PRESENTACIÓN. Los autores Martínez y De Beitia y las víctimas Ibarzábal, Paz y Picón expusieron en el auditorio. la gaceta / foto de inés quinteros orio |
"Mi alma está
mutilada. No se olviden de nosotros. Somos víctimas del terrorismo en un
Gobierno democrático (por el de María Estela Martínez de Perón)”. Eugenia Paz
instó así a los tucumanos a “tener memoria”. Relató por primera vez en público
el asesinato de su padre y el calvario de su familia. El reconocido ingeniero
tucumano José María Paz, entonces presidente de la Compañía Azucarera
Concepción, fue asesinado por Montoneros en 1974 en un intento de secuestro. La
trágica historia es una de las 10 incluidas en el libro “El otro demonio. Las
víctimas olvidadas de la guerrilla en los 70”, que fue presentado en la
provincia y que incluye hechos registrados antes y durante el “Operativo
Independencia”.
El acto se realizó la
noche del miércoles en uno de los salones del Hotel Carlos V, que estuvo
colmado. Además de Paz, contaron sus vivencias Silvia Ibarzábal (hija del
coronel José Ibarzábal, asesinado por el ERP en Buenos Aires en 1974) y María
Cristina Picón de Viola (viuda del capitán Humberto Viola, acribillado junto a
su hija María Cristina, de tres años, por el ERP también en 1974).
Convocatoria
La periodista Luz
García Hamilton estuvo a cargo de dar la bienvenida y de presentar a los
autores de la obra, los periodistas Agustín De Beitia y Jorge Martínez. Afirmó
que el objetivo final del encuentro era aportar para “tratar de lograr una
pacificación del país desde la verdad” y agradeció al Centro de Estudios
Históricos de Salta por la convocatoria. Martínez explicó que la intención del
libro fue contar las historias y vidas de las “familias que fueron golpeadas
por las agrupaciones armadas de izquierda y cómo se transformó la vida
familiar”, consignó. De Beitia afirmó que el disparador fue, hace 10 años, el
30° aniversario del Golpe. “El recuerdo había sido omnipresente, pero
unidireccional. Presentaban al Golpe como una cosa sin nada que lo hubiese
precedido. Había una parte de la verdad que se estaba ocultando. Hablar de
estos temas resulta curioso, ingrato o novedoso para los jóvenes que, por la
persistencia de un sólo relato, no han escuchado hablar de estas víctimas”,
consignó.
Ibarzábal lamentó que
“al escondernos no hacen más que revictimizarnos”. “Ningún organismo de
derechos humanos se nos acercó, no nos contuvo nadie. No somos víctimas que
corremos detrás de indemnizaciones. Lo que buscamos es algo más caro: que
nuestros parientes ocupen el lugar en la historia que les corresponde”, opinó.
Recordó que su padre estaba en cuartel de Azul cuando fue atacado por el ERP el
19 de enero de 1974. Su familia vivía frente a la unidad. “Recuerdo de esa
noche los primeros disparos. Bajar las persianas, apagar las luces y tirarnos
al piso”, describió. Tras recordar a los militares y sus familiares que
murieron, dio detalles de lo sucedido con su padre. “Con su secuestro no sólo
se lo llevaron a él. Se llevaron nuestra niñez, nuestra adolescencia y nuestra
juventud (tiene dos hermanos). Estuvo 10 meses secuestrado. Lo asesinaron de
tres disparos estando amordazado en un armario metálico, con 35 kilos menos”,
precisó.
“En los 70 nuestro
país sufrió un conflicto armado muy severo al que no resulta excesivo calificar
de guerra civil intermitente, tal como lo hizo la conducción de Montoneros en
un documento de autocrítica en 1989. La lucha fraticida costó la vida de miles
de argentinos que fueron selectivamente olvidados. Resulta irritante que ante
el cúmulo de evidencias del accionar terrorista, la dirigencia política no
admita la participación del ERP, Montoneros, FAP y otros”, rechazó.
“Murió por sus
valores”
Paz, por su parte,
consideró que se intentó “cambiar la historia de los sangrientos 70”, sobre
todo, los sucesivos gobiernos. “Con su siembra de violencia y espanto (los
grupos armados) dejaron a su paso destrucción y muerte, heridas que no cierran
ante el atronador silencio de la Justicia. No hay Justicia para las víctimas de
organizaciones terroristas. Gran parte de la sociedad calla. La reivindicación
del terrorismo como idealismo no se puede tener sin que se pague un precio
nefasto”, lamentó.
Destacó “la
integridad moral, la pasión por el bien común y la capacidad de trabajo” que
tenía su papá. Destacó la visión que proyectó en esos años, al tener como norte
la responsabilidad social empresaria. “Tenía 45 años cuando lo asesinaron por
ser una persona de bien. Murió por ese valor que tenía de no huir ante las
amenazas y por la responsabilidad frente a sus obreros, clientes y familias que
se nutrían de la actividad del ingenio. Los autores del sanguinario hecho son
conocidos y la sociedad espera la sanción penal. Montoneros dijo que lo mataron
por oligarca ¡Cuánto odio!”, aseguró. Advirtió que a su padre lo “traicionó”
una prima. “La montonera Albertina Paz estuvo en una de las causas como
víctima. También su esposo, el jefe de la columna norte de Montoneros, Fernando
Saavedra. Como muchos otros, cobraron jugosas indemnizaciones que pagamos
todos. Qué paradoja pagar a los asesinos de nuestros familiares”, repudió.
Subrayó que el operativo que terminó con su padre herido gravemente (murió días
después) fue cuando él salía del aeropuerto. Estaba solo y desarmado. “Lo
mataron cuando intentó huir”, rechazó. Explicó que, ante amenazas, el había
consignado que no pagaría un rescate para no retroalimentar el accionar de los
grupos armados.
A la Haya
“Yo no he muerto,
pero una parte de mi sí: mi hija. Se murió mi marido y quedé viuda, pero ¿cómo
se llama quedar sin un hijo? La asesinaron sin piedad. Sobreviví por mis hijas,
yo estaba embarazada (una de las niñas quedó herida en el ataque ). Pude darles
una vida de niñas felices”, sostuvo Picón a este diario. “No existimos para
ningún gobierno. Estoy con un juicio porque sólo quiero que sean declarados de
lesa humanidad. Esto lo presentaremos en el Tribunal de la Haya. Nuestros
tiempos no son los de la Justicia. Seguiremos luchando ahora apoyando a los
familiares de presos políticos”, afirmó.
“Humberto repetía que
no tenga miedo, ‘con la familia no se meten’. Mentiría si digo que tuve una
premonición. Nada”, dijo. Recordó que el hecho se produjo el 1 de diciembre de
1974, en la puerta de la casa de sus suegros donde almorzarían. “No llegué a
abrir el portón para guardar el auto y escucho un sonido ensordecedor. Había
muchos. Disparaban y yo gritaba. Cristina murió en el auto. Humberto murió como
padre, salió corriendo (hacia donde huía el grupo armado). Lo matan de dos
disparos en la cabeza”, relató. Afirmó que tuvo poco tiempo para hacer el duelo
por la salud de su hija Fernanda. “Uno de los asesinos está en Operativo
Independencia como querellante, se llama Fermín Núñez ¿Y nosotros qué?
¿Nuestros muertos no existen?", concluyó.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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