por Ricardo Angoso
@ricardoangoso
El súbito, pero también rotundo y contundente, regreso de
Rusia a la escena internacional plantea numerosas incógnitas y, sobre todo,
mucha desconfianza e incertidumbre en los Estados Unidos y en sus aliados
occidentales. Desde la anexión de Crimea por parte de Moscú, desafiando a las
nuevas autoridades de Kiev y a sus socios europeos, Rusia ha comenzado a
desplegar una política exterior mucho más activa, dinámica e implicada en los
aquellos escenarios regionales que considera dentro de su esfera de intereses
geoestratégicos.
24/11/2015 |
Sin embargo, el reciente derribo de un avión militar ruso
por parte de Turquía -supuestamente en el espacio aéreo turco- ha generado la
más grave crisis política entre Moscú y Ankara, poniendo en grave peligro la
hasta ahora intensa actividad económica entre ambas naciones y la cooperación
política para resolver los conflictos de Oriente Medio y el Cáucaso.
Nuevamente, se imponen las lógicas políticas y militares del pasado en que
las dos potencias se disputaban su
influencia política y militar en los Balcanes y, en general, en toda la región.
Rusia ya acusado a las autoridades turcas de haber atacado al avión ruso sin
motivo y de haberlo hecho fuera de su espacio aéreo, contradiciendo la versión
oficial turca.
De acuerdo con la presidencia rusa, los dos líderes discutieron la lucha contra lo que calificaron como grupos terroristas en Siria. |
También el apoyo ruso al régimen sirio que preside Bashar
al-Asad, al que Moscú le presta un importante soporte político y militar, ha
elevado la tensión entre Rusia y Turquía. Ankara considera más peligroso para
sus intereses la creación de un Estado kurdo en Siria conectado por vía
terrestre con la entidad autónoma kurda de Irak que al Estado Islámico,
principal enemigo en esta zona del mundo del régimen sirio, del maltrecho
Estado controlado por los chiítas de Bagdad, de Irán y también de una buena
parte de las naciones occidentales lideradas por los Estados Unidos en esta
guerra ya abierta y brutal.
TURQUÍA, INCIERTA
DERIVA
Recep Tayyip Erdogan |
La incierta deriva de Turquía, que preside el impredecible e
irresponsable Recep Tayyip Erdogan[1],
ha derivado en la reapertura del conflicto bélico con la principal fuerza kurda
en la escena turca, el Partido de los
Trabajadores del Kurdistán (PKK), en
la casi ruptura de relaciones con Rusia,
en una implicación en el conflicto sirio pero sesgada y solo sirviendo a sus
intereses y en una ausencia de diálogo para resolver sus nulas relaciones con
Armenia, Chipre, Israel (reactivadas recientemente pero en niveles muy bajos),
Siria y ahora Rusia.
Mustafa Kemal Atatürk |
El proyecto imperial
neotomano, junto con sus nunca ocultadas veleidades islamizadoras de la que hasta ahora era una sociedad
dinámica y moderna, han llevado a la Turquía de Erdogan a un cuestionamiento
sistemático de lo que era un sistema político republicano, laicista, cívico,
modernizador y democrático, tal como lo concibió en su momento el fundador de
la República de Turquía, Mustafa Kemal
Atatürk, en 1923.
Con todo lo reseñado anteriormente, es más que dudoso que
podamos considerar a Turquía como el fiel aliado de Europa y los Estados Unidos
de antaño en esta zona del mundo, ya que su proyecto político es excluyente,
etnicista, dotado de un notable déficit democrático e intolerante en lo
religioso, y porque sus intereses geoestratégicos difieren notablemente de los
de Europa.
Pese a ser miembro de la OTAN y pretender ingresar en la
Unión Europea (¿?), Turquía tiene
una agenda paralela a la de Occidente y sus
intereses pasan ahora por construir una nueva nación ajena a lo que fueron los
principios fundacionales laicistas y republicanos. Su proyecto "imperial", en donde el pueblo
kurdo y otras minorías no tienen cabida, pretende proyectar su influencia más
allá de sus fronteras -por ejemplo: claro apoyo a los turcomanos de Siria y a
Azerbaiyán en su disputa con Armenia- y seguir sin resolver sus contenciosos
históricos, como el eterno conflicto de Chipre que se generó tras la invasión
turca de la isla allá por el año 1974 y
que dura hasta hoy.
