Recordar
la verdad completa de los ‘70 molesta a espíritus totalitarios. El otro demonio
(Dunken), un trabajo de historia narrativa que cuenta los casos de diez
víctimas olvidadas de las guerrillas de izquierda, fue presentado en Tucumán y
Salta.
Por Agustín De Beitia,
Jorge Martínez
El aspecto más
gratificante de escribir un libro puede no agotarse en su mera publicación. Hay
una sensación adicional, indefinible, que surge del contacto directo con los
lectores y que aporta una dimensión diferente a la solitaria tarea de la
escritura.
Los firmantes de esta
nota pudieron experimentar algo de eso durante una breve gira de presentación
por las provincias de Salta y Tucumán. El libro de marras es El otro demonio (Dunken), un trabajo de
historia narrativa que cuenta los casos de diez víctimas olvidadas de las
guerrillas de izquierda que actuaron en el país en la década de 1970. Tres de
esas víctimas acompañaron a los autores en sus presentaciones: Silvia Ibarzábal, hija del teniente
coronel Jorge Ibarzábal, secuestrado y asesinado por el ERP en Buenos Aires en
1974; Eugenia Paz, hija del
empresario tucumano José María Paz, asesinado por Montoneros en 1974, y Maby Picón, viuda del capitán Humberto
Viola y madre de María Cristina, de 3 años y medio, ambos asesinados en Tucumán
por el ERP también en 1974.
Toda la gira fue
organizada por el Centro de Estudios
Salta. Se trata de una entidad única en su género, motorizada en gran
medida por profesionales (Alejandro Patrón Costas, Alejo Caro Figueroa, Mario
Cabanillas, Mauricio Ortin) que dedican su empeño y recursos personales a
divulgar la silenciada verdad histórica de los años ‘70. Cuesta encontrar
grupos equivalentes en el resto del país.
La propia Salta fue
la primera escala. En el mundo editorial no hay acto más sereno que una
presentación de libros. Al margen del género o los temas, el sentido de ese
tipo de reuniones es celebrar el placer compartido de la lectura y la
escritura, abrirse a opiniones diferentes o refrendar las ideas con las que se
comulga. Pero ese no era el espíritu que aguardaba a los autores.
Una veintena de
ruidosos manifestantes de "organizaciones
de derechos humanos" quisieron impedir el acto. Al entrar y al salir
hostigaron al respetuoso auditorio que, de todos modos, asistió al encuentro.
Repartieron panfletos con acusaciones ridículas, arrojaron bombas de olor,
cantaron durante toda la presentación. Un par de personas fueron golpeadas,
empujadas y corridas. Todo en nombre de la memoria, la verdad y la justicia.
En Tucumán las cosas
fueron muy diferentes. Esa provincia conoció como ninguna otra el embate de la
guerrilla setentista, que hasta intentó conquistar una parte de su territorio
para separarlo del resto del país y fundar su propia republiqueta socialista.
El actual juicio de lesa humanidad con motivo del