A finales del año 1975, como un barco a punto de naufragar, la situación de Argentina era dramática. El irreversible proceso de deterioro en todos los órdenes había comenzado el 1 de julio de 1974, cuando muere el general Juan Domingo Perón y accede a la presidencia del país su compañera de la fórmula presidencial, María Estela Martínez Perón.
El terrorismo, que golpeaba con fuerza desde la extrema derecha y la extrema izquierda, sobre todo a través de la Triple A y los Montoneros, respectivamente, era ya un problema de dimensiones nacionales y desbordaba a los cuerpos de seguridad. Atacaba con fuerza a todos los sectores sociales, pero especialmente a las Fuerzas Armadas y a los Fuerzas Policiales y de Seguridad. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de extrema izquierda, era otro de los grupos terroristas que estaba en la batalla política a través de las armas y era el responsable de numerosos atentados, rivalizando en crueldad y desproporción en sus actos -causando numerosas víctimas civiles- con los fanatizados montoneros, el objetivo del ERP era lograr una “zona liberada” en la provincia de Tucumán a fin de solicitar la intervención internacional, posibilitando de esa manera el apoyo logístico y militar de la Cuba castrista.
La situación económica no era menos dramática y el clima de contestación, ante la pérdida de poder adquisitivo por parte de los trabajadores, era muy alto, el país estaba al borde de un estallido social, mientras la clase política padecía una suerte de afasia colectiva ante la manifiesta incapacidad e inutilidad de la presidenta en ejercicio. Nadie sabía a ciencia cierta hacia dónde iba el país, el viaje hacia ninguna parte comenzado hace décadas por los peronistas no parecía tener fin. La corrupción sindical no conocía límites, era una cuña enclavada en el poder y los “gordos de la CGT ” aprovechaban al máximo la situación, al igual que el terrorismo golpeaba donde podía.
Argentina se encaminaba, si alguien no lo remediaba, hacia una guerra civil o hacia una caótica situación de anarquía y desgobierno que podría tener fatales consecuencias, sin descartar que el ala más izquierdista del peronismo, los Montoneros que había echado de la Plaza de Mayo apenas hacia unos meses el general Perón, a los que denominó sin ambages como "estúpidos e imberbes", se hiciera con el poder en un momento de crisis y abierta descomposición. Ver en la página a la derecha: "LISTADO CRONOLÓGICO DE LOS PRINCIPALES ATENTADOS Y ATAQUES TERRORISTAS OCURRIDOS ENTRE 1969 Y 1979"
Todos los sectores sociales, desde la patronal hasta la Iglesia católica, pasando por las Fuerzas Armadas, los partidos políticos, los sindicatos y casi todas las confesiones religiosas, estaban sumamente preocupados por la deriva que había tomado el régimen peronista. Aparte de la desaparición del elemento carismático, que era Perón, estaba la nefasta sucesión que había dejado como legado el difunto caudillo.
Los atentados se sucedían sin parar e incluso el ERP ya contaba con un frente abierto en Tucumán, es decir, un territorio "liberado" por los comunistas para construir su "paraíso socialista” al estilo de la isla-prisión de Cuba. En estas circunstancias tan difíciles, un nuevo factor vino a unirse a la zozobra y desespero que surcaba por todo el país: la presidenta tuvo que apartarse del poder, en septiembre de 1975, por enfermedad y estuvo estuvo de licencia por razones de salud durante una larga temporada (13 de septiembre hasta el 16 de octubre de 1975)
Había que hacer frente a una situación caracterizada por el vacío de poder, la parálisis institucional, la creciente anarquía y el accionar cada vez más osado de los grupos terroristas. En resumen, había que tomar medidas urgentes y efectivas para gestionar un colapso no ya de la maquinaría del Estado, sino del país en general.
Y los hechos se precipitaron rápidamente: el 13 de septiembre de 1975 la presidenta Martínez solicitó licencia por motivos de salud, asumiendo Italo Luder, como presidente de la cámara alta argentina, la primera magistratura del país, hasta el 16 de octubre, en que regresaría de nuevo la mandataria tras su retiro, visto casi con alivio por los argentinos dada su supina ignorancia y escasas dotes para el manejo de la Nación en una situación tan compleja.
