Cualquier parecido
con la Argentina… no es pura coincidencia, el esquema del poder para perseguir
a quienes le molestan, tiene características similares a las nuestras: los
acusan de supuestos crímenes de lesa humanidad ocurridos hace 40 años. Aquí el
matrimonio Kirchner usó esa perversidad para ‘aniquilar’ a las Fuerzas Armadas,
siguiendo lo establecido en el Foro deSan Pablo, allá el poder lo está usando para desembarazarse de quienes no
piensan como él. También disponen de una justicia obediente que lleva adelante
los juicios de lesa humanidad y la máxima pena es la condena a muerte, una vez
cumplida ya no tiene retorno… acá los dejan morir de prisión.
La comunidad
internacional deberá mirar con detenimiento esta forma de gobernar, abusando
del poder mediante la venganza o la silenciación de la disidencia… es
inadmisible decir que se vive en democracia, cuando se oprime a un sector de la
población. La justicia doméstica no ofrece soluciones.
Sinceramente,
Pacificación
Nacional Definitiva
por
una Nueva Década en Paz y para Siempre
LOS
JUICIOS DE LESA HUMANIDAD COMO “ARMA POLÍTICA”
por Emilio J.
Cárdenas Ex Embajador de la República Argentina ante Naciones Unidas
Bangladesh es a la
vez una nación vieja y un país joven. Su historia, si nos remontamos al antiguo
estado de Banga, es realmente profunda, desde que tiene varios miles de años.
Gran Bretaña, como
potencia colonial, la bautizó ‘Bengal’, en el siglo XVII. Luego, a mediados del
siglo XX, fue denominada ‘Bengal Oriental’, después de la partición con India.
Concretamente en 1947. Para enseguida cambiar otra vez de nombre y pasar a ser
‘Pakistán Oriental’, cuando se creara Pakistán, en 1956. Finalmente, en 1971,
se independizó y desde entonces el país se denomina ‘Bangladesh’, que quiere decir
‘la tierra de los que hablan el idioma bengalí’.
Pese a que su
población es étnica y culturalmente homogénea, políticamente Bangladesh está
dividida en partidos que desde hace rato no se respetan, ni toleran entre sí,
con tendencia a la arrogancia en el discurso y a la violencia en los hechos. El
83% de su población es musulmana y el 16% hindú.
Como sociedad,
Bangladesh conoce el hambre y la pobreza y, por razones climáticas, es
castigada con frecuencia por los desastres naturales. No obstante, en las últimas
dos décadas, su situación social ha mejorado algo. La desnutrición y la
mortalidad infantil han disminuido. Y al mismo tiempo han crecido los
porcentajes de alfabetización y la expectativa de vida al nacer. En el conocido
‘Índice de Desarrollo Humano’ del PNUD, sobre 186 países analizados Bangladesh
ocupa el lugar número 146, con 69 años de expectativa de vida al nacer y un
ingreso per cápita promedio anual de apenas unos 1.785 dólares. Su población es
de 150 millones de almas.
En lo económico,
Bangladesh es, con China e Italia, uno de los mayores exportadores del mundo de
prendas de vestir. En los últimos tiempos, algunos incidentes graves han
demostrado sus tremendas falencias en lo que a normas de seguridad en el
trabajo se refiere. Sin ir más lejos, el pasado mes de abril la caída de un
edificio de una empresa dedicada a la producción de ropa dejó un saldo de
horror: más de mil muertos, que quedaron de pronto atrapados o sepultados entre
los escombros.
Un
arma abusiva
En el escenario de la
política doméstica, las cosas se están complicando y el gobierno ha comenzado a
usar hipócritamente, las investigaciones de presuntos crímenes de lesa
humanidad como ‘arma’ para perseguir a la oposición. Esto es abusar de los
derechos humanos y utilizarlos con perversidad para intentar destruir a quienes
disienten con el gobierno hoy encabezado por Sheikh Hasina, el líder de la
‘Liga Awami’.
