jueves, 17 de noviembre de 2011

Cuidemos y defendamos la seguridad de nuestros niños.

En la República Argentina diariamente desaparecen niños y adolescentes ante la consternación de sus familias, entorno familiar, amigos  y del resto de la sociedad. Es un delito que se ha incrementado hasta lograr niveles alarmantes.

No hace mucho tiempo la sociedad argentina estaba desesperada por Candela Sol Rodríguez, una niña de tan solo 11 años y que desapareció el 22 de agosto de 2011. Su carita fue una de las más divulgadas por todos los medios y distintas fotografías. Desagraciadamente Candela apreció muerta en proximidades de su casa en Hurlingham… se nos partió el alma a todos.


Hoy en Lincoln, provincia de Buenos Aires, todos buscan a Tomás Santillán niño de 9 años perdido desde el martes 17 de noviembre de 2011. Su caso tiene alguna similitud con el de Candela, desapareció cerca de su casa, estando solo, no hay testigos y su carita ya está en el corazón de todos los habitantes del país.


El caso en sí es dramático, pero asume proporciones muchísimo más significativas y dolorosas porque se suma a una extensa nómina de niños y adolescentes cuya desaparición ha sido denunciada por sus familiares y aún no han retornado a sus hogares, ni tampoco hay noticias acerca de dónde se encuentran y si están vivos aún.

Este delito, que no es un fenómeno exclusivo de nuestro país, aunque aquí ha asumido particular importancia, obedece a causas diversas. Influyen en él desde algunas motivaciones tan escalofriantes como lo es el apoderamiento que de los desaparecidos hacen aviesas redes de explotación sexual infantil hasta otras menos aberrantes que pasan por los maltratos de familiares o las desavenencias hogareñas, como pueden ser las meras travesuras, más de una vez llevadas a cabo por no afrontar una mala calificación escolar o por simple sed de aventuras.

Oportunamente el jefe de Gabinete Aníbal Fernández advirtió que en el país al menos 2 mil chicos se encuentran desaparecidos, desde el Juzgado de Instrucción Nº1 informaron que en esa jurisdicción judicial “casi a diario” se presentan denuncias por desaparición, sobre todo, de adolescentes.


No es cuestión de crear falsas alarmas sino de estimular la prevención y, llegado el caso, la represión de esas indignidades. Un niño o un adolescente que faltan de sus hogares o han sido arrebatados de la tutela familiar por la fuerza no sólo pueden llegar a afrontar serios riesgos físicos, sino que también padecen daños morales que a la postre habrán de herirlos en forma irremediable. De parecido cuño es, sin duda, la tortura espiritual que se les inflige a sus padres, familiares y amigos, por lo general embarcados en una búsqueda equivalente a dar palos en la oscuridad y sumidos en la torturante desesperación provocada por la ignorancia del paradero de un ser querido, sentimiento éste que, ante las noticias al respecto que abundan en los medios de información, incluso les transmiten notable angustia a quienes están totalmente ajenos a esas alternativas.

Estas ingratas circunstancias no han sido pasadas por alto por meritorias organizaciones no gubernamentales. Es el caso de Missing Children de la Argentina, que desde 2000 y a través de la Red Solidaria logró ubicar a 3.280 criaturas y jóvenes desaparecidos, aunque sigue sin ubicar a muchos. Esos valiosos esfuerzos tienen por contraste el pobre concepto que en el exterior ha merecido nuestro país en materia, por ejemplo, de lucha contra la trata de personas. El Departamento de Estado norteamericano ha juzgado al respecto que nuestro país "no ha demostrado haber aumentado los esfuerzos" para combatirla.

Este doloroso delito es un asunto pendiente a resolver y que hace a la Pacificación Nacional Definitiva, la sociedad y su gobierno deben tomar cartas en el asunto, dejar de lado aquellas actitudes progresistas que solo ponen en peligro a nuestros niños y jóvenes.


1 comentario:

  1. Un atinado lector nos hace llegar una observación muy pertinente, la que publicamos como una aclaración al mal título que le pusimos a esta nota. La titulamos “No merecen misericaordia”, fruto de la bronca, la impotencia y del horror ante tantos delitos cometidos en las personas más débiles: los niños. Otro editor que publicó nuestra nota lo hizo bajo el título: “Ayer Candela, hoy Tomás… y mañana”, tal vez sea más apropiado que el nuestro. Le dejamos la observación mencionada y en la que reconocemos la razón del lector:

    “Este blog que se inicia, y espero sea con las mejores intenciones que expresa su título, no es bueno que adopte este tipo de actitudes. Si se llama pacificación nacional definitiva, por más aberrante, cruel y sin sentido que resulte el hecho comentado, no corresponde juzgarlo con el título de “no merecen misericordia”. La misericordia solo la concede Dios, y a los hombres también se nos pide ser misericordiosos y perdonar, hasta 70 veces 7 [lo que significa siempre]. Tampoco es bueno que se lo coloque en plural, porque parece ser solo uno el culpable y responsable. Entonces al culpable un castigo ejemplar de toda la sociedad, pero “apropiarse” de la misericordia que es un don divino, resulta demasiado”.

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