Por Jorge Sigal
A Juan
José Campanella la cadena nacional le produce insomnio. Lo confesó esta
semana en el programa de Mariana Fabbiani por Canal 13. “Trato de no verla (a la Presidenta) porque
es frustrante”. Uno puede tolerar “el
error” o la admisión de que hay temas difíciles de solucionar, lo que no se
puede soportar es que diga “estos
problemas no existen”, explicó con amargura el ganador del Oscar.
Las críticas del cineasta coincidieron con un reverdecer del discurso “duro” del kirchnerismo. Después de un
breve período de atontamiento, resultado de las malas noticias que la economía
le obligó a dar, el oficialismo parece haber recuperado esa peculiar aptitud
para desafiar la realidad que siempre lo caracterizó. La propia Cristina Fernández, que venía ensayando
en sus apariciones públicas un tono marcado por la melancolía y el espíritu de “cierre de época”, que insistía en las
bondades del país que legaría a su sucesor, se encargó en sus últimas horas de
volver a mostrar que sigue siendo la Jefa. Durante el acto de inauguración de
una planta de la empresa Siam en Avellaneda llamó a los trabajadores a defender
“el modelo industrial” de su
gobierno, criticó nuevamente a los medios y advirtió a los sindicalistas que no
deberían estimular las protestas hacia un gobierno que les devolvió muchos de
los poderes que hoy ostentan.
Forzando la interpretación de los
acontecimientos, CFK insinuó que sus
seguidores corren el riesgo de repetir la historia que liquidó al tercer
gobierno de Juan Domingo Perón en la
década del 70. Exactamente cuando se
cumplen cuarenta años desde aquel 1° de Mayo de 1974 en que el General echó a
los Montoneros de Plaza de Mayo calificándolos de “estúpidos e imberbes”, la Presidenta
pareció empeñada en reclamar que cuiden su liderazgo, “antes de que sea tarde”. Ella, que siempre se mostró más atraída
por la leyenda combativa y heroica de Evita
que por las habilidades tácticas del fundador del Movimiento, que se imaginó a
sí misma como la continuación histórica de la abanderada de los humildes, sale
al encuentro de la escasez de recursos exigiendo comprensión y paños fríos. Sin heredero a la vista y con la caja
comprometida, la Presidenta tiene
que armar un dique de contención para que el descontento social y las
ambiciones de los pretendientes al trono no terminen arrastrándola hacia el
despeñadero de la historia. Lo único que la política no perdona es el
fracaso. Y el peronismo mucho menos.
Pero nadie explicó mejor el espíritu
de la contraofensiva K que el secretario
legal y técnico de la Presidencia, Carlos
Zannini, al dirigirse el domingo pasado a los diez mil militantes del
oficialismo reunidos en el Mercado Central de Buenos Aires. “No tenemos que buscar candidaturas. Tenemos
que ‘empoderar’ a la sociedad para que defienda las conquistas de esta década.
Si somos grandes en eso, excederemos cualquier candidatura”, arengó a la
multitud El Chino Zannini. El
vocablo elegido no pareció casual: “empoderar”
es un verbo tomado del inglés (empower) que significa “hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido”.
Fiel a su historia, el ex militante de Vanguardia Comunista salió así
–seguramente por expresa indicación de su jefa– a encender la llama de la voluntad frente a los vientos huracanados que
comenzaron a soplar hacia finales de la primavera pasada.
Hasta la fecha elegida para el acto
pareció la obra de un voluntarioso combatiente de la adversidad. Lo explicó el
propio funcionario. Ese día, 27 de abril, pero once años atrás, Néstor Kirchner perdía las elecciones contra Carlos Menem. Sólo la renuncia al ballottage por parte del ex
presidente permitiría que el santacruceño se hiciera con la primera
magistratura habiendo obtenido apenas un poco más del 22% de los sufragios. Es “raro” conmemorar “un segundo puesto” admitió Zannini.
“Pero Néstor era un tipo raro”, explicó. Para preguntarse luego: “¿Cómo
un loco así llegó al Gobierno?”. “La
crisis de 2001 dejó una grieta por la que Néstor
se coló en la historia”, respondió con aires de batalla.
El mensaje fue contundente. No hay
rendición. Ni siquiera la realidad puede detener a un puñado de hombres
dispuestos a vencer todas las tempestades. A
empoderar, entonces, hasta enterrarlos en el mar.
El problema de los dogmáticos es que
suelen tropezar con sus propias abstracciones. De lo contrario sería
inexplicable que en medio de la fenomenal ola de inseguridad que desespera a
los argentinos, un par de fiscales
enrolados en Justicia Legítima, la
agrupación K con sede en los tribunales, hayan armado semejante enredo en una
conferencia pública organizada por la Feria del Libro. Alejandro Plagia y Javier de
Luca, no tuvieron mejor ocurrencia que detallar el objetivo de la reforma
al Código Penal impulsada por el Gobierno como una “oportunidad de disputar una determinada economía del castigo, una
cultura punitiva, porque el código vigente es un código conservador, producto
de una cultura oligárquica”. Sergio
Massa debería pensar seriamente en contratar a este dúo de propagandistas
oficiales. Nadie le ha servido en
bandeja tantos argumentos en una sola jugada.
Tampoco se ha quedado atrás el
kirchnerista Mario Ishii, ex barón
del Conurbano, impulsor de una súbita restitución del Servicio Militar Obligatorio como herramienta de integración social
para combatir el delito. La iniciativa contó con la entusiasta adhesión de otro
hombre del oficialismo, el ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados. En un país
devastado por la desconfianza nadie puede creer que las soluciones vendrán en
una galera llena de conejos. Hasta el propio Martín Balza, el primer jefe del Ejército en asumir una autocrítica
por la actuación de los uniformados en la noche dictatorial, tuvo que salir a
contrarrestar la campaña del ex intendente de José C Paz. “El Ejército no es un reformatorio”, lo descalificó el general que
desarticuló la colimba en 1994 luego del asesinato del soldado Carrasco en la provincia de Neuquén.
El kirchnerismo ha creado su propio
sistema de anticuerpos. La agresividad discursiva le ha permitido construir una
fuerza de choque que nadie puede subestimar. Sin embargo, ese mesianismo se le
vuelve en contra cuando la necesidad obliga a sumar. Quizá por eso, Campanella ha dejado de “pedirle al presente” y sueña con
refundar el país “para empezar de nuevo”.
Publicado en Perfil, 04/05/2014
NOTA: Las imágenes
y destacados no corresponden a la nota original.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!