domingo, 24 de julio de 2016

INMOLACIÓN


"Nada hay más injusto que condenar a un inocente" reza una máxima intachable. Salvo, claro está, "el condenar a miles de inocentes". Cuando la Justicia, ese aparato costosísimo que sostenemos los contribuyentes, se usa para impartir injusticia, estamos en problemas. Así viene sucediendo en nuestro país desde hace doce años, sin que la sociedad haya protestado en la dimensión que merece la feroz ignominia. Ni un solo diputado o senador nacional ha hecho sentir su voz para denunciar la persecución política y la denegación de justicia que sufren los ciudadanos que son acusados, encarcelados y/ o condenados por lesa humanidad. Más bien, miran para otro lado o actúan como cómplices. También hay que pasar horas y horas buscando en Internet para encontrar algún artículo que se ocupe del problema; por lejos, el más sombrío que acucia a la Argentina. La prensa también es cómplice. Tanto, que miente acerca de que son treinta mil los desaparecidos y calla, como si no hubieran existido, a las víctimas de la subversión. Dadas así las cosas, al que sufre la persecución del Estado y la indiferencia de la sociedad no le queda otra que aceptar mansamente el calvario o inmolarse.

El general de división (RE), Eduardo Rodolfo Cabanillas, de 74 años, ha comenzado una huelga de hambre el 13 de este mes. Perdidas las esperanzas de que el nuevo gobierno responda de algún modo a la situación desesperada de los presos políticos, ha decidido jugar a cara o cruz su suerte. No justificamos su decisión, pero la comprendemos, porque ¿qué se puede esperar de un Poder Ejecutivo cuya Secretaría de Derechos Humanos se constituye como enemigo de aquellos a quienes debe asistir y de jueces que condenan sin pruebas?

Cap. Rodrigo A. Caro Figueroa (RE)
DNI 14.022.309


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