El instrumento
concreto de persecución utilizado a ese efecto es el ‘Tribunal de Crímenes
Internacionales‘, una institución desprestigiada que, pese a su pomposa
denominación, es –en verdad– un tribunal doméstico más.
Recientemente acaba
de condenar a muerte a Salauddin Quader Chowdhury (foto), un legislador que
pertenece al ‘Partido Nacionalista’ de Bangladesh, esto es a la oposición. El
sentenciado fue acusado de haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la
guerra que terminara con la declaración de independencia respecto de Pakistán,
en 1971. Hace más de 40 años entonces. Los crímenes por los que se lo condenara
velozmente incluyeron las torturas y el genocidio. La prueba realizada no tuvo
la contundencia necesaria y dejó muchas dudas flotando. El mencionado
parlamentario es la séptima persona que recibe una condena del ‘Tribunal de
Crímenes Internacional’ de Bangladesh.
La manipulación
artera de los derechos humanos para destruir a la oposición ha generado
protestas por parte de los activistas en materia de derechos humanos.
Particularmente porque existe la sensación de que las causas iniciadas se están
acelerando para sacar tratar de del mundo de la política a algunos líderes
opositores prominentes o para desprestigiarlos para siempre, antes de que se
lleven a cabo las próximas elecciones nacionales, previstas para enero de 2014.
Hay sospechas serias
–y graves– en el sentido que la condena a muerte del parlamentario antes
mencionado ha sido escrita en el ámbito del Poder Ejecutivo o, por lo menos,
sometida a su revisión y comentarios por parte de los magistrados actuantes,
antes de ser dictada.
Hipotecando el futuro
El enfrentamiento
político tiene curiosamente como protagonistas centrales a dos mujeres, la
mencionada Sheikh Hasina, por una parte. Y, por la otra, a la líder de la
oposición: Khaleda Zia, a quien las encuestas dan como probable ganadora en los
próximos
comicios.
El partido de
gobierno, mientras utiliza al poder judicial para perseguir a la oposición
imputando presuntos crímenes de lesa humanidad cometidos a la década del 70,
detiene, en paralelo, a los líderes cívicos de los movimientos que defienden
los derechos humanos y a sus principales críticos, incluyendo a Muhammad Yunus,
que recibiera el Premio Nobel de la Paz por su labor pionera en el campo de los
micro-préstamos y que pareciera ahora estar contemplando la posibilidad de
ingresar de lleno al mundo de la política.
Ante su situación de
debilidad, el gobierno ha comenzado –queda visto– a agitar tácticamente lo
relativo a los crímenes aberrantes cometidos por los militares paquistanos y
sus aliados fundamentalistas (el Jamaat-e-Islami) en la década de los 70.
Frente a ello, lo que genera la mayor repulsión es el manoseo del Poder
Judicial, hoy abiertamente politizado, que de pronto es utilizado como arma
para dañar a la oposición.
El tema es grave, no
solo por lo que significa, esto es por el bastardeo de los derechos humanos.
También por lo que con él pueda suceder en el futuro, desde que nada asegura
que si el ‘Partido Nacionalista’ de Bangladesh, como se espera, se impone en
las próximas elecciones, no dude en utilizar, él también, esta misma mecánica
para perseguir a los líderes del actual oficialismo. Demostrando cuan cierto
puede ser aquello tan sabio de que la maldad termina, con frecuencia, bebiendo
la mayor parte de su propio veneno.
Pese a que Bangladesh
no es ciertamente el único país del mundo en el que un gobierno abusa del Poder
Judicial para acusar y perseguir por presuntos crímenes de lesa humanidad a los
líderes de la oposición o a sus adversarios, lo cierto es que lo que allí
sucede se está transformando en una creciente preocupación internacional. Es
una expresión de lo que el buen penalista Daniel R. Pastor, en una obra
reciente referida a nuestro propio ámbito llama el ejercicio del ‘poder
falsificador‘ donde la labor judicial, distorsionada, se amolda a la verdad del
poder de turno, el ‘falsificador’.
FUENTE:
http://www.cronista.com/opinion/Los-juicios-de-lesa-humanidad-como-arma-politica-20131017-0035.html
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