domingo, 21 de agosto de 2011

Estamos bien orientados

De a poco tomamos nota que algunos medios de comunicación social, comienzan a tratar el tema que nos moviliza en esta cruzada: la Pacificación Nacional Definitiva. No es que nosotros seamos unos adelantados o filósofos afilados… muy por el contario, somos hombres y mujeres comunes que aprendimos de nuestra historia y sus errores.

Desde la creación de nuestra asociación hemos impulsado las siguientes ideas fuerzas:

  • Para avanzar hacia un futuro mejor el país necesita una reconciliación y pacificación.
  • Debemos dejar de lado lo poco que nos separa y rescatar lo mucho que no une como nación.
  • Debe regir el principio de la ley igualitaria.
  • Se deben terminar los atropellos judiciales y sociales contra las personas que, cumpliendo las órdenes emanadas de los mayores niveles políticos del estado, combatieron y aniquilaron al terrorismo.
  • Inmediata libertad a las personas de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad y Civiles que se encuentran detenidos y juzgados como Presos Políticos.
  • Reconocimiento y reparación a las Víctimas del Terrorismo en la Argentina.
  • Basta de corrupción y mentiras en todos los estamentos del estado. Una relación franca y directa con la sociedad nos conducirá hacia un futuro mejor.

Hoy vemos que el importante medio que es La Nación publica un editorial que no tiene desperdicio y dejamos a su disposición.

 

Domingo 21 de agosto de 2011 | Publicado en edición impresa
Editorial

La necesaria pacificación y

reconciliación

La historia no puede ser reconstruida según el color de un dogmatismo faccioso e interpretaciones sesgadas y asimétricas

El holgado triunfo del oficialismo en las primarias del domingo pasado hace probable la reelección de Cristina Fernández de Kirchner por un nuevo período. Las primeras declaraciones de la Presidenta tuvieron un tono conciliador, pero aún es prematuro deducir de esa circunstancia que luego del 10 de diciembre, si se ratifica el apoyo electoral a su continuidad, habrá un giro en las formas de gobierno. Lo que sí puede decirse es que el país está frente a un horizonte en el que serán necesarias políticas correctivas en lo institucional, en lo moral y también en la gestión.

La pérdida de las supuestas virtudes del llamado "modelo", sin duda precarias, exigirá corregir desbordes y distorsiones mediante políticas menos amables al ciudadano común que las de corte populista que caracterizaron estos últimos años.

La paz social es una condición para cualquier gobierno que se proponga un mejor futuro. Pero lo es aún más si inevitablemente deberá transitarse por una gestión en que la ciudadanía deba enfrentarse a una realidad más sacrificada que la aparente bonanza material que fue posible con la inmensa ayuda de fortísimos vientos externos favorables.

Porque la confrontación ya no podrá ser un instrumento de poder. Es imprescindible volcar los esfuerzos y las esperanzas hacia un futuro que deberá construirse con todos los argentinos. Con más razón, por los tiempos difíciles que se avecinan, se hace necesaria la pacificación y la reconciliación, y un sereno entendimiento.

Una condición esencial es superar una permanente mirada hacia el pasado, teñida de interpretaciones sesgadas, asimétricas y vengativas. Esto no se logrará pretendiendo reconstruir la historia según el color de un dogmatismo faccioso del presente, que omite una mitad de los hechos según su particular ideología e intereses.

Menos aún podrá cultivarse la paz interior si esta visión hemipléjica y plagada de odios se introduce en las aulas escolares, en las universidades y en los medios de comunicación. Por el contrario, las mentes de nuestros jóvenes deben poder analizar los hechos pasados con mayor objetividad que sus mayores, muchos de los cuales todavía conservan recuerdos dolorosos de los momentos vividos en las últimas décadas

Con esta misma desviación, se ha presionado políticamente a la Justicia para que ésta actúe vulnerando principios que deben regirla y que nunca debieron abandonarse. La declaración de la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final rompió con el principio legislativo de que las leyes se derogan o se modifican, pero no se anulan. A partir de allí, quedaron arrasados los principios de irretroactividad de la ley penal, cosa juzgada y aplicación de la ley penal más benigna. De esta forma, se ha llevado a prisión a más de 1000 miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad, mientras esta misma justicia no ha alcanzado a los terroristas que estas fuerzas combatieron.

La lectura correcta de la historia exige una visión integral y comprehensiva de los acontecimientos de violencia extrema de la década del setenta. La magnitud de las acciones del terrorismo subversivo en la Argentina superó a la de otros países de la región y también de otras latitudes. Las organizaciones armadas llegaron a contar con más de 10.000 combatientes, con apoyo externo. En un país altamente urbanizado como el nuestro, esto se tradujo en abrumadoras prácticas terroristas en las ciudades.

El terrorismo atacó al gobierno constitucional encabezado por el propio Juan Domingo Perón, quien optó por la represión ilegal a través de una fuerza parapolicial, la Triple A. Más tarde, ante el desborde de la violencia y el clamor ciudadano, el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón ordenó a las Fuerzas Armadas aniquilar el accionar subversivo.

