Leí con atención el
reciente artículo del padre Guillermo Marcó. Tuve el privilegio de colaborar un
tiempo con él en la labor de prensa del Arzobispado de Buenos Aires y allí
alternar con el arzobispo. Conocí entonces a un hombre sabio, enigmático, de
pocas palabras, preocupado por la política de Néstor Kirchner, que a su
entender "promovía la división social" y nos podría llevar hasta a un
"enfrentamiento sangriento". El tiempo pasó y aquel padre Jorge, ya
devenido en Papa, me mostró una faceta que hasta hoy día me tiene
desconcertado: si en Buenos Aires nos manifestaba su preocupación mayor por
ancianos, niños y gente privada de su libertad, en Roma parecería que ha
decidido darle la espalda a un aspecto de aquella preocupación. Integro la
Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, ONG que se ocupa de
asistir legal, moral y espiritualmente a militares y civiles presos por haber
tenido alguna función en la época de la guerra sucia de los 70 (en su mayor
parte detenidos sin condena o con sentencias aberrantes, ya que el delito que
ahora se les enrostra es "tenía que saber", pues no existen más los
partícipes directos, aquellos que fueron juzgados durante el gobierno de
Alfonsín y que hoy en su gran mayoría han fallecido). Ya envié cuatro cartas al
padre Bergoglio -que sospecho nunca leyó-. La última invocando el Año de la
Misericordia y pidiéndole haga llegar a estos ancianos presos, y muriendo por
las condiciones en las que los jueces federales obligan a mantenerlos (muchas
veces rechazando el pedido de mayor atención invocado por los médicos
penitenciarios, que procuran en vano cumplir con sus hipocráticos deberes) una
palabra de aliento, una carta o un Rosario - como el que le envió a Milagro
Sala- . Nada de ello ha sucedido. Sólo a pedido de nuestra asociación accedió a
recibir a sus dirigentes en audiencia en el "corralito de los
miércoles", donde los "atendió" por un minuto y medio (por la
tarde recibió en Santa Marta a una dirigente K). Ahora invoca, por medio de las
enigmáticas cartas enviadas a amigos (artificio político que usa para que su
descargo ante los ataques mediáticos que recibe sea luego difundido) su
obligación como Padre de la Iglesia, de recibir o atender, especialmente en
este Año de la Misericordia, a quien se lo pida, así lo haya denostado en el
pasado. Disiento parcialmente con Marcó: para este Papa, por lo menos en el
país que lo vio nacer, la misericordia es tan sesgada o parcial como los
derechos humanos K y aplicada para los que, en sus intrusiones en la política
local, considera son los únicos dignos de ella, como Hebe de Bonafini. Para los
demás, el silencio o el "ninguneo". Los más de 360 ancianos muertos
en prisión y sus deudos, a los que ignora sistemáticamente, aún esperan su
mirada o atención benévola. Creo que esperan en vano?
Edgardo Frola
DNI 04.403.415
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