Hay veces que la
vida, impiadosa, nos pone en situaciones paradojales. Hoy está preso el general
Milani. No nos equivoquemos, no lo han puesto preso por las escuchas, ni por la
SI paralela, ni por las amenazas hechas -nunca denunciadas pero si recibidas- a
muchas personas importantes del quehacer político, económico o social de la
República, porque Milani, con la autoridad que la “señora” le delegaba, sabía
perfectamente y hora a hora que senador, diputado, obispo, empresario,
colchonero o rey de bastos, se drogaba, tenía pasión por los menores de doce
años, daba vueltas de noche por el rosedal o le pegaba a la mujer o a la
amante. Milani ha caído preso por algo que -como subteniente de veintiún años
en el primer año de carrera- se supone que hizo como resultado de una orden, en una época en que
el Ejército Argentino estaba en guerra por mandato de un gobierno
constitucional.
Hoy debemos aceptar
que si bien Milani hizo en los últimos años de la República y como Jefe del
Estado Mayor General del Ejército cosas que no honran a nadie, tanto en lo
institucional como en lo personal, hoy comparte barrotes con Señores dignísimos
que por la Patria estaban dispuestos a entregar la vida y a los que una infame
venganza les ha quitado la libertad.
No nos equivoquemos
en la apreciación. Hoy Milani está preso, no por sus errores y trapisondas sino
por haber creído, en su juventud -lo habían formado para eso- en ideales que se
escriben con mayúscula. Milani, nos guste o no, es hoy un Preso Político
Jose
Luis Milia
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