Al elegir los métodos para llevar adelante esa orden, se descartó la creación de un tribunal especial y se optó por privilegiar la eficacia y la urgencia, sin medir debidamente las consecuencias que ello tendría en la generación de excesos y la violación de derechos humanos. La lucha antisubversiva tomó el carácter conocido que luego desdichadamente iba a continuarse con el gobierno militar que se inició en marzo de 1976.

La represión nació como una reacción ante una acción previa, y las violaciones a los derechos humanos fueron una indebida y condenable consecuencia de la que la sociedad argentina aún se repone.

El gobierno constitucional de Raúl Alfonsín enjuició a las juntas militares y, aunque en forma limitada, a los dirigentes de la guerrilla. Pero no pudo evitar que los tribunales federales avanzaran en el enjuiciamiento de miembros de menor jerarquía, incluyendo suboficiales y policías. Esto llevó a levantamientos castrenses y finalmente a la sanción por el Congreso de las leyes de punto final y obediencia debida. La extinción de las causas penales fue muy abarcativa y alcanzó también a terroristas. Posteriormente, Carlos Menem dictó los indultos, tanto a militares como a subversivos.

Sin embargo, en estos últimos ocho años se desanduvo fuertemente este camino. El presidente Néstor Kirchner presionó sobre el Parlamento y la Justicia para la anulación de las citadas leyes y de los indultos. Apareció entonces la figura de la imprescriptibilidad por la calificación de lesa humanidad, pero sólo para una de las partes. A partir de allí se condenó a militares y policías sobre la base de leyes sancionadas posteriormente a los hechos juzgados, al tiempo que se prolongaron y se siguen prolongando centenares de prisiones preventivas sin condena, por plazos superiores a los que la ley admite. No se aplicó el mismo tratamiento a los crímenes del terrorismo organizado. De esta forma la justicia pareció convertirse en venganza demorada. Tampoco las víctimas del terrorismo han tenido justicia ni reconocimiento.

Las rémoras ideológicas que tomaron impulso oficial en los últimos años han generado también una suerte de aversión a todo lo que se parezca al mantenimiento del orden público o a la legítima represión del delito común. El piqueterismo y la inseguridad ciudadana se han convertido en factores adicionales de disociación social, y siguen creciendo en todo el país.

Así como fue imprescindible que las fuerzas armadas entendieran para siempre que debe ser respetado el poder civil emanado de la Constitución, también es necesario que la sociedad civil recupere el respeto hacia ellas en la seguridad de la paz.

En definitiva, la Argentina está profundamente dividida y exasperada. Ningún país puede proponerse objetivos y acuerdos superadores en estas condiciones. La reconciliación y la pacificación interior son una condición esencial, para lo cual es menester que en el poder político se abra un período de serena reflexión, con vistas a un pronto diálogo.

2 comentarios:

  1. Sr. Director

    Destacable editorial de este domingo, en donde con enorme claridad se expone una situación política – jurídica necesaria de considerar para el futuro de nuestro país de “pacificación y reconciliación”. Lo relatado, es una historia más cercana a la realidad. El nuevo reconstructor de la nación, será quien logre unir y pacificar un pueblo, encontrando el objetivo común que brinde un futuro creíble, basado en una historia completa. Será el gran estadista, héroe nacional, con un alcance impensado de su trascendencia.
    Como contrapartida, la Secretaria de Justicia y DDHH mediante propagandas en los medios, estimula a los ciudadanos que hubieran hecho el Servicio Militar Obligatorio, en la década ´70 y que hubiera presenciado hechos conmocionantes durante su cumplimiento, se presenten a denunciarlos en esa Secretaria. Me pregunto si quienes desearan hacerlo, por haberlo vivido, para denunciar las acciones terroristas que se desenvolvieron en el regimiento de Monte 29, donde los guerrilleros asesinaron a 10 soldados que dormían, o a los que atacaron al Regimiento de Azul, Monte Chingolo, o combatieron en los montes tucumanos y vieron el cuerpo sin vida del soldado Maldonado o los campamentos guerrilleros o los soldados acribillados en La Tablada, serán debidamente atendidos, se les recibirán las denuncias y se efectuarán las debidas acciones que se compadezcan con los deudos y familiares de las víctimas de los guerrilleros, como parte de una historia que el país necesita aclarar, en consonancia con tan claro editorial de referencia.

    Enrique A. Treglia
    LE 8604976
    enriquetreglia@fibertel.com.ar

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  2. Estimado Enrique:

    Muchas gracias por su comentario, somos unos convencidos que la República Argentina debe superar estos años de desencuentros y recuperar las muchas cosas que nos unen como nación.

    El mejor camino que vemos es el de la reconciliación y pacificación nacional definitiva, y hacia ese futuro nos deben conducir nuestros dirigentes políticos... especialmente el Congreso de la Nación.

    Muchas gracias.

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