LOS DECRETOS DEL PRESIDENTE LUDER
Fue entonces y no después, durante su ejercicio de la presidencia provisional por enfermedad de la presidenta, cuando Luder firmó los controvertidos decretos 2770, 2771 y 2772 , por los cuales se creaba un Consejo de Seguridad Interior integrado por el presidente de la Nación y los jefes de las Fuerzas Armadas, extendiendo a todo el país la política de "aniquilar" la perniciosa acción de los grupos subversivos que se había iniciado unos años antes sin que nadie les hubiese puesto coto.
Así se puso en marcha el Operativo Independencia contra las guerrillas de orientación comunista que operaban en Tucumán. Como vemos, estos hechos se producen mucho antes de la intervención militar de marzo de 1976, y los decretos firmados por Luder constituyeron la columna vertebral legal que sirvió a las Fuerzas Armadas para iniciar la guerra contra la subversión y justificar muchos de los acontecimientos que después ocurrieron.
Pero, lamentablemente, María Estela, Isabelita, regresó de nuevo al poder a finales de octubre, como ya hemos dicho, y la situación siguió deteriorándose de una forma imparable. En las Navidades de 1975, como parte de una agonía que no se detenía, el país se hundía entre la desesperanza y la resignación, la apatía y el hastío ante lo que sucedía.
Fruto de este estado de cosas y del mal gobierno ejercido por los peronistas, el 23 de diciembre ocurrieron los incidentes de Monte Chingolo, cuando un comando fuertemente armado y pertrechado del ERP formado por varios cientos de hombres intentó tomar unas instalaciones militares y hacerse con un importante y estratégico arsenal de armas. El ejército argentino, en una acción ejemplar y eficaz, respondió a los insurgentes y les causó unas cien bajas, según fuentes oficiales de la época.
La revista católica Criterio escribía en su editorial:"… Es posible decir que el saldo impresionante (…) del episodio de Monte Chingolo, produjo en muchos un sentimiento de alivio: cien muertos son cien enemigos menos, y si fueron más mejor, cualquiera haya sido la manera de su muerte".
La sublevación del Brigadier Orlando Jesús Capellini, tuvo lugar luego de que Ítalo Argentino Luder se negara a sustituir a la presidente que se encontraba con uso de licencia por enfermedad, tal como se lo habían sugerido los titulares del Ejército Argentino, la Fuerza Aérea Argentina y la Armada de la República Argentina ; Jorge Rafael Videla, Héctor Luis Fautario y Emilio Eduardo Massera respectivamente. Esta noticia enfureció a Capellini como a sus seguidores, que comenzaron a planear una sublevación.
María Estela Martínez de Perón volvió a ocupar su cargo el 16 de octubre de 1975. Un día después, el Almirante Emilio Eduardo Massera y el Teniente General Jorge Rafael Videla decidieron que para marzo de 1976 destituirían a la presidente, sin embargo el Brigadier General Héctor Luis Fautario no apoyó bajo ningún punto de vista la idea de interrumpir nuevamente el orden constitucional.
En una reunión que tuvo lugar en Campo de Mayo entre Jorge Videla, Emilio Massera, Roberto Viola y Armando Lambruschini, Massera afirmó que había que sacar a Fautario del medio, y se le comunicó dicha determinación al entonces Brigadier Orlando Ramón Agosti. En definitiva, se estaban planeando dos golpes al mismo tiempo.
El grupo liderado por el Brigadier Orlando J. Capellini se reunió el 17 de diciembre y decidieron iniciar el golpe el 18, cuando se anunciara quiénes serían los militares de la aeronáutica que pasarían a retiro, y uno de ellos era Capellini.
A las siete y media de la mañana del 18 de diciembre un grupo de comodoros detuvieron al titular de la Fuerza Aérea , Brigadier General Héctor Luis Fautario junto a los brigadieres Francisco Cabrera, Roberto Donato Bortot y Rubén Bonoris cuando se encontraban por realizar un viaje a Córdoba. Fautario fue encerrado en una habitación sin custodia en el Taller Regional de Quilmes y sus subordinados también detenidos fueron llevados a Morón.
Ante esta situación, el ministro de Defensa Tomás Vottero se reunió con Videla y Massera, quienes le propusieron nombrar a Agosti como jefe de la Fuerza. Luego del encuentro, el ministro redactó el decreto de designación 3971, que nombraba a Orlando Ramón Agosti como titular de la Aeronáutica , y se fue a Olivos para que lo firmara la presidente.
Fautario logra salir de su lugar de encierro y se dirige a la Casa Rosada , donde pide hablar con la presidente, ante la negativa que recibió, le manda a decir por medio del edecán aeronáutico que le darían un golpe de estado en marzo de 1976.
