Palabras
dirigidas por el Dr. Ricardo Saint Jean
durante el acto en Plaza Lavalle, este 26 de febrero de 2013:
Los
militares y policías, y los civiles
que desempeñaron cargos durante el gobierno militar, son los parias de la democracia.
Son
discriminados como si fueran esclavos.
A
los esclavos y sólo a ellos, se les aplica retroactivamente
la ley penal, violándose garantías
y derechos humanos consagrados en
nuestra constitución. Y se les niega la prescripción, todo lo cual es ilegal tal y como lo ha declarado
para todo el mundo la Corte Suprema De
Justicia Del Uruguay, citando expresamente al Dr. Fayt.
A
los esclavos y solo a ellos se les niegan los efectos de las leyes de amnistía dictados por el mismo Congreso que ahora mira para otro lado.
La
Corte Suprema, ésta que hoy festeja
el inicio del año judicial, cambió los criterios del plenario “Díaz
Besonne” de la Cámara De
Casación, sólo respecto de los parias y los esclavos.
De
esta forma son los únicos a los cuales no se les otorgan excarcelaciones.
Los
esclavos son los únicos en la argentina a los que se los mantiene detenidos por
más de tres, cinco y hasta nueve años sin condena.
A
los esclavos no se les permiten las salidas transitorias ni aun estando
condenados, porque la estrategia, llamada por Lorenzetti “política de
estado”, es formarle siempre nuevos procesos, de modo que nunca
alcancen los beneficios humanitarios que la ley argentina consagra para los
penados.
A
los esclavos se los condena sin habérseles probado una sola conducta delictiva
concreta, simplemente por el destino o el cargo que ocupaban. Aquel
estaba en un destacamento de inteligencia, aquel se desempeñó en una unidad de
ejército, este era ministro. Y sin
que a ninguno de ellos se les pruebe el dominio del hecho por el cual los penan.
Ni
mucho menos la existencia de un supuesto ataque sistemático y generalizado a la
población civil, requisito de los delitos de lesa humanidad, que ya el fallo de
la causa 13 contra los Comandantes,
descartó completamente con todas las pruebas en la mano.
A
los esclavos viejos, los que tienen más de setenta años, se les prohíbe el
beneficio de la detención domiciliaria.
191 han muerto detenidos, sin
condena. Pero no importa, son esclavos.
A
los esclavos se los somete a juicios públicos donde ellos y sus familiares son
insultados, amenazados y agredidos por militantes que festejan quemando
patrulleros y vehículos del servicio penitenciario, haciendo más grotesco el
linchamiento judicial.
A
los esclavos se les hacía una marca visible.
Pues
a nuestras causas, y solo a ellas, se las identifica en todos los juzgados y
cámaras del país con un enorme sello rojo que dice “DDHH”, no sea que a algún distraído se le ocurra aplicarle el
mismo derecho que se le aplica al resto de los habitantes de la nación.
El látigo disciplinario no es sólo
para los procesados esclavos, lo es también para los jueces que quieren ser
independientes. Que pretendieron sentar criterios legales objetivos.
A
los jueces a quienes se les ocurrió conceder excarcelaciones a los parias, a
los esclavos, se les pidió el juicio político, caso de Alfredo Bisordi, de Berraz
de Vidal, de Durañona y Vedia,
de Gustavo Hornos, de García, de Yacobucci y de tantos otros.
Los
jueces federales que no tenían muchos procesos contra los parias y esclavos,
sufrieron escraches en sus domicilios, y la visita preocupada de los organismos de DDHH siempre acompañados
por el CELS de Verbisky y algún diputado
esclavista.
Y
en los exámenes para nombramientos o asensos, expresamente se les pregunta qué
opinan sobre esta clase de juicios.
Asesinan a los parias y a los
esclavos.
Como
lo hicieron con mi padre, el Gral. Ibérico
Saint Jean, los jueces Rosansky,
Portela y Falcone, que lo mantuvieron en proceso contra diez informes
suscriptos por diferentes médicos del cuerpo médico forense que lo declararon
incapaz para estar en juicio. Y con 90 años, enfermo de cáncer y sin
posibilidades de caminar por sus propios medios, le revocaron la detención
domiciliaria y lo enviaron a Ezeiza.
Y
persiguieron a los médicos forenses que habían dictaminado a favor
denunciándolos ante la Corte Suprema.
