Es un documento un poco viejo (2013)… pero tiene
plena vigencia.
REFLEXIÓN
DE MARIO CAROTTI - EX CADETE DEL LICEO MILITAR GENERAL SAN MARTÍN QUE VIVE EN
LOS EEUU
Me patea el hígado la cobarde hipocresía de un
pueblo que repudia a sus soldados.
Comienzo afirmando que no creo que Jorge Rafael Videla haya sido inocente.
Habrá merecido ir a la cárcel, como muchos de los que hoy están en el gobierno.
Seguramente hubiera aceptado ese destino, como aceptó tantos otros siendo
soldado. Pero no merecía el desprecio y
la mentira.
Lo digo de nuevo, con todas las letras: HIPOCRESÍA. La hipocresía de quien se
esconde, de quien se avergüenza, de quien quisiera olvidar lo que hizo.
No
me refiero a lo que hizo Videla, sino a lo que hizo esta sociedad.
Porque a Videla lo pidieron.
Por más que traten, frenéticamente, de reescribir la historia, usar las aulas,
el cine, los libros, todo lo que tengan a mano…, conmigo no funciona.
Yo estaba ahí y tengo memoria. Y no me refiero a
la memoria de los obreros, líderes sindicales, soldados, chicos, adolescentes, policías,
estudiantes y empresarios asesinados por la subversión, sino a la memoria de haber visto a una sociedad
entera pidiendo que alguien los rescatara del baño de sangre
"liberador" al que nos sometían aquellos jóvenes idealistas.
No hay Pacho
O'Donell, Beatriz Sarlo, Forster o Feinmann que puedan convencerme de lo contrario, porque por más
prosa y filosofía que le metan, yo la vi
a nuestra Presidenta firmando el decreto que pedía aniquilación, con la
aprobación de aquel parlamento, peronista y no peronista. Y TODOS éramos
bien conscientes de lo que significaba "aniquilación" en aquellos
años de fuego.
No no se hagan los boludos, que son patéticos. Que
venga uno de aquellos hoy, a mirarme a los ojos y a decirme que no entendía lo
que estaba pasando y lo que iba a pasar.
Yo
lo vi a Balbín diciendo que ya no era hora de votos sino de botas.
Lo leí en las revistas, lo escuche por la radio, lo leí en las editoriales de
los diarios (todos, no solo La Nación) También en el diario de Timerman y su hijo, el que hoy es
canciller. Era el clamor de la calle. Y no solo en Barrio Norte (a Barrio
Norte llegue bien más tarde, mi infancia y mi adolescencia son de Villa
Martelli y Munro.
Videla
no fue un general al mando de un ejército extranjero de ocupación, ni esto fue
la Francia de 1939. Videla era bien
argentino y nuestro, y vino con los suyos a hacer el trabajo que todos les
pedimos. El problema es que hoy no tenemos los huevos para reconocerlo. Lo enterraron en vida en Marcos Paz para
que no nos recuerde como somos. Para no tener que mirarnos en el espejo.
Hoy se habla del 24 de marzo de 1976 como de un
día terrible pero en el fondo, lo que esta sociedad más quisiera olvidar de
aquel 24 de marzo es el suspiro de alivio, la sensación de esperanza, el
sentimiento generalizado de que llegaba la salvación. Yo estaba allí, y lo recuerdo perfectamente.
Tal vez Videla
mereció ir a la cárcel. Como soldado, tuvo la responsabilidad del mando y del
comando, y debió pagar por los crímenes de aquellos años. Le tocó pelear una guerra y la peleó, e hizo lo que se esperaba de todo
soldado: ganarla[1].
Esa fue su tragedia y la tragedia de este pueblo.
Pero por favor, no me mientan. Ni siquiera lo
intenten. Yo no tengo problemas en mirar al pasado y reconocer como fuimos. Se
ve que para la mayoría, ese es un ejercicio insoportable. Pobre Argentina, un pueblo que desprecia a sus soldados no merece
tenerlos.
José
Mario Carotti[2]
PS:
Y por favor no me vengan con que había que juzgarlos y meterlos en la cárcel.
En primer lugar, esto era una guerra, y
pregúntenles por ejemplo a los norteamericanos, que entienden bien cómo es esto
de ganar guerras, de los drones y de Guantánamo (por no mencionar a los dark
sites) que se hace con un combatiente enemigo.
En segundo lugar, juzgarlos y meterlos en la
cárcel es exactamente lo que se había logrado hacia 1973, y lo primero que hizo
Cámpora fue dejarlos sueltos a
todos.
Lanusse
convenció a los suyos de que ese era un sacrificio aceptable, si conducía hacia
la pacificación. Seis meses después esto era un baño de sangre a manos de los
indultados de 1973. El resto es tragedia conocida. Uso el término
"tragedia" en su sentido griego, la épica de los hombres sometidos a
un destino inescapable, en manos de dioses que los conducen invisiblemente.
[1] Dijo Jorge Rafael Videla: “Estábamos en el año 1978 y el Proceso
había cumplido plenamente con sus objetivos, entre los que destacaba el
fundamental, que era poner orden frente a la anarquía y el caos que amenazaba y
enfrentaba el país el 24 de marzo de 1976. Y porque digo que había cumplido con
sus objetivos, simplemente porque no había ni asomo ya de la amenaza terrorista
y mucho menos de la delincuencia común. Éramos uno de los países más seguros
del mundo, caminábamos en la mejor de las direcciones”.
[2] José Mario Carotti es Vicepresidente - Marketing:
Creating Relevant & Differentiated Brands that Build Loyalty & Generate
Revenues, empresa del Area Telecomunicaciones sita en Washington D.C.
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