miércoles, 23 de noviembre de 2011

“Si nosotros hubiéramos tomado el poder lo hubiéramos hecho mierda...”

CLARIDAD"Desde octubre de 1975, bajo el gobierno de Isabel Perón, nosotros sabíamos que se gestaba un golpe militar para marzo siguiente. No tratamos de impedirlo porque al fin y al cabo formaba parte de la lucha interna del movimiento peronista. Pero hicimos nuestros cálculos de guerra y nos preparamos para sufrir 1.500 bajas en el primer año. Si no eran mayores, estaríamos seguros de haber ganado. Pues bien, no han sido mayores. En cambio, la dictadura está agotada, sin salida, y nosotros tenemos un gran prestigio entre las masas y somos una opción para el futuro inmediato". [De un reportaje a Mario Firmenich realizado por Gabriel García Márquez en 1979]

 “Por eso las "revoluciones" fracasaron y al ideal de una sociedad libre lo ahogaron en sangre. Es cierto que el capitalismo, como dijo Marx, desde su nacimiento chorrea sangre por todos los poros. Lo que ahora sabemos es que también al menos ese "comunismo" nació y se hundió chorreando sangre por todos sus poros”. Tomado de Carta de Oscar del Barco.




“Si nosotros hubiéramos tomado el poder lo hubiéramos hecho mierda...” frase atribuida a Rodolfo Galiberti por sus biógrafos, Marcelo Larraquy y Roberto Caballero.

Basta con interpretar correctamente la ideología comunista que manejaba las mentes de los terroristas sesentistas y anteriores para saber cual hubiera sido el posible destino de nuestro país, si las organizaciones terroristas conquistaban el poder por la violencia de las armas… campo en el que fueron vencidos por los Soldados de la Nación, quienes cumplieron la orden de “aniquilarlas” emitidas  por las máximas autoridades políticas del poder en ejercicio en esa época.

Hemos querido recrear el horror que hubiera sufrido la Patria, trayendo a la memoria de los argentinos las más brutal dictadura comunista, fuera de la ex U.R.S.S., que gobernó Camboya con la máxima crueldad, dejando millones de muertos. Esta excusa nos la brindó el inicio del segundo juicio contra los Khmeres Rojos de Camboya, también conocido como Jemeres Rojos o Khmer Rouge. Elija usted bajo que régimen hubiera preferido vivir... si es que cree que los comunistas le darían esa oportunidad. En los lugares donde gobernaron están siendo juzgados, no solo por todos los crímenes que cometieron, si no también por corrupción. ¿Le resulta familiar?


Constituido como el brazo armado del Partido Comunista de Kampuchea (Camboya) en 1967 inició muy pronto la guerra de guerrillas contra el régimen del Príncipe Norodom Sihanouk. Tras ser este derrocado por un golpe de militares de extrema derecha, los Khmer Rojos se aliaron con el depuesto príncipe y con la ayuda de Vietnam del Norte iniciaron su crecimiento en los primeros años de la década de los setenta.

El paulatino control de mayores áreas del país llevó a los Khmer rojos a lanzar la ofensiva final contra la capital del país, Phnom Penh, conquistada finalmente el 17 de abril de 1975. El régimen de los Khmer Rojos, bajo la dictadura de su líder Pol Pot, constituyó uno de los más crueles ejemplos de dictadura comunista en el siglo XX.


Se calcula que más de millón y medio de camboyanos perdieron la vida durante los escasos cuatro años que estuvieron en el gobierno. La clase media profesional y técnica fue prácticamente exterminada.

Aliados de la China comunista, sus relaciones con el Vietnam prosoviético fueron deteriorándose hasta que finalmente una invasión vietnamita depuso a los Khmer rojos del poder. En adelante, la guerrilla Khmer se retiró a zonas aisladas y remotas del país donde fue languideciendo entre la indiferencia popular. Las disensiones internas culminaron cuando en 1997 Pol Pot, su histórico líder, fue arrestado por sus propios compañeros, juzgado y condenado a cadena perpetua. Pol Pot murió poco después.



