Nadie se muere en la
víspera. Es un viejo y sabio dicho.
Combatiente, sobrevivió, tuvo
cáncer y sobrevivió, fue de los primeros prisioneros de guerra y vivió, soportó
la enfermedad y muerte de su esposa con el maléfico ingrediente final que no lo
dejaran verla sino con su cajón cerrado en el cementerio, y sobrevivió.
Lo hizo hasta llegar, después de
la ardua lucha llevada adelante para lograr su prisión domiciliaria, a su viejo
hogar. Y como nos pasaría a todos, se encontró con algo que seguramente
desconoció. Sin su gente querida, cambiado, ya no más un hogar sino quizás, tan
solo una casa vacía llena de recuerdos. Y pienso que su cuerpo dijo en ese
instante: Ya está. Ya estoy listo. Y poco o nada duró. Debilitado y enfermo,
dio su batalla final y se fue a reunir con sus seres amados y con Dios.
Saludo al “viejo” naval, saludo al combatiente, saludo al digno prisionero de
guerra y hacia el final, saludo al amigo que se fue en paz con Dios y consigo
mismo.
Que descanse en paz y que Dios lo
tenga en su Gloria, junto a su querida esposa.
Rezo por sus eternos descansos y
por sus hijos que hoy lo lloran.
Autor: un miembro de la Promoción
98 de la Escuela Naval Militar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!