Queridos amigos:
Se atribuye el
apelativo de “monje negro” a Girolamo
Savonarola, un monje italiano del
siglo XV, famoso por incentivar la quema de objetos considerados símbolos de la
riqueza y la corrupción de las costumbres en las denominadas “hogueras de las vanidades”. Finalmente
sus diatribas, que sumaban críticas al poder
y a las jerarquías eclesiásticas,
ofendieron a tal punto al papa
Alejandro VI, que luego de ordenar su excomunión terminó por hacerlo
torturar y ejecutar haciendo arrojar sus cenizas al río Arno. Distante de la
historia original del infortunado Savonarola,
el término “monje negro” se ha
impuesto para designar a personajes que sin ocupar cargos relevantes en el
esquema de autoridades de una nación
tienen una influencia decisiva sobre los gobernantes, al punto de constituirse en los verdaderos poderes que, desde las sombras, son responsables
de las más importantes decisiones de Estado.
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Girolamo Savonarola |
En un gobierno tan
personalizado como el ejercido por la señora
Cristina Fernández de Kirchner, la
existencia de personajes a quienes se les atribuye la función de “monje negro” es tan natural como
ineludible, ya que la falta de ministros con formación profesional y prestigio,
sumada a la inexistencia de reuniones de gabinete o su equivalente, hace suponer que los
órganos institucionales de asesoramiento son suplidos por individuos con
influencia personal y directa sobre la señora
presidente. Los medios han sospechado que desde la muerte
de Néstor Kirchner ese rol es ejercido por Carlos
Zaninni, Secretario Legal y Técnico de la presidencia, pero también han
mencionado al periodista Horacio
Verbitski, al hijo de la señora
presidente, a diversos empresarios y a representantes
de las organizaciones vinculadas a las bandas setentistas que actualmente
se dedican a reivindicar sus derechos
humanos. Todas estas cuestiones que se comentaban íntimamente en los ambientes
políticos y periodísticos han adquirido de pronto singular importancia con la
internación y posterior operación que esta semana, apartó temporalmente a la señora presidente del ejercicio de sus
funciones.
La
falta de funcionamiento de las organizaciones e instituciones de la república
se hizo evidente hasta la estridencia. La noticia de que la
presidente había sufrido una caída y un golpe capaz de generar un derrame en su
cráneo había sido ocultada. Cuando la gravedad de sus síntomas hizo imprescindible hospitalizarla,
el diagnóstico inicial fue acompañado por la noticia de que Cristina Fernández debía permanecer un
mes en reposo pero apenas un día después, mientras el vicepresidente en ejercicio de la presidencia descartaba toda
incertidumbre, la presidente tuvo que
ser internada nuevamente y operada de urgencia ante la sorpresa de la opinión
pública y el desconcierto periodístico.
Como en tantas otras
áreas de la vida nacional, la acumulación de mentira sobre mentira hace presa
de la confianza y resalta la imagen de un gobierno con un círculo oscuro,
poblado de “monjes negros” que
manejan la información y a la misma presidente según sus objetivos políticos y electorales,
sin el menor respeto por la verdad ni por los ciudadanos que tienen el derecho a acceder a ella, cuando de
los asuntos públicos se trata.
Según el mandato
constitucional (Artículo 88) “En caso de enfermedad, ausencia de la
Capital, muerte, renuncia o destitución del Presidente, el Poder Ejecutivo será
ejercido por el vicepresidente de la Nación”. En virtud de este mandato el señor Vicepresidente, Amado Boudou, asumió la presidencia
con acta de traspaso pero también con algunos resquemores ineludibles. Amado Boudou tiene numerosas causas
pendientes en la justicia y las encuestas muestran que tiene una imagen
sumamente negativa en la opinión pública. Amparado en la presunción de
inocencia, nada impide legalmente que reemplace a la presidente pero su
situación no es cómoda, ni goza de un prestigio que le facilite el ejercicio de
su función. Hay una tarea en particular que la señora presidente ha tomado como propia, aunque debería haber sido ajena a
sus funciones habituales, que es la de llevar adelante la campaña electoral de
sus candidatos a legisladores utilizando en forma indebida los actos públicos e
inauguraciones, difundidos por televisión e incluso por cadena nacional. Esta
faceta se ha transformado en todo un problema ya que si el señor Boudou la lleva a cabo, su mala imagen perjudica la causa que
pretende defender y si la elude, hace evidente lo errónea que resultó su elección como vicepresidente decidida en
forma personal e inconsulta por la señora Cristina Fernández. De este modo, el gobierno se retuerce
entre sus internas y sus laberintos pero
sin tener en cuenta que de la gestión, esa gestión imprescindible en momentos en que hacen falta decisiones y
acciones positivas, no hay quien se
ocupe con eficacia.
Concentrados en la
recuperación de la salud presidencial nada hacen ministros, secretarios y
monjes negros por atender, por ejemplo, el crecimiento incontenible de la inflación
que se ha ensañado en el área alimentaria. Es cierto que tampoco el tema es
debidamente encarado cuando la señora
presidente está en funciones y que ella es la primera en negar la
existencia del fenómeno, pero ahora la pérdida de influencia del Secretario Guillermo Moreno parece
haber borrado el último dique de contención. El otro gran tema que envenena diariamente nuestra vida es la cuestión
de la inseguridad. A los brutales y consabidos crímenes en ocasión de robo,
se han sumado las desapariciones cada vez más frecuentes de mujeres jóvenes
vinculadas al auge de la trata de personas y la circulación impune de la droga.
