehenes de los delincuentes disfrazados de gremialistas. Los "maestros" se han convertido
en "trabajadores de la
educación" y, también por ideología propia y flagrante cobardía ajena,
espantan a los chicos y a sus padres, dejándolos sin clases por huelgas
permanentes y utilizan la pandemia como excusa para no concurrir a la escuela.
La brecha entre esos niños sin aulas y
aquéllos otros cuyos padres gozan del privilegio de poder pagar la enseñanza
privada se ha transformado en un verdadero abismo y condena a nuestro país a
una tragedia incomparable con cualquier país civilizado. Y esa fosa destruye,
en un mundo cada vez más exigente con los requisitos de empleo, cualquier
posibilidad de recuperar esa movilidad social que nos fuera tan característica.
La ciudadanía, hipócrita y pusilánime como siempre, no reacciona y guarda
silencio cuando el Gobierno, aliado a los gremios, permite la apertura de los
casinos de Cristóbal López y habilita el fútbol mientras demuele las bases del
genial proyecto sarmientino. Y todo eso se produce como efecto deseado del
movimiento de pinzas con el que la PresidenteVice quiere aniquilar a la
Argentina, para convertirla en un territorio poblado por súbditos muy poco
instruidos y cada vez más pobres que dependan siempre del Estado presuntamente
benefactor y en el que los únicos triunfadores sean sus propios líderes,
mamarrachos saqueadores.
Su meta es el sometimiento a China; el
sonriente Xi Jinping no se limitará esta vez a instalar una base militar en la
Patagonia -con indigna sesión de soberanía-, sino que implantará un sistema tan
extractivo como el que utiliza para expoliar al Africa Subsahariana. Y creo que
los últimos movimientos epistolares y legislativos del kirchnerismo, que tanto
complican la inversión y el crédito, tienden precisamente a justificar que el
gigante asiático se convierta en la única fuente de financiamiento, aunque ello
implique entregarle el transporte de granos en la hidrovía y la energía con las
nuevas centrales atómicas y transformar al país en un simple proveedor de
materias primas. Nada le importa a Cristina Fernández que ese camino nos aísle
definitivamente del mundo occidental ni, menos aún, que nos convierta en un
país hostil comparable a Venezuela, donde Nicolás Maduro respalda su salvaje
tiranía en los ayathollas iraníes, los barbudos cubanos y en las desafiantes
fuerzas armadas rusas.
¿Tampoco sobre estos temas tiene nada que
decir la oposición, más allá de contestar individual y puntualmente las
falsedades del relato? ¿Cuál es el plan nacional que propondrá a la ciudadanía
como una alternativa al modelo de dominación kirchnerista? Creo que la sociedad
no merece esta inopia.
Bs.As., 21 Nov 20
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