29/05/2016
Por Mauricio Ortín
Un 28 de mayo
de 1975, cuarenta y un años atrás, poco más de una docena de soldados salteños
de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5 se encontraba en la localidad
tucumana de Manchalá. La presidente de la Nación, señora María Estela Martínez
de Perón, les había ordenado defender con la vida si fuera necesario el gobierno que presidía y
las instituciones de la república. No tenía opción. El Ejército Revolucionario
del Pueblo había elegido el monte tucumano para hacerse fuerte y, desde allí,
avanzar hacia la toma del poder por las armas. El país se hallaba en una
inequívoca situación de guerra civil. El 19 de enero de 1974, un año antes de
firmarse el decreto que ordenó el Operativo Independencia en Tucumán, el ERP
atacó la Guarnición militar de Azul. En la defensa fueron ultimados el soldado
Daniel González, el jefe de la guarnición coronel Camilo Arturo Gay y su
esposa, y secuestrado el teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal, asesinado
diez meses más tarde. El 21 del mismo mes, el general Juan Perón, presidente de
la Argentina y comandante en jefe de las
FF.AA. envió un radiograma a todas las unidades castrenses haciendo expresa su
voluntad de procurar todos los medios a su alcance para “… que el reducido número de psicópatas que va quedando sea exterminado
uno a uno para el bien de la República.”
Serían las
cinco pasadas de la tarde. A la vera del camino los soldados Rodolfo de Mayo,
Ricardo Carranza y Juan Villalba, en medio que pelan caña de azúcar y hablan de
bueyes perdidos, hacen menos largas las horas de Rubén Segura, el centinela de
los que estaban adentro reparando la escuela de Manchalá. En ese estar, una
camioneta tras doblar en la esquina pasa mientras otra la sigue. En esta, un
individuo armado en la compuerta de la
caja, al mismo tiempo de al grito de “grupo
escuela”, dispara una ráfaga de ametralladora. La primera bala secciona 15
cm del fémur derecho de Segura. Otra hiere a Villalba en una rodilla. En un
acto reflejo, contestan el fuego con fuego. De Mayo maldice a su fusil que se
traba en el tercer disparo. Los que están dentro de la escuela, que no son
mancos, aprietan los gatillos y el combate, al decir de De Mayo, se hace “atroz”. El guerrillero chileno Domingo
Villalobos (sargento Dago) cae herido de muerte. Irurzún, el que abrió el fuego,
se aleja cojeando. Quejidos de dolor, balas silbando, humo y acre olor a
pólvora revelan la presencia de la muerte. El cabo primero Gerardo Lafuente se
hace cargo del mando y mientras hace un recuento de municiones calcula que los
subversivos son, por lo menos 80. No le erra por mucho, son cerca de 120 ¡Hay
que rescatar a Segura!, ordena (el soldado que herido y desangrándose está
afuera a merced del enemigo). Arrastrándose, de Mayo llega hasta él y le ata
una soga. César Pardal y Osvaldo Alcalá, en medio de la balacera, lo arrastran
hacia el aula. José Romero los cubre con su FAP y luego hace un intento de
subir al techo, el fuego enemigo se lo impide. Rubén Flores y Dardo Rojas eligen
sus blancos para ahorrar munición. En el fragor del combate, de repente, un
diálogo:
·
El
enemigo: -¡Grupo escuela, ríndase!
·
Los
salteños: -¡Vengan a buscarnos!
·
El
enemigo:- Están rodeados, ¡Grupo escuela, ríndase!
·
Las
fieras: - ¡Avancen hijos de puta!