La Fiscalía acusa a los Jemeres Rojos de hacer de Camboya «un campo de concentración masivo»


Ancianos ya, cuatro cabecillas son juzgados por el exterminio de dos millones de personas entre 1975 y 1979 bajo el régimen de Pol Pot


PABLO M. DÍEZ / CORRESPONSAL EN ASIA
Día 21/11/2011 - 16.58h

Arranca el segundo juicio contra los Jemeres Rojos de Camboya

«El Partido Comunista de Kampuchea convirtió Camboya en un campo de concentración masivo, produciendo así una nación entera de prisioneros viviendo bajo un sistema de brutalidad». Así de contundente se ha mostrado este lunes la Fiscalía en el arranque del juicio contra el despiadado régimen de los Jemeres Rojos (1975-79). Más de tres décadas después, Camboya vuelve a asomarse al horror de los «Campos de la Muerte» para ajustar cuentas con su traumático pasado. Ancianos ya, cuatro de sus principales cabecillas están siendo procesados ante un tribunal internacional de la ONU por crímenes de guerra y contra la humanidad, genocidio, torturas y persecución religiosa.

Con su principal líder, Pol Pot, muerto desde 1998, los acusados son Nuon Chea, de 84 años, ideólogo y número dos del régimen; Khieu Samphan, de 79 y antiguo presidente de la República Democrática de Kampuchea; Ieng Sary, de 85 y ex ministro de Exteriores; y su esposa, Ieng Thirith, de 79 y responsable entonces de asuntos sociales. Un cargo que suena a broma macabra porque, durante los cuatro años que los Jemeres trataron de imponer una utópica sociedad agraria en Camboya, murieron dos de sus siete millones de habitantes por ejecuciones sumarias, hambre, extenuación o precarias condiciones sanitarias. Enferma de Alzheimer, Ieng Thirith no podrá asistir a la vista oral para responder ante la justicia por el horror que sufrió Camboya en los años 70.

Tras ocho años de guerra civil y una explosiva situación política marcada por la guerra en la vecina Vietnam y el golpe de Estado del primer ministro Lon Nol que derrocó al rey Norodom Sihanouk en 1970, la insurgencia comunista de los Jemeres Rojos, apoyada por la China de Mao y el exiliado monarca, tomó Phnom Penh el 17 de abril de 1975. Empezaba así el horrendo «Año Cero» que Pol Pot implantó en Camboya, y que devolvió el país a la Edad de Piedra, con la complicidad de los cuatro últimos gerifaltes que aún quedan con vida.
Entre 15.000 y 20.000 detenidos pasaron por la siniestra prisión de Tuol Sleng.

Los cuatros imputados se declaran inocentes, pero este nuevo juicio es la continuación del proceso que condenó a 35 años de cárcel a Kaing Guek Eav, alias «Duch», por sus torturas durante los interrogatorios en la antigua escuela de Tuol Sleng. Reconvertida en la Oficina de Seguridad 21 (S-21), una siniestra prisión hoy abierta a los turistas, por allí pasaron entre 15.000 y 20.000 detenidos. De ellos, sólo sobrevivieron una veintena de afortunados. De las víctimas se guarda un recuerdo muy especial en el museo del genocidio en que se ha transformado la cárcel: sus retratos. En terrorífico blanco y negro, miles de detenidos fueron fotografiados al llegar a S-21, donde se les marcaba con un número y la fecha de detención. Estas fotografías son, al mismo tiempo, espeluznantes e hipnóticas porque muestran una amplia tipología humana, que va desde adultos hasta ancianos y niños, caracterizada por un sentimiento común: el miedo y la aniquilación absoluta de su individualidad.

Crueldad sin límites
Igual de sobrecogedores son los cuadros de torturas pintados por  uno de los supervivientes, Van Nath, quien falleció el pasado mes de septiembre. Durante su confinamiento en la cárcel S-21, salvó la vida gracias a su habilidad con los pinceles, ya que el régimen lo escogió para que pintara los retratos de Pol Pot como consecuencia de esa otra característica común a toda dictadura: el culto a la personalidad.