Paradójicamente, y porque nunca ha sido mayor verdad que la
política hace extraños compañeros de cama, los intereses europeos y
norteamericanos, es decir, los de Occidente, están más cerca de los de Rusia
que los de Turquía. Si Europa no hubiera hecho un seguidismo a ultranza de la
errática política norteamericana con respecto a Ucrania, al apoyar un ejecutivo
ultranacionalista de escaso talante democrático, hoy no estaríamos como estamos
en nuestras relaciones con Rusia y contaríamos para derrotar al Estado Islámico
con un aliado potente, confiable y que sabe el modo y la forma con la que se
debe actuar frente al radicalismo islamista. Rusia fue capaz de derrotar al
Islam más radical en Chechenia y de poner orden, nunca mejor dicho, en las
turbulentas aguas del Cáucaso, mientras que Turquía animaba a Azerbaiyán en sus
"juegos de guerra" contra
Armenia y coqueteaba con Irán para hacer pingues negocios.
RUSIA, SÓLIDAS
ALIANZAS Y NUEVOS SOCIOS COMERCIALES
Unión Aduanera Euroasiática |
Rusia, además, ha construido en los últimos años sólidas
alianzas en con sus antiguos aliados exsoviéticos, como lo constituye la
iniciativa denominada Unión Aduanera
Euroasiática, a la que pertenecen junto al gigante ruso Bielorrusia,
Kazastán y Armenia, y también con China y algunas naciones del sudeste asiático
ha tejido sólidos vínculos comerciales.
¿Hacia dónde puede derivar esta suerte de "divorcio" entre Rusia y
Turquía? El desencuentro tiene raíces profundas y se deriva de la escasa
convergencia entre ambos países en sus intereses estratégicos. Rusia, con su
apoyo a Siria en contra del Estado Islámico y otros grupos terroristas apoyados
por Occidente, está simplemente intentando proteger a su principal aliado en
Oriente Medio y, de paso, garantizar su única base naval en el Mediterráneo (Tartus).
Es una vieja alianza que no se romperá fácilmente, por mucho que los
occidentales se empeñen y también Turquía.
Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) |
Mientras que para Ankara las cosas están muy claras: hay que
evitar a toda costa la creación de un Estado kurdo en la región, pues eso daría
más fuerza todavía al PKK y el conflicto nunca acallado rebrotaría con más
intensidad. Pero ese objetivo puede chocar con los intereses occidentales y
europeos que necesitan a los kurdos para derrotar al Estado Islámico y para
servir de contrapeso a los emergentes grupos chiítas en escena apoyados por
Irán.
Nuevamente, las antiguas áreas de influencia están en juego
y el tablero de ajedrez en esta parte del mundo se decide en un mano a mano
entre Rusia y Turquía. Flaco favor haría Occidente a la estabilidad regional en
esta zona del mundo si apostase sin reflexionar a la carta turca, poniendo en
juego la necesaria cooperación y colaboración de Moscú en las diferentes crisis
que padece esta región. Por otra parte, Turquía también tiene mucho que perder
en esta crisis: no olvidemos que el turismo ruso aporta a este país 10.000
millones de dólares al año y que el 60% del gas consumido por los hogares
turcos proviene de Rusia. Esperemos que se imponga la sensatez y Occidente,
como ya hizo en el pasado, incluya a las autoridades de Moscú en un necesario
diálogo sin exclusiones ni pretensiones hegemónicas. Ese es el único camino, no hay otra alternativa, al menos por ahora.
[1] Recep Tayyip Erdoğan (Estambul, 26 de
febrero de 1954) es un político y economista turco. Es también el actual
presidente de Turquía, cargo que ocupa desde el 28 de agosto de 2014. Ejerció
como primer ministro de Turquía entre marzo de 2003 y agosto de 2014, y
anteriormente como alcalde de Estambul entre 1994 y 1998 por el Refah Partisi.
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