A pocos
kilómetros de Manchalá, en la escuela de Balderrama, los soldados Juan
Pucapuca, Luis Peñaranda, Aldo Parada y Juan Sulca advierten el tiroteo. No tienen dudas, sus compañeros
están siendo atacados. En eso llega el camión que conduce el soldado Ricardo
García con el sargento ayudante Serafín Lastra. Saltan al camión y cortando
camino y atravesando ríos y cañaverales ya están llegando; son recibidos por
fuego enemigo y Sulca sufre dos tiros en el abdomen. Suerte parecida corren a
los que llegan desprevenidos en el camión que lleva el mate cocido. Ahí vienen
el sargento Soto, el cabo primero Agustín Arroyo y los soldados Roberto y Hugo
Ontiveros. Ahora ya son más de veinte los salteños que combaten. No hay
contacto entre los que están en la escuela y los que llegaron pero los
guerrilleros tienen dos frentes abiertos. En eso, hieren gravemente a Roberto
Mamaní. Suboficiales y soldados pelean a cubierto desde los cañaverales. Luis
Arce, que llegó en otro camión con Sergio Oñativia, sabe que Mamaní o recibe
atención inmediata o se muere, lo carga en el camión y vuela al hospital de
Famaillá donde informa el parte del
combate. A más de cuatro horas de iniciado, llegan los refuerzos desde San
Miguel. Auguran que la peor de las suertes le ha tocado a los que estaban en la
escuela. No esperan encontrarlos con vida. Fallan, no hay muertos en propia
tropa y el enemigo se ha desbandado dejando muertos, armas, vehículos e
información valiosa. La victoria total que pone fin a la aventura del ERP en Tucumán es sólo la primera parte de esta
historia.
La segunda, la
infame, cuenta que, con la excusa de la “política
de Estado” de Derechos Humanos el gobierno de Cristina Kirchner urdió un
plan con el objeto de deshonrar y borrar de la memoria dicha gesta. En función
de ello ejecutó una campaña mediática de difamación para justificar la
destrucción del monumento que inmortalizaba al Combate de Manchalá. Campaña
dirigida y financiada desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación
que, a través del concejal justicialista
de la ciudad de Salta, Martín Ávila, lanzó la falsedad grotesca de que el
monumento homenajeaba al “Plan Cóndor”
y no al combate en la escuela. Según este sujeto, la “prueba irrefutable” de semejante disparate era el cóndor representado
en el monumento; y, si esta no fuera lo suficientemente convincente, argüía
cinicamente que el combate de Manchalá era una reivindicación del genocidio del
Operativo Independencia. Con semejantes patrañas por fundamento, el
kirchnerismo procedió en el 2013 a demoler el monumento al Combate de Manchalá.
Ni un solo gobernador (empezando por Urtubey), intendente, legislador nacional
en funciones o miembro del poder judicial manifestó el menor signo de protesta
ante semejante acto de agravio e ingratitud. Tampoco hombre alguno de la
iglesia (Bergoglio incluido). La misma fracción política que hace cuarenta y un
años, desde el gobierno de la nación, envió a esos jóvenes los soldados a matar
o a morir al monte tucumano es la misma que, otra vez en el poder, ultrajó a
los veteranos soldados destruyéndoles el monumento y llamándolos genocidas por
haber cumplido acabadamente con esa orden. Canallada por la que dirigente peronista
alguno ha mostrado arrepentimiento.
Una de cal. Este 28 de mayo de 2016, aniversario
del Combate de Manchalá, en el mismo campo en el que se erigía el monumento, el
Ejército Argentino a través de la Vta Brigada de Montaña efectúo un
reconocimiento con honores a los combatientes de Manchalá, allí presentes (Ya iba
siendo hora que entre tanto bendini, balza y milani apareciera un JEFE).
Otra de arena. En bruto contraste a la
rendición de honores que en Salta el ejército argentino hizo a los combatientes
de Manchalá y a sí mismo, en San Miguel de Tucumán, el Operativo Independencia
no ha concluido (“es la guerra, estúpido”).
Ancianos que apenas caminan resisten sitiados por “valientes” ex guerrilleros, políticos, periodistas y unos individuos que se hacen llamar, jueces.
Si me parece escuchar a estos últimos,
¡Grupo escuela, ríndase!...
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