«Los prisioneros no chillarán cuando reciban latigazos», imponían las normas del centro

La otra es la crueldad sin límites, como demuestra una de las normas del decálogo del centro: «Los prisioneros no chillarán cuando reciban latigazos o electrochoques». La paranoia del Jemer veía enemigos por todas partes y cualquier método era bueno para descubrir a los traidores, como propinar brutales palizas, arrancar con tenazas las uñas o los pezones de las mujeres, aplicar electrochoques en los oídos o colgar a los detenidos boca abajo en la barra de gimnasia del colegio y luego zambullirlos en tinajas llenas de agua.

Para impedir el suicidio de los presos que no podían seguir resistiendo las torturas, incluso cubrieron con una alambrada el edificio de las celdas. Los Jemeres disponían sobre la vida y la muerte y nadie más que ellos podía decidir cuándo había llegado la hora.


REUTERS
Imagen de la vista por el juicio contra el régimen de los Jemeres Rojos, este lunes
Y la hora llegaba, una o dos veces por semana, al filo de la medianoche, cuando, después de seis meses de interrogatorios y palizas, los prisioneros eran montados en camiones y trasladados al «campo de la muerte» de Choeung Ek, a 15 kilómetros de Phnom Penh. Atados en fila india y con los ojos vendados, allí eran liquidados uno tras otro por los verdugos, que los golpeaban con una azada o una caña de bambú y luego los remataban cortándoles el cuello. «Yo maté a miles de personas porque, de haberme negado, me habrían asesinado a mí también», confesó a ABC uno de estos verdugos, Him Huy, durante la vista oral celebrada contra «Duch» en febrero de 2009. Mientras sonaban los himnos revolucionarios de Angkar, como se conocía popularmente en jemer a la desquiciada Organización liderada por Pol Pot, otros verdugos estrellaban los cuerpos de los bebés contra un árbol y luego los lanzaban a las fosas comunes.


Atados en fila india y con los ojos vendados, eran liquidados uno tras otro por los verdugos

En total, en Choeung Ek se han descubierto 129 fosas, de las cuales se han abierto 89, y se han hallado 8.895 cadáveres. A fecha de 2001, por toda Camboya se habían localizado 343 “campos de la muerte”, 19.440 fosas comunes, once millones de minas y 167 prisiones.

Para honrar a las víctimas de esta locura, que terminó cuando el Ejército de Vietnam “liberó” Camboya y desalojó a los Jemeres del poder en enero de 1979, en Choueng Ek se ha levantado un tétrico mausoleo con forma de estupa repleto de calaveras. En Camboya, hasta los homenajes huelen a muerte y destrucción.

Aunque los juicios contra los Jemeres pretenden ser una especie de catarsis colectiva, en este paupérrimo país del Sureste Asiático siguen conviviendo víctimas y verdugos. Raro es el camboyano que no perdió a cinco, diez, quince o veinte familiares durante aquella época. Y raro es el funcionario de la Administración o político que no formó parte de Angkar, como el primer ministro Hun Sen, quien desertó a Vietnam antes de la caída del régimen, lleva en el poder desde 1985 y ha hecho todo lo posible por demorar el juicio.

Más de 100 millones desde 2006
Auspiciado por la comunidad internacional, el proceso judicial contra los Jemeres Rojos llega tarde e incompleto, pero sigue levantando ampollas en la sociedad camboyana. Sobre todo cuando los familiares de las víctimas contemplan espantados los polémicos escándalos de corrupción que han salpicado al tribunal, en el que la ONU ha gastado más de 100 millones de euros desde 2006 para que los Jemeres Rojos comparezcan ante la justicia y la historia.

En total, sólo cinco acusados de avanzada edad para responder por el exterminio de millones de vidas, lo que ha frustrado a la sociedad camboyana porque Pol Pot falleció hace trece años y el responsable militar de los Jemeres, Ta Mok «El Carnicero», murió en 2006 mientras esperaba a ser juzgado.

En las Cámaras Extraordinarias de los Tribunales de Camboya, el Caso 001 contra «Duch» acabó en condena. Ahora empieza el Caso 002 contra los últimos altos cargos del régimen de Pol Pot, pero todos dudan de que haya un Caso 003 aunque todavía queden vivos muchos antiguos Jemeres Rojos en Camboya.

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