Algo tenían que encontrarle los chicos K al Pro, al menos
para intentar algunos goles que dieran por empatado el partido de Tucumán, ese
que empezó con la chacarera ventosa del millonario Manzur y terminó como un
Boca – River cualquiera, gas pimienta incluido.
No importa la desprolijidad de la contratación de “La
usina”, al fin y al cabo la chapucería no tiene color político y en Argentina esto
es una marca de agua. De cualquier manera utilicemos algo de lógica y pensemos
que por más urgencia que impongan las elecciones Fernando Niembro no tiene ni
para superar en altura el tobillo de Boudou, ni siquiera tiene un médano como
casa de veraneo. Además, es candidato a algo en La Matanza, partido que si bien
por el amontonamiento que ha hecho de la hacienda electoral entre sus límites
tiene incidencia electoral, ya sabemos que son pocos los que pueden animarse,
ni siquiera con un bufoso en la cintura, a fiscalizar lo infiscalizable.
En esta Argentina tergiversada se lo encanuta a Niembro por
algo que se supone un arreglo, “bajunje” que falta demostrar aunque sabemos que
en el deporte de tirar bosta cuando está por sonar el gong los del FpV y sus
alcahuetes tienen nivel olímpico. Se lo enreja por haber sido vocero de Menem,
justo ahora que tenemos un candidato a presidente que gastaba con el riojano
las mismas zalamerías que ya lo habían hecho famoso como felpudo en esos
tiempos de jolgorio de la pizza con champagne mientras los Kirchner defendían,
como a su vida, la privatización de YPF.
En verdad, pegarle a Niembro por una contratación fullera es
“too much” como diría una iletrada. Sobran ejemplo de que eso, si se demostrara
que es algo más que una chapuza, con los nenes que vemos actuando todos los
días podríamos llegar a clasificarlo como una nimiedad.
Independientemente de esto, la realidad estriba en que si
este fuera un país que tuviera perfectamente definido los límites de la
dignidad y el honor, una persona como Fernando Niembro[1]
no tendría la más mínima chance de ser, siquiera, ordenanza rentado de un
municipio. Solo por la indecorosa discriminación que hiciera sobre los muertos
en Malvinas cuando se pidió un minuto de silencio por éstos, cualquier persona
de bien lo definiría como un ser despreciable. Ese día y en una cancha de
futbol subió al podio de la infamia cuando, sin que le temblara la papada, este
ser innoble hizo la siguiente acotación: “es un homenaje para los heroicos
soldados que combatieron en las Malvinas y que quede en claro que me refiero a
los verdaderos héroes, a los soldados, y no a los cobardes oficiales”. Por
supuesto, este inveterado mendigo de favores nada sabía de quien era el
Sargento Cisneros o el Subteniente Silva -solo para nombrar a dos de los
militares profesionales que dieron su vida en Malvinas- o si lo sabía, al ver
que los vientos que soplaban era de pura e inicua desmalvinización, buscó
llevar agua para su molino o algún denario de plata para su bolsillo.
Que tres héroes de
Malvinas le saltaran a su adiposo cogote y lo obligaran- justicia mediante- a
desdecirse de sus indignas palabras hubiera sido la conclusión lógica de un
despreciable episodio, pero en Argentina hay dos postulados que no necesitan
demostración, cualquier canalla es mejorado por la muerte y cualquier rastrero
siempre tendrá un lugar en la política, en especial entre aquellos que se
negaron a compensar a los veteranos de guerra.
JOSE LUIS MILIA
[1] NOTA DE LA REDACCIÓN: Para no ser el chaleco salvavidas de plomo del PRO, Fernando Niembro debió
declinar su candidatura a diputado por la provincia de Buenos Aires. Ese acto
demuestra un cambio grande con respecto al poder de turno, que mantiene a sus
funcionarios corruptos hasta último momento. A pesar de ello sus desafortunadas
manifestaciones sobre la Guerra de Malvinas, demuestran que es mejor que
Niembro continúe relatando partidos de fútbol y deje la política para personas
más capaces que él.
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