Por
María Lilia Genta
Sería
bueno, quizás, y lo esperamos -¿contra toda esperanza? -, que se abran también
otros Archivos vaticanos, los correspondientes a la Argentina anteriores al año
1976. Tal vez se conocerían datos sobre los asesinos de los “muertos que nunca existieron”: la
hijita del Capitán Viola, los soldaditos de Formosa, los profesores católicos
Genta y Sacheri y muchísimos más.
Especial
interés reviste el período que va de los años 60 al ’76, años de gestación y
luego de ejecución de la Guerra Revolucionaria en nuestro país. Es casi seguro
que existe, al respecto, una abundante documentación y que allí se encontrarán,
entre otras cosas, las prédicas de los teólogos de la liberación, de los muchos
curas y cinco obispos tercermundistas, que con absoluta dedicación y empeño
pudrieron las cabezas de tantos amigos nuestros mandándolos a matar y a morir
por las banderas del marxismo bautizado. Mandándolos, en realidad, al horror ya
que no sólo mataron sino que cometieron numerosos secuestros sometiendo a
torturas increíbles, en algunos casos durante meses, a sus víctimas.
¿Podremos
esperar, también, que la Jerarquía de la Iglesia pida perdón por las palabras y
las acciones de esos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que
reemplazaron la Biblia por El Capital?
En
mi experiencia personal encuentro algunos cambios de actitud que me
desconciertan. Un 27 de octubre, aniversario de la muerte de mi padre, me llamó
por teléfono -a las nueve de la mañana- el Cardenal Bergoglio, hoy Papa
Francisco, para saludarme y decirme que había ofrecido la misa de ese día por
papá. Beau geste. Pero tan distinto, tan opuesto a su reiterada negativa de
recibir a los familiares y abogados de los militares presos en condiciones
infrahumanas (sobre todo en lo que hace a la atención médica: han muerto más de
trecientos). ¿A ellos no los comprenden los derechos humanos? Pienso -y muchos
comparten este pensamiento- que para la mayoría de estos presos la prisión es
su último acto de servicio en defensa de la Nación Argentina contra el terrorismo
marxista gestado en la Unión Soviética y lanzado desde la cabecera de playa que
fue Cuba.
Pero
para la política vaticana, parece que nada de esto cuenta. ¿Acaso también ella
está aquejada de una “visión hemipléjica”
de la historia argentina reciente, visión que se repite en otros países de
Iberoamérica? ¿Cómo entender lo de Colombia y Venezuela? ¿Las FARC antes que
Uribe? ¿Maduro sí, la oposición no?
En
este panorama de soledad y de tristeza ocurren, pese a todo, hechos
extraordinarios que a lo mejor harán reflexionar a muchos confundidos y mover
la voluntad de quienes toman las decisiones en la Iglesia.
El
Presidente de Perú acaba de consagrar a su Patria al Sagrado Corazón de Jesús y
al Inmaculado Corazón de María y ha pedido perdón por todas las veces que se ha
violado y desobedecido la Ley de Dios.
Aquí,
en nuestra Argentina, ha sonado como una clarinada la arenga que el Teniente
Coronel Nani (herido y condecorado en las dos guerras) pronunció en el Colegio
Militar de la Nación en el acto conmemorativo de los cincuenta años de su
Promoción. Con valentía y lucidez reivindicó las razones de la guerra contra el
terrorismo marxista y homenajeó a los muertos y a esos heridos que son, hoy,
nuestros presos.
Un
buen gobernante siempre renueva la esperanza.
La
voz de un buen soldado siempre reconforta.
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