Hasta
que se descompensó.
Mi
padre murió, sin condena, tan solo dos semanas después, en el pabellón del Hospital
Militar que aloja a los esclavos.
Los esclavos son mercancía, moneda
de cambio.
Por
eso el gobierno le explica
sordamente a la ciudadanía que nos
roban y nos matan en la calle por cualquier cosa, pero que no se preocupen,
porque ellos persiguen a los represores que habrían cometido delitos hace 35
años.
Cualquiera
y en cualquier lugar roba y mata por unas zapatillas o un celular, pero no se
preocupen, la policía y la justicia funciona, hoy detuvimos a otro esclavo que
habría cometido un delito en 1975.
Y
le explican a la ciudadanía que los
trenes descarrilan y muere gente, “pero Estela, estarás contenta porque hoy
condenamos a otros nuevos parias a los que juzgamos por hechos de hace 35
años”.
La
droga se enseñorea a lo largo y ancho del país y la corrupción de los
funcionarios es la más alta que alguna vez hayamos visto, pero no hay
impunidad, mantenemos ocupados todas las agendas de los tribunales
federales, que son los que deben investigarlos, con los juicios por hechos de
hace 35 años.
¿Hay
algo peor que una dictadura que viola los derechos humanos de sus habitantes?
Sí,
una democracia que viola los derechos humanos de sus habitantes.
Hasta
qué punto se ha arrodillado la justicia que hoy traspasan los límites del
veinticuatro de marzo del setenta y seis solo para perseguir a quienes eran
policías o civiles que combatieron el terrorismo guerrillero en los años
setenta y cuatro y setenta y cinco.
¿No ven acaso que solo se juzga y
se persigue como esclavos a los antiguos enemigos de los montoneros?
Y
no sólo a aquellos que los combatieron con las armas, sino también a los jueces
que, con la ley en la mano, los condenaron, como es el caso del Dr. Jaime Smart.
Ya
no solo saltan obstáculos legales y constitucionales insalvables para cualquier
país civilizado. Ahora dan además unas muestras de un zigzagueo
jurisprudencial vergonzoso y asombroso para designar y perseguir a los parias,
a los esclavos y a quienes consideran un obstáculo a sus ambiciones.
A
tal punto ha permitido la Corte la
vulneración del derecho que, al romper para los esclavos el granítico principio
de irretroactividad de la ley penal,
le ha abierto a este gobierno, y a todo otro que venga en el futuro, la
posibilidad de perseguir a sus opositores políticos.
Porque
usando el mismo precedente que le aplican a los militares, ahora acusan de
delitos de lesa humanidad, a la señora
de Noble, a Magneto, a Mitre, a Blaquier, a sindicalistas,
a jueces, a sacerdotes.
No se cumple este año ningún aniversario de ningún
fallo de la Corte con el cual pretenden festejar el inicio del año judicial.
Este año se cumplen doscientos años de la Asamblea General Constituyente de las
Provincias Unidas del Rio de La Plata. La Asamblea del año 13.
Aquella
que dejó sentado para siempre que en esta tierra no aceptamos prerrogativas de
sangre ni de nacimiento. Que en la argentina no existen fueros personales ni
títulos de nobleza. Que en esta nación todos somos libres, e iguales ante
la ley.
No
puede haber esclavos, ni permitirse su existencia.
El terrorismo guerrillero, en los 70, nos secuestraba y nos mataba como a perros.
Por
ser militares, por ser policías, por ser familiares de militares o policías
estábamos condenados a muerte. Y la
Patria, si ellos triunfaban, a la esclavitud de la falta de libertades de Cuba, de China, de la Unión Soviética.
Ya
para el año 74 y 75, cuando los hechos desbordaron a la ley, para cuando la
violencia y el caos se adueñaron del país, tronaron las armas. Y cuando
los acontecimientos parecieron superar a las instituciones, la Junta Militar,
los Comandantes de las tres Fuerzas Armadas, asumieron –contra la ley- el
gobierno de la Nación.
¿Qué
creen acaso?; ¿que los hijos y nietos de los presos políticos estamos
de acuerdo con la ilegalidad de entonces, con la violencia, con el uso de las
armas como medio para dirimir los conflictos?
¿Creen
acaso que no sabemos de su dolor? ¿Qué es diferente tener un padre, un
hermano o un esposo detenido que tenerlos desaparecidos?, aun cuando
estén muriendo en prisión como nos ocurre a nosotros?
