A la república
solo ha de salvarla pensar en grande,
sacudirse de lo pequeño y proyectar hacia lo porvenir.
José Ortega y Gasset
sacudirse de lo pequeño y proyectar hacia lo porvenir.
José Ortega y Gasset
La frase del epígrafe
fue escrita por Ortega y Gasset
cuando la república española se debatía entre contradicciones y revanchas. Fue
un impaciente llamado a los políticos para que dejaran de pasarse facturas por
el pasado, desecharan la crianza del odio y que asumieran que de ellos dependía
la creación de un estado nacional fuerte y solidario. No fue escuchado,
absortos en sus egoísmos los políticos españoles prefirieron pensar de una
manera vana y pedestre. El resultado fue
una guerra civil y un millón de muertos.
Ya ni vale la pena
detenernos en lo que hoy estamos viviendo porque esto viene de lejos.
Exactamente desde hace veintiocho años. Más allá del hecho que todos los que
tenemos más de cuarenta años lo hemos padecido en carne propia, en esta
repetición de errores estúpidos lo único que hoy genera asombro es ver con que
impunidad una facción que ha decidido hacerse con el estado va logrando sus
objetivos ante la pasividad de todos. De nuevo
tiene fuerza de dogma entre los argentinos el “No te metas”. Todo puede
suceder en la medida que cada uno de nosotros no sea el inmediato damnificado y
me ne frega si al de al lado se lo llevan puesto. Si salvé mi kiosco, que los
demás se arreglen.
Sobre esta forma de
ser del argentino es que la pandilla gobernante ha podido sustentar su ratería
institucional. Hemos sido aplastados de tal manera que lo único que nos mueve
es que nos hurguen el bolsillo. Hemos conseguido en nuestra necia comodidad
dejar que prostituyeran hasta aquello que era impensado que alguna vez pudiera
ser deshonrado. Convertimos a la
República en un infame mercado de pulgas donde todo es negociable y, por supuesto, una vez usado todo es descartable. Si alguien tiene alguna duda
puede preguntárselo a políticos, empresarios, jueces, generales, almirantes, o
brigadieres. El miedo a perder las espurias canonjías o enjuagues que supieron
conseguir los impele a llevar a cabo operaciones repugnantes aún contra sus
amigos, conocidos o camaradas, total, “vivimos
revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todo manoseaos”.
Todo esto comenzó
cuando llegó la democracia. ¡Cuidado!,
no es la democracia algo malo en sí, lo sórdido fue la manera como llegó y
quienes la trajeron. Hagamos algo de memoria. Tuvimos democracia porque perdimos la Batalla de Malvinas. Ese
frágil y mentiroso anecdotario que hoy se les cuenta a los chicos que la
democracia llegó de la mano de la “heroica
resistencia al poder militar” es solo un verso guarango. Es un relato tan
farsante y basado en medias verdades como el que hoy soportamos y quizás peor
aún pues es el compendio de la bajeza humana, es la “gesta” de abogados defensores de terroristas luego devenidos en dirigentes políticos que en sus
ratos libres informaban a la SIDE,
es el cuento de extremistas que al final terminaron siendo conmilitones de uno
de los jefes del proceso y al que le mostraron su valía entregando “perejiles” a destajo, es la patraña con
pretensiones de heroísmo de tipos que vivieron escondidos y luego salieron a
hablar de una intrepidez que jamás tuvieron. Esa es la verdad de como accedimos
a la democracia y cuando la parición viene mal no hay que ilusionarse con el
crecimiento.
Cuando esta, la
democracia, nos cayó del cielo en 1983 todos pensamos, muy a la argentina, qué
era lo que con ella íbamos a conseguir. A nadie, y menos aún a los dirigentes
políticos, se le ocurrió imaginar que era algo a construir con paciencia y
dedicación, a nadie se le paso por la cabeza, siquiera durante un momento, que
era menester un aprendizaje profundo para hacerla plausible en la Argentina.
¿Para qué?, si nos habían dicho que ella nos iba a educar, curar y hasta quizás
nos iba a hacer ganar un mundial de fútbol. Obviamente nadie se animó a decir
que una democracia moderna, ágil y eficiente era posible en la medida que se
basara en que los que fueran a dirigirnos debían ser por intelecto y carácter
los mejores. Pensar que alguien pudiera decir algo por el estilo era un chiste
en sí mismo, estábamos en Argentina, rara comarca la nuestra donde cualquier
desquiciado al que en un país en serio no le hubieran permitido dirigir
siquiera una pegatina en barrios marginales y en la profundidad de la noche,
puede aspirar con éxito a sentarse en el sillón de Rivadavia.
En veintiocho años y
medio de democracia hemos soportado de todo. Desde un inútil vociferante,
pasando por un protocorrupto al que si hoy lo comparamos en una rueda de
cortabolsas con los que hemos sabido conseguir en los últimos tiempos queda
éste reducido a la estatura de un punga de bondi, y así seguimos con un payador
que decía haberse preparado toda su vida para ser presidente y tuvo que irse
como rata por tirante. Luego tuvimos dos o tres que duraron horas, un
caudillejo del conurbano que se prestó para hacer el trabajo sucio y finalmente
una presidencia colegiada y familiar que estamos sufriendo.
Pero en estos
veintiocho años y aunque de signos diferentes, ¿Diferentes? todos ellos han coincidido en un común objetivo: la destrucción de la República. Para ello han llevado adelante, en forma
solapada o abierta, una guerra miserable contra las Fuerzas Armadas y la
Iglesia Católica, un sistemático
desguace de la justicia mediante la compra y elección de jueces indignos y la
destrucción de la escuela pública pues para arruinar la República es menester
tener un pueblo de ignorantes a quienes comprarles su dignidad con alguna
mísera dádiva.
Quizás si Gramsci se levantara de su tumba le
alegraría ver que buenos discípulos ha tenido en estas tierras. Sería una
desilusión para él. Estos, que han llegado a plasmar la idea gramsciana en Argentina no han llegado a ella por el estudio,
el desarrollo de una estrategia o una fanática dedicación a la causa. Nos han llevado a ello a fuerza de
estupidez e indecencia.
JOSE LUIS
MILIA
Josemilia_686@hotmail.com
Josemilia_686@hotmail.com
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