viernes, 25 de enero de 2013

LA FALSA TREGUA DE LAS FARC

Las negociaciones entre las FARC y el gobierno colombiano continúan, mientras las armas no han dejado de sonar y el escepticismo se extiende entre los colombianos.

POR RICARDO ANGOSO
rangoso@iniciativaradical.org

Según informan los medios colombianos en estos días, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) nunca han respetado la tregua anunciada. Los ataques terroristas han continuado en todo el país, a pesar de que las negociaciones entre esta organización y el equipo negociador designado por el ejecutivo colombiano se siguen desarrollando en La Habana. Se contabilizan más de 52 ataques terroristas con el sello de las FARC desde que en noviembre del pasado año voceros autorizados de esta organización anunciaran una tregua.

A la gravedad de estos ataques se le viene a sumar el reciente secuestro, presumiblemente por el otro gran grupo terrorista del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de tres ciudadanos extranjeros y dos colombianos. Más de un centenar de ataques terroristas de ambas organizaciones se han producido en los últimos meses, pese al optimismo de los negociadores y el espíritu "pacifista" del ejecutivo colombiano. Casi el 70% de los colombianos, según un sondeo reciente, no confía en que las negociaciones lleguen a buen término.

En este clima de clara desconfianza entre las FARC y las autoridades colombianas, se le viene a unir ahora el reciente hallazgo de un depósito con más de 250 kilogramos de anfo, un potente explosivo que, al parecer, iba a ser utilizando para atentar en la capital del país, Bogotá, contra instalaciones policiales y militares. Al igual que otros grupos terroristas, como el español ETA y el irlandés IRA, las FARC parecen estar aprovechando esta "tregua" no declarada por parte del gobierno para hacer acopio de armas, reorganizarse internamente y prepararse para si, llegado el momento, las negociaciones fracasan y nuevamente hay que reprender la vía armada con toda su intensidad.

El proceso de paz iniciado por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, empieza a encontrar importantes escollos, como lo son el asunto agrario, la estructura del Estado y una supuesta asamblea constituyente que demandan los líderes negociadores de las FARC. El gobierno, mientras tanto, no tiene un gran margen de maniobra en las negociaciones, toda vez que si hace demasiadas concesiones a las FARC saldría demasiado debilitado del proceso y quizá deslegitimado, como le pasó al presidente Andrés Pastrana durante las negociaciones del Caguán. Pero también porque se ve duramente criticado, sobre todo desde la derecha, ya que se considera que el diálogo esta asentado sobre premisas falsas y que solo beneficia al grupo terrorista.

POCO TIEMPO, ESCASOS RESULTADOS
Luego, el presidente Santos ha anunciado que las negociaciones solo continuarán hasta noviembre, ya que para esas fechas se estará ya en plena campaña para las legislativas previstas para el 2014 y quizá también para las presidenciales que se celebrarían ese mismo año. El mismo Santos podría ser candidato presidencial. Un fracaso en las negociaciones podría tener resultados impredecibles.

En primer lugar, para Santos significaría una desautorización en toda regla y tendría que hacer grandes esfuerzos para convencer a la opinión pública de su país  de que se hizo todo lo que se pudo. Luego, y en un segundo orden, dejaría en una posición muy delicada a la izquierda, siempre vista por muchos sectores como un mero apéndice de las FARC, y les reduciría sus posibilidades de éxito electoral en las comicios previstos. Y, en tercer lugar, una vez anunciada la candidatura de Alvaro Uribe encabezando una lista para el Senado de Colombia, las posibilidades de éxito del uribismo crecerían, incluso para uno de sus candidatos a la presidencia, lo cual paradójicamente sería el peor escenario para las FARC y la izquierda. Es decir, el más adverso resultado para el presidente Santos, pero también para las FARC, sería que el proceso negociador iniciado el pasado año en Oslo fracasase.

Es por ello que es más que seguro que en estos meses se avance más que hasta la fecha y se concreten algunos resultados. Las dos partes lo necesitan y, ahora más que nunca, tratarán de evitar una naufragio en las conversaciones en curso. Santos, si el proceso da los resultados previstos, obtendría importantes réditos electorales, lograría un prestigio internacional con el que siempre ha soñado -¿estará preparando el camino para la Secretaría General de las Naciones Unidas una vez deje la presidencia?- y  se colocaría en una posición de indudable ventaja de cara a las elecciones presidenciales, casi asegurándose su segura reelección.

Luego nadie duda ya en Bogotá que el presidente Santos, habilidoso en el manejo de los tiempos y en el marketing político, no ha llegado a esta mesa de negociación sin previamente haber cerrado un acuerdo de mínimos; es más que  una sospecha que no habrá grandes sorpresas y al final se anunciará un pacto entre las partes. Las FARC saben que las cosas están cambiando en el continente y que la vía armada ya no es aceptada ni siquiera por la izquierda en ninguna parte del mundo.

El problema radica en saber la naturaleza del futuro acuerdo que saldrá de las negociaciones y que marco político se acordará para desarrollar el proceso de inserción de las FARC, el verdadero quid de la cuestión, en la sociedad colombiana. Este aspecto, crucial pero que esconde numerosos riesgos, es la clave del proceso de paz, tal como lo fue en Irlanda del Norte y como lo está siendo ahora en España con ETA.

EL ESPINOSO ASUNTO DEL NARCOTRÁFICO
Sin embargo, en vista de los acontecimientos que se desarrollan en estos días y  con la cada vez más creciente ligazón de las FARC con el narcotráfico, habiéndose convertido este grupo en el mayor cartel de drogas no del país, sino quizá del continente, las dudas asaltan a numerosos analistas y periodistas bien informados con respecto al proceso. ¿Serán las FARC capaces de abandonar tan lucrativo negocio y dejar atrás las armas para dar el salto a la vía política e institucional?

Este asunto, el del narcotráfico, no ha sido abordado lo suficiente y el gobierno, con el fin de esquivar las cuestiones más críticas, bien para dejarlas para al final o para otro tramo negociador más allá del plazo marcado por el presidente Santos, parece ser obviado deliberadamente por ambas partes. Por ahora, las negociaciones continúan, pero también las armas siguen sonando y los secuestrados -si están todavía con vida- siguen esperando encadenados en la selva el final de una pesadilla interminable que es un anacronismo más de esta Colombia del siglo XXI.

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