La osadía de los delincuentes que roban en proximidades de comisarías o escapan
de ellas o de los penales con sorprendente frecuencia y facilidad, hemos
agregado esta semana atentados a figuras políticas tales como el gobernador de Santa Fe, cuyo domicilio
fue baleado, y el ataque al ex
gobernador radical chaqueño Angel Rozas, que éste atribuye a un grupo afín
al oficialismo de su provincia.
Es absurdo suponer
que este clima de violencia e impunidad
se soluciona con el traslado de gendarmes de la frontera al conurbano, como
planteó el oficialismo, o con la masiva creación de policías municipales con
formación, interoperabilidad y presupuestos inciertos, que parece ser la
propuesta de moda en la campaña electoral. Lo que se requiere son soluciones de fondo que comienzan por ubicar
a las autoridades priorizando los derechos del ciudadano que cumple la ley por
sobre los que eligen violarla y
delinquir, devolviendo facultades de prevención a la policía, siendo
implacables con los políticos y funcionarios que protegen a barras bravas,
traficantes y demás organizaciones delictivas por acción u omisión y
promoviendo en la sociedad la cultura
del orden, el trabajo y el respeto a las autoridades y las instituciones como
condición ineludible para la vida comunitaria.
La enfermedad
presidencial ha dado también una sensación de urgencia a los proyectos
presidenciales del Gobernador Scioli
y del Intendente Massa. Sin embargo,
tanto ellos como otros postulantes ajenos al justicialismo como Macri, Cobos o Biner, tienen
por delante todavía una dura elección el 27 de Octubre, un largo mes hasta la
conformación de las nuevas bancadas en el Congreso y un extenso período de dos
años en condiciones muy críticas para el país, tiempo en el que pueden modificarse
todos los proyectos y los sueños. Esta
semana el gobierno se apresuró a lograr la aprobación del presupuesto en el
Senado, la ley de emergencia económica
por dos años y el control del impuesto al cheque, lo que demuestra su intención
de dar batalla hasta el final, tratando de controlar todos los resortes del
poder hasta el último día de su mandato. Pero atención, que aspectos como la crisis energética ya llevan a hablar
de importar petróleo y que la Corte
Suprema de EUA rechazó la segunda de las tres oportunidades en que podría
tomar el caso de la deuda argentina con los tenedores de bonos, lo que sigue
empujando hacia un final con riesgo de
un nuevo "default" o al menos con pérdidas sustanciales de
reservas. Es posible que finalmente,
oficialismo y oposición tengan que convivir con una crisis que los pondrá a
trabajar por la supervivencia antes que por las estructuras de poder.
Una de las cuestiones
en que tenemos plena coincidencia en nuestra campaña electoral en Unión con Fe, es que la
Argentina tiene los recursos básicos para modificar su situación de crisis y
decadencia y que el gran obstáculo
son las equivocadas políticas públicas del oficialismo que perjudican a los
factores de producción, aíslan al país y solo favorecen a quienes desde la
corrupción o la conveniencia buscan el enriquecimiento personal y sectorial con
la excusa de encarar una revolución que
solo existe en el discurso falaz y autoritario.
Basta haber observado
el video que ha circulado en las redes sociales en donde se ve y escucha al candidato oficialista Juan Cabandié
pretendiendo amedrentar a un agente de
la ley, que le pedía ciertos papales necesarios para circular, con el
argumento de ser hijo de desaparecidos, para materializar cuáles son los
artilugios de que se valen estos funcionarios para tratar de imponerse ante una sociedad que cada vez está
menos propicia a dejarse engañar y atropellar. O podemos indignarnos con la
torpe actitud de Hector Timerman, Ministro de Relaciones Exteriores, que
con el alegado propósito de mejorar la tensa relación con Uruguay por el tema
del aumento de producción de la pastera, no tuvo mejor idea que darle dos días
al presidente del país vecino para cambiar su posición, so pena de llevar el
caso a la Corte de la Haya, lo que sonó a un “ultimátum” que obviamente el gobierno uruguayo rechazó. Este
ejercicio del autoritarismo, tanto en lo cotidiano como en lo institucional, es
un pecado imperdonable que va destruyendo las relaciones internas e
internacionales y cerrando el camino a los acuerdos y las coincidencias en los
momentos en que más las necesitamos.
Mientras en el círculo oscuro del gobierno los “monjes negros” discuten cómo disimular
el vacío de poder y seguir gobernando a nuestro país en forma autoritaria y
monolítica, desde una institución doctrinariamente vertical como es la iglesia
católica el Papa Francisco, nacido y
criado en la Argentina, pero con valores muy ajenos a los de quienes nos
gobiernan, proclama que “la uniformidad
mata la vida de la iglesia, que es variedad”. Hermosa sentencia que nos
permitimos extender a la vida de nuestra república y a la vida en comunidad en
cualquier ámbito. Es con la confluencia de pensamientos diversos, con respeto por todos los que tienen honestidad y vocación de servicio como premisas
básicas y con la transparencia para encarar la acción pública, con lo que
podremos construir un proyecto de
futuro. No queremos un país conducido
por figuras mesiánicas y manejado desde las sombras por “monjes negros”. Queremos la luz de la verdad que es condición
imprescindible para una verdadera democracia y que esperamos florezca después
de que las elecciones de Octubre barran con los sueños de un poder absoluto y
totalitario, provenga de quien provenga.
Un abrazo para todos,
Juan
Carlos Neves, Nueva Unión Ciudadana
www.nuevaunionciudadana.org
Twitter @NevesJuanCarlos
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NOTA:
Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
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