¿Creen
que no consideramos a todo eso una injusticia y un dolor mayor al que estamos
ahora viviendo nosotros?.
Pero señores, ya no una vez, sino varias en la historia argentina, abandonamos la ley para alcanzar lo que creíamos justo.
Si la Junta Militar abandonó la ley para alcanzar la victoria sobre el terrorismo, abandonar la ley, en democracia, para alcanzar lo que consideramos que es justo, es la vuelta a la selva, a la venganza, a los más bajo de nuestra naturaleza. Es el suicidio del sistema.
Es violar los derechos humanos en nombre de los derechos humanos.
¿Y creen ustedes por ventura que el poder judicial, este poder judicial federal, es el que habrá de solucionar nuestros problemas?
¿Estos jueces que son débiles con el fuerte y fuertes con el débil?
Y dicen: que haya unión, pero con justicia. Señores, la ausencia de legalidad, es una renuncia a la justicia.
La Argentina nos queda grande. Y no por su vasto territorio. Nos falta grandeza de alma a los argentinos para superar nuestros abismos, para conseguir los objetivos por los cuales vivieron y murieron tantos compatriotas.
Una Nación donde –en definitiva- pareciera que es más fácil morir por amor a los ideales, que aceptar el desafío de vivir con ellos.
Mientras
contemplamos, impávidos, la decadencia de un país que se divide en countrys y
villas miserias.
¿Qué hacemos, regodeándonos en el pasado del dolor y la violencia, cuando millones de nuestros chicos nacen en los mundos marginales de la violencia, la droga y el desamparo?. ¿No debiéramos darnos allí la mano, en el rescate a los más necesitados, a los urgentemente necesitados, allí donde un sacerdote fue asesinado el día que renunció a la violencia para abrazar la ley?.
No
se trata de una prohibición de mirar hacia atrás, o un ocultamiento o censura
del pasado. Se trata de una invitación a poner –todos y cada uno- la mano
sobre el arado.
Para
construir nuevos surcos en el presente, surcos que son preparación para el
futuro… que es lo único que podemos hacer para transformar el pasado, para
convertir ese tiempo cruel, estéril, trágico, en algo provechoso, útil
para quienes estamos aquí y ahora, y para los que vendrán.
Nosotros,
que sufrimos entonces y que estamos sufriendo ahora, les tendemos la mano a
quienes nos consideran sus enemigos, y les proponemos trabajar juntos en
el presente, por el pasado, para el futuro.
Pero
que a nadie se le ocurra ver en este gesto un signo de claudicación o de
debilidad. No es el débil sino el fuerte el que extiende sus brazos cuando
arrecian los latigazos.
Porque
nuestros presos y nuestros muertos nos hacen cada día más fuertes. Porque
estamos al lado de los militares, los policías, los agentes del servicio
penitenciario, la gente de prefectura y gendarmería y somos testigos de estas
humillaciones, más la falta de equipamiento, el desánimo, la incomprensión, la
persecución, el fomento del odio y de la desconsideración social.
Y
lo más trágico, sin un futuro a la vista, mientras la nación sufre un aumento
sin precedentes de la inseguridad fronteras afuera y fronteras adentro de su
territorio.
Nosotros
no vamos a parar. Nosotros no podemos parar, porque somos herederos de quienes
vivieron y murieron para que todos los argentinos vivamos como hombres
libres.
Porque no aceptamos ser esclavos ni toleramos que nadie, en nuestro país, sea tratado como tal.
Porque luchamos por una argentina que viva unida, reconciliada, caminando hacia un objetivo común.
Por la libertad de los presos políticos.
Por la recuperación de la legalidad.
A
todos los que sufren y a todos aquellos, que dieron la vida por nuestra
argentina, les decimos que por ellos, la patria está viva.
A
quienes nos siguen agrediendo. A los magistrados
cobardes que traicionan el derecho. A los dirigentes que no se atreven a
realizar la gran empresa argentina, para todos ellos tenemos un mensaje que les
transmitimos en palabras de dos hombres extraordinarios: el bravo soldado Luna y el sargento Cabral:
“ACÁ NO SE RINDE NADIE, CARAJO,
VIVA LA PATRIA!!”
FUENTE: https://www.facebook.com/pages/Justicia-y-Concordia/257291257644198
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!