viernes, 16 de enero de 2015

DILMA, CRISTINA, CORRUPCIÓN


Una sufriendo los últimos días en el ejercicio del poder, otra reasumiendo el mando obtenido por escaso porcentaje de sufragios, ambas cascoteadas en su imagen por la corrupción que les escupe los rostros. Cristina y Dilma tienen sus puntos en común y sus sutiles -aunque importantes- diferencias.

Cristina con la invalorable ayuda de sus disciplinados legisladores propios, de los que truecan la cárcel por el voto y de las torpes decisiones de la Procuradora General de la Nación, intenta blindarse confiando en jueces y fiscales que puedan bloquear las múltiples y graves imputaciones de corrupción. Tiene en su contra el hecho de que la Justicia ha dado sus primeros pasos y parece que aprendió a caminar sin andador[1].

Dilma, que no tiene dominio absoluto ni del Congreso ni de la Procuración General, se encuentra en una situación diferente. Sólo le queda dar una vuelta de timón y demostrar, en los años que le restan en el Planalto, que está dispuesta a combatir la corrupción y aceptar, sin interferir, la labor de la justicia. Tarea harto difícil para quien, pese a su increíble e inocente juramento de ignorar la corrupción, se encuentra -como mínimo- sumergida en las generalizadas sospechas de encubrimiento.

Otra similitud es que gran parte de la corrupción surge del gracioso otorgamiento de la Obra Pública a las empresas “amigas” sin necesidad de cualquier trámite que demore u otorgue transparencia a la decisión, sea ésta nacional, provincial o municipal. Báez, López o Camargo Correa son apellidos que cargan en cada región con las sospechas de corruptos favoritismos, y pruebas cuasi fehacientes les otorgan el carácter de “socios” del gobierno.

Las diferencias más extremas se notan en las iniciales e inmediatas consecuencias de las investigaciones. Mientras que los amigos de Cristina siguen gozando -por ahora- las mieles del éxito y la impunidad, varios de sus colegas brasileños ya conocen cómo es el mundo visto a través de las rejas de una prisión federal y muchos más están armando sus defensas ante las inminentes imputaciones.

En estos días la Empresa Camargo Correa negocia con el Ministerio Público brasilero la posibilidad de cerrar un acuerdo de “leniência” o “Delação premiada”[2] que consiste en “contar” lo que sepan sobre un crimen a cambio de la reducción de la pena. Es que a la fecha y desde mediados de Noviembre once altos ejecutivos de grandes empresas se encuentran detenidos en la Prisión Federal de Curitiba.

La exigencia inexcusable es la previa declaración de culpabilidad, en segundo lugar se procede a informar sobre las formas en que se llevaron a cabo las maniobras dolosas e identificar a los participantes. Obviamente que luego de analizar la situación, son muchos los que se aprestan a denunciar a colegas, funcionarios, lobbistas, etc. y detallar la metodología aplicada. (É preciso trair para não ser traído)[3]

Resulta significativo el hecho de que haya dieciséis empresas -y sus altos ejecutivos- implicadas en el “Petrolão” y ante la posibilidad de una corrida hacia su despacho, el Procurador Dos Santos Lima afirmó recientemente que “Sólo las que fueran más rápidas serán beneficiadas”, “las que decidieran colaborar al último no tendrán más novedades que contar” concluye con un dejo de ironía.

Y hay algo que, finalmente, también hermana a Dilma con Cristina y es el hecho de que uno de los investigados por la Justicia brasilera es nada menos que Cristóbal López.

Juan Manuel Otero


[1] La presente nota fue escrita antes de las denuncias del Fiscal Nisman.
[2] Artigo 14 (Código Penal Brasileiro): “El imputado o acusado que colaborara voluntariamente con la investigación policial y el proceso criminal en la identificación de los demás co-autores o partícipes del crimen, en caso de ser condenado tendrá su pena reducida de uno a dos tercios”.
[3] “Es preciso traicionar para no ser traicionado”.

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