12
junio 2012
Aún los que votaron a la
mujer que dirige nuestros destinos… y que fue ungida luego, aceptan que ella… “tiene un grado más o menos aceptable de
corrupción” (eso indican dos
de las propias encuestas del gobierno en sus capítulos
confidenciales).
El cargo presidencial
nadie lo duda… tiene una significación republicana de tipo puro en lo
institucional, de tipo universal en cuanto al alcance de la globalidad del
estado que administra… de respeto y de prudencia.
La “investidura presidencial” es el carácter institucional que se
adquiere por la posesión de ese cargo. Esa
investidura… es como una capa, como una especie de toga o manto… que cubre la
imperfección de un cuerpo humano.
Supongamos… que debajo de
esa toga… hay una persona enriquecida ilícitamente, una persona que dirige
organismos de espionaje en contra de quienes opinan diferente… alguien que, sin
lugar a ninguna confusión o error… le miente a toda la ciudadanía sin el menor
arte ni estilo… una soberbia que se burla cotidianamente de las instituciones
enviando a pagar jueces y a dar estímulos a los legisladores de una oposición
que sabe tullida para que le voten sus caprichos.
Supongamos que… con la
protección augusta de ese palio… hay una persona que no deja dudas sobre su
proclividad corrupta y sobre su inmoralidad de toda escala. Una
persona sin tabla axiológica de valores y sin medida para la tenencia y conservación
de un poder absolutamente corrompido.
La investidura
presidencial es… en cualesquiera de esos casos… un concepto que solamente la
irracionalidad mantendría unido a tal persona.
En efecto, ese concepto no
viene pegado a la persona humana… sino que se desagrega… porque las propias
instituciones lo gritan en su letra… y que se puede fulminar… simplemente con
la mano rígida de la conciencia crítica del “soberano” que es el pueblo… quien fue el creador de ese palio.
La descripción de una
persona con las características que hemos señalado en el ejemplo no merece
respeto, aún encontrándose bajo esa toga.
Y no es la toga solemne a
la que se irrespeta… sino a la persona que vive a su socaire.
No hace muchos días la periodista Laura
Di Marco que escribió un libro bastante bien
descriptivo de uno de las más claras expresiones de la corrupción de esta
mandataria, llamó al orden al empresario Dreyfus sólo porque le pareció…
en ese momento… que el empresario había faltado el respeto a la investidura
presidencial.
Ningún insulto se oyó de
las palabras de este señor… solamente una consideración sobre la incoherencia y
la falta de equilibrio sobre ciertos temas notoriamente vinculados a la
deshonestidad y a la corrupción.
La periodista… muy exitosa
con su libro… por algún raro sortilegio, se convirtió en una solemne desconocedora
de algo que jamás debería ser dogmático y que… como se ha dicho… es pasible de
una desagregación conceptual automática
: LA INVESTIDURA
PRESIDENCIAL.
Raro esto, después de que
incluso Laura Di Marco fue cuasi apretada en la Feria del Libro a la luz
del día… y mucho más raro es que ella pueda considerar que la presidente ignora
lo que le hicieron esos papistas que trabajan forrados en dinero bajo su
protección y bajo el lema “vamos por
todo” Sabemos que Laura no lo
ignora, pero ella tal vez admira a alguno de los personajes de Molière
¿Será que después del
apriete, habrá ocurrido un “abordaje”
y acaso no precisamente para pedirle disculpas a esta frágil escritora … sino
para conversar amigablemente con ella… sobre dos cosas?
a) Las próximas ediciones de su libro tan
exitoso y la estimación de las ganancias que por ello esperaba?
b) La eventual ayuda para
que termine de redactar su próximo libro… sin la rigurosidad del anterior?.
Si la “brillante” escritora y periodista carece
de la cultura como para saber que el concepto de “investidura presidencial” no pervive pegado al cuerpo de un
corrupto o criminal en el ejercicio de su cargo, debe regresar a los estudios
terciarios. Ahora … acaso pueda sufragar sus gastos en
Harvard
Y mucho menos que eso…, ignora
acaso que los resortes constitucionales habilitan al pueblo para protestar… y
que eso no tiene irrespeto implícito…. como
que… si esa protesta termina en un helicóptero… la investidura no va a subir jamás
a bordo de esa nave.
Es raro que, con estudios
de sociología, y habiendo ejercido la docencia … no sepa, o algo la haya hecho
olvidar rápido de la desagregación y de la automática repugnancia que aquel concepto siente por la
ortopedia de un sujeto físico adherido a él por la simple carambola del destino.
Es raro que FOPEA
(el Foro de Periodismo Argentino) que promueve la ética y la calidad
periodística como pilares fundamentales de la práctica profesional deje pasar
este enfoque (por lo menos sospechoso) de una de sus miembros… cuando atañe a
una esencia ética.