La sublevación fue aplastada cuatro días después de su inicio cuando la VII Brigada Aérea fue bombardeada y luego de que los tres comandantes dieran su apoyo al gobierno.
Esta revuelta sacó del medio al Brigadier General Héctor Fautario y al Subjefe del Comando de la Fuerza Aérea , Brigadier Mayor José María Klix y al resto de los brigadieres mayores, quienes no adherían a ningún golpe de Estado.
Así, lentamente, el país se encaminaba por el camino de la violencia terrorista. Pero lo peor era la ineficiencia política hacia una certera guerra en la que, seguramente, los subversivos podrían llegar al poder por la vía armada. Eran los tiempos de la guerra subversiva contra el poder establecido, democrático o no, y en los que la izquierda defendía la estrategia de ese aventurero y pistolero llamado Ernesto Che Guevara que llamaba a incendiar todo el continente, creando "uno, dos, tres Vietnam". Los comunistas, en aquellos tiempos aciagos, no ocultaban su estrategia final de llegar al poder por las armas aprovechando la "inocencia" de los "idiotas útiles" que decía Lenin, que en la Argentina estaba claro quienes eran: los peronistas.
El nuevo año, 1976, tampoco trajo mejores presagios y cada vez quedaba más evidente la tirantez entre unas Fuerzas Armadas obligadas a luchar en desigualdad de condiciones frente a un enemigo despiadado y un poder oficial que no hacía todo lo posible para ganar la guerra, para frenar a la subversión, en definitiva.
Así las cosas, en enero de 1976 había suficientes señales de que el período peronista iniciado tras las elecciones de 1973 estaba agotado y consumido, sobre todo debido a la ausencia de un poder político real y un sentido de autoridad del que carecía, desde luego, la viuda de Perón. El comienzo del año 1976 fue especialmente violento y los atentados del ERP, los Montoneros y del grupo ultraderechista Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) se sucedían por doquier. Argentina se enfrentaba a una verdadera guerra y la gravedad de la situación era reconocida en casi todos los cables diplomáticos y medios de comunicación. No se podía ocultar ya el drama.
Como muestra de la gravedad de la situación, el 15 de marzo de 1976 fracasa un atentado contra el Comandante General del Ejército, el teniente general Jorge Rafael Videla, mediante un coche bomba accionado a distancia, colocado en la zona de estacionamiento cerca de una entrada lateral al Edifico Libertador, en el centro de Buenos Aires. Videla salva su vida por un instante, ya que su auto acababa de ingresar al edificio; el resultado fue la muerte de un civil inocente y otros 23 heridos, entre los que destacaban varios coroneles, suboficiales, soldados y también civiles. El atentado se producía apenas 9 días antes de la intervención militar que puso fin al desgobierno de la fallida presidenta María Estela Martínez de Perón.
Paradójicamente, desde el poder más que hacer frente a la amenaza terrorista se "promocionaba" a la Triple A , que comandaba un ministro de la viuda y presidente, el conocido ultraderechista José López Rega, apodado como "el brujo", y que fue secretario privado del mismo Perón y después de María Estela. Esta alianza tácita entre el poder oficial y las organizaciones terroristas revelaba fielmente el carácter anárquico y poco sujeto al orden del movimiento peronista. López Rega, amigo íntimo de Perón, era el representante más genuino de la derecha peronista y fue procesado por asociación ilícita, decenas de homicidios y desapariciones y secuestros. López Rega era el emblema de toda una época caracterizada por el despropósito y el manifiesto desgobierno.
José López Rega el 11 de julio de 1975 fue obligado a renunciar a su cargo tras las violentas reacciones al plan económico promovido por su protegido Celestino Rodrigo (quien también debió renunciar a su cargo), y fue nominado embajador itinerante, se refugió en España. López Rega abandonó España y se refugió en Suiza, donde viviría cerca de Ginebra hasta 1982, cuando fue descubierto por un fotógrafo. Escapando de la notoriedad, huyó a Bahamas, donde vivió hasta 1986, alternando su residencia con Miami.
Foto representativa de la época, tomada en un acto en la CGT :
Lorenzo Miguel (Jefe de la Unión Obrera Metalúrgica) – Isabelita – Casildo Herrera (Secretario General de la CGT ) – Emilio Mondeli (Ministro de Economía)
En esa oportunidad y dirigiéndose a los sindicalistas, mientras señala al ministro y decía “no lo molesten al gordito”.
Roberto José Rosales Ricardo Angoso
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