Por Mariano Obarrio
Los peores
autoritarismos nacen de falsas victimizaciones. Batir a esas conspiraciones es
un fin que justifica cualquier medio.
El atropello a la ley
y a la Constitución es un costo menor frente a un objetivo que se presenta como
histórico. Hay que ir por todo.
Las corporaciones, la
oligarquía, la hegemonía, el conservadurismo, todo hay que romperlo. Hay que
barrer con las premisas del antiguo orden.
Cuanto más fracasos
depare esa política, más hay que insistir en ellos aunque sean evidentes.
Hay que demostrar por
la fuerza, y no por la razón, que los demás, que ellos, están en el proyecto
equivocado.
Que son los enemigos
de la Patria, de lo bueno, de lo sano… Cuanto más débil es el argumento, más
fuerte debe ser la política y más firme debe ser el jefe o la jefa.
Cuanto más daño se
cause al pueblo, más enemigos ocultos existen en esa conspiración. Porque sin
ellos los daños no existirían.
Hay que barrer con
todo: si la realidad no se amolda a los principios y a las banderas, es la
realidad la que está en el error.
Y cuanto más obvia
sea la crisis, más obvio será que las medidas fueron insuficientes, que hay que
seguir colocando a más amigos en el poder, y que hay que redoblar la apuesta.
Pero en verdad,
cuando la sinrazón se apodera del príncipe, la única oposición posible es la
gente en la calle.
Cristina Fernández de Kirchner: "Vamos por todo"
Los autoritarismos lo
son porque han logrado controlar todos los espacios institucionales: no se
detienen ante los jueces ni los fiscales, ni ante los legisladores ni los
órganos de control, ni ante la prensa, ni ante las encuestas, ni ante la
Iglesia, ni ante los militares, ni ante los sindicatos, ni ante los
economistas, ni ante el Papa.
Nadie ni nada los
frena. Son la fuerza del amor, de la Patria y del pueblo. La opinión de los
otros siempre está viciada de intereses subalternos, de maldades solapadas.
Cada pelea es a muerte y todas son la búsqueda de la apoteosis, de la épica,
cada pelea debe ser una epopeya histórica.
Vencer al adversario
es el único fin y el único medio. Hay que confiscarle sus medios, romperle sus
campos, dañarle sus ganancias, consumir sus recursos en proyectos inútiles, romper
su cultura, culparlo de todo, demonizarlo, sacarlo de su eje, alterar su forma
de vivir, asaltarle su casa, atemorizar a su familia, desvirtuar su educación,
menoscabar su historia, menospreciar sus méritos, anular y ensuciar su pasado.
Cuando ello pasa, de
nada sirven los discursos, la oposición abandona sus bancas, los legisladores
se rinden, las alianzas se confunden, los jueces se desmoralizan, las policías
bajan sus brazos, los empresarios se rinden, los periodistas despotrincan solos
en la TV y la gente mira sufriente sin entender lo que pasa.
Todos los
autoritarismos en la historia han sido frenados por una resistencia indignada,
por los últimos luchadores, por los que ganan el espacio público, por los que
salen y no se rinden, por los que gritan y reclaman, por los que caminan en
círculos, con carteles de paz y de justicia, por los que salen al espacio
público a demostrar que son muchos y que son más. Y que son los que no se van a
dejar vencer por la dejadez y por la abulia.
La única manera de
hacer política, cuando todo se ha perdido, es el grito de la resistencia.
Sin violencia, con el
reclamo de paz y justicia. La gente debe hablar antes que las urnas. Un año es
demasiado tiempo y mucho daño puede hacerse aún.
Cuando el
autoritarismo ganó todos los espacios, la libertad se consigue en la calle.
Ella cambia la historia.
NOTA: El trailer Cristina Fernández de Kirchner: "Vamos por todo" no corresponde a la nota original.
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