Por extensión… se pueden
ver entre este tipo de enfoques, contaminados por la política protectiva,
algunos pecados conexos :
Voy a repetir aquí algunos conceptos vertidos
en mi última disertación en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE)
en la que seguramente mi colega escritora Di Marco… tiene cápita y
carnet.
Y hay una visión rarísima…
de este tipo de periodistas “cambiantes”…
que parece muy peligrosa (con presidentes o con políticos en general).
La visión de aceptar
ciegamente una exagerada idolatría tradicional por un concepto que podríamos llamar aquí, “la democracia trucha”. La democracia argentina
La democracia, concepto
solemne si los hay, se nos quiere presentar a todos como si fuera un gran “cuco
extorsivo”.
No se puede criticar a la
democracia, (como aquí lo voy a hacer), sin que aparezca algún imbécil que le
venga a decir a uno que es un golpista, un totalitario o un gran antidemocrático.
Siendo
los dirigentes políticos argentinos, casi sin excepción… una caterva de
truchos, chantas y rateros sociales, es difícil que la democracia se pueda
salvar de tener el sello de su conducta. Y Laura Di Marco debería
saberlo de memoria.
El
“producto natural” de esos sujetos…
es la “democracia trucha”.
Y aún peor: La democracia termina siendo…
ellos mismos
La
democracia, lo mismo sirve para denigrar y excomulgar a quienes no la defiendan
con uñas y dientes así como para blindar
las actuaciones de sus más conspicuos beneficiarios :
Los
dirigentes políticos que fueron elegidos por ella.
Los
que elige una ciudadanía, obligada a votar.
Y
así, cuando ya están elegidos, parece
que esa elección fuera una especie de salvoconducto ó patente de corso para que
se perpetre cualquier clase de medidas y decisiones.
Una ordenanza que exige el acatamiento
total a cualquier decisión.
La esencia misma de la democracia reside
en la ambición sin freno para ganar cuantas elecciones vengan, y por el margen
mayor posible. En consecuencia, el
afán, ó ideal de cualquier partido, es
pues, ganarlas, una tras otra, y por
unanimidad, todas.
El
sueño honesto de un político democrático,
sería que todos los votantes se sintieran representados por él, y en ese
sentido su anhelo coincide plenamente con el del dictador y el totalitario,
sólo que el primero de los tres aspira a verlo cumplido mediante la persuasión
y los otros mediante la imposición, la invasión, el sometimiento, el dirigismo,
la ocupación y la fuerza.
El primero por aclamación. Los otros,
con ó sin ella.
El
primero está dispuesto a conformarse con una aproximación razonable al
cumplimiento de su anhelo, los otros no tolerarán el incumplimiento parcial y
no aceptarán otra cosa que la cabal realización de sus designios.
La meta de ambos es, sin embargo, la misma:
Tener
el poder, agrandarlo, acumular cada día más y ejercerlo sin ninguna clase de
trabas, dirigir y manipular a los gobernados a su criterio, independientemente
de que tanto el uno como el otro crean ó puedan creer estarlos favoreciendo,
protegiendo, guiando y hasta tutelando.
Un político, de la clase que sea, es
alguien que, para empezar, cree estar en lo cierto. Puede, tranquilamente, estar loco de
remate y no habrá examen previo que le diagnostique su reviro y le impida
asumir la función que sea. Cuenta con periodistas raros como Laura Di Marco
que van a defenderlo.
Cree saber… lo que es mejor para sí
mismo y para los demás, para la totalidad de sus conciudadanos, y quiere llevar
a la práctica su proyecto ó –más artísticamente- ver plasmadas en la realidad
sus figuraciones más extravagantes.
Es alguien que aspira, siempre, a regir
sobre otros y a decidir por otros, aunque formalmente lo haga “en nombre” de esos otros.
Que uno utilice la persuasión y el otro
la imposición no es poca diferencia, al contrario.
Es toda la diferencia.
Pero esta diferencia no debe ni puede, de
hecho, ocultar que dentro de la persuasión caben y también se inscriben, el
sofisma, la demagogia, la mentira, el engaño, las falsas promesas, y tal vez la calumnia.
Sin duda todas las farsas, las
argumentaciones falaces y por supuesto la propaganda, no digamos el insulto,
las acusaciones infundadas, la trapacería, la difamación, la emboscada, la
hipocresía y el chantaje.
Y sin embargo, la superstición democrática,
en su manifestación más extrema, pretende y logra que todo esto sea normalmente
excusado. Que sea pasado por alto,
aceptado y aún acordado. Respetado visceralmente por los Di Marco.
Rara vez o nunca será denunciado o
condenado.
Se toma como “parte del juego”, ó como “gajes
del oficio”, ó como la “lógica de las
alianzas”, de la “compensación y de
la represalia”. Lógica del cambalache.
Todo esto se analiza con asombrosa
asepsia, se cuenta y se especula con ello, se admite y aún se propicia.
Parece normal que un político diga lo que
no piensa, prometa lo incumplible, diga cualquier pavada, esconda sus
intenciones y cambie de opinión en función de sus caprichos, sin explicar tal
cambio.
Es normal que se crea dueño del Estado y
haga de él un coto de caza para sus negocios o para sus vicios. Siempre va a llegar un exégeta (comprado o
confundido) que le haga respetar la “investidura”.
Nunca será castigado un dirigente
político por sus veleidades ó inconsecuencias.
No se le han de pedir cuentas porque un
día censure y al siguiente ensalce a un contrincante, a otro partido.
Siempre va a encontrar un comprensivo
agasajo de todo lo que diga o haga –en
realidad resignadamente corrupto- .
Pero cuando surge por ventura alguna
persona que por estas prácticas descalifica a un político ó a un partido,
entonces todos, como un ejército,
sacarán a relucir sus dientes para que, con su magia, vuelvan las
acusaciones en contra de quien los acusa:
“Somos una agrupación democrática, somos hombres de la democracia, gozamos de inmunidad democrática”, “hemos sido limpiamente elegidos en unas votaciones libres”, “atacarnos equivale a insultar a varios
millones de electores”.
Estos son los reproches amenazantes a
cualquiera que se anime a
criticarlos. Cuidado:
Atacar lo sacralizado es hereje.
Un partido puede ser democrático en el
sentido meramente técnico de estar registrado como tal y concurrir a las
elecciones, pero puede perfectamente no serlo ni en su espíritu ni en su
funcionamiento interno (y vemos que no lo es casi ninguno), ni en su defensa de ese sistema político ni,
desde luego, en su mínima tolerancia de
los demás partidos.
Unos políticos pueden haber sido, en
efecto, elegidos en votaciones libres, pero será difícil ó más bien imposible…
que lo hayan sido “limpiamente” en la
Argentina .
No sólo por las habituales manipulaciones
antedichas sino porque, sobre todo, habrán sido elegidos en primer lugar –esto
es, contratados, comprados, premiados ó “fidelizados”-
por el aparato de sus respectivos grupos que los colocara en las listas
cerradas armadas sobre “negocios a futuro” o devolución de
favores.
Y, claro está, criticar, atacar ó
incluso descalificar a un político no equivaldrá jamás a insultar a un solo
votante suyo :
No ya porque un altísimo porcentaje de
votantes opte siempre por una ú otra lista sólo como mal menor, sin ningún
entusiasmo ni, desde luego, por incondicionalidad alguna, sino porque, por
mucho que a los políticos y a los partidos les guste considerarse ó estén
considerados “representantes” de la
ciudadanía… a la hora de los hechos… lo son en grado mínimo, en nuestra
democracia.
Son
unos perfectos chantas.
Truchos,
todos ellos, reyes de la justificación,
buscadores de culpas ajenas… lavadores de manos… insinceros… irresolutos… trenzadores de arreglos y acróbatas de la promesa. Ladrones en su mayoría
Lo decisivo aquí, es que son siempre, y
en el mejor de los casos, representantes interinos provisionales.
Azarosos, si se me apura.
Y la prueba de ello, es el modo en que,
ellos mismos, cada vez que hay nueva campaña, procuran atraerse precisamente el
voto de quienes la vez anterior no se lo dieron ni los quisieron como
representantes suyos.
Digamos en suma, que su grado de “representación” está tan rebajado, tan
pálido, tan “televisivo”, su vínculo
con los electores es tan teórico, cambiante y superficial, que de ninguna
manera se podría hallar veracidad en sus pretensiones de transferir los ataques
que reciben al cuerpo de sus votantes.
Esa correa de transmisión que inventaron, es
una entelequia.
Los gastos insólitos y demenciales (como los
del avión Tango) de los funcionarios y
dirigentes políticos a cargo del erario público se podrán justificar siempre,
por más escandalosos y superfluos que sean, sólo con “estar contemplados en las nobles partidas presupuestarias legalmente
aprobadas”, y así hasta el infinito.
Un formidable muestrario de
dirigentes políticos que, empezando por ella, son los arquitectos consumados de
la democracia trucha
Lic
Gustavo Adolfo Bunse
Maravilloso, Licenciado Bunse;pero me gustaría hacer una acotación a su excelente comentario, y es que, habiendo visto el programa objeto de su comentario, creo que la peor repelente fué la tal Rommer, a la cual no sé como Rossi la pudo invitar, sabiendo que es una infame kisnerista, mentirosa en sus encuestas y aliada de esta basura que nos gobierna. Mario 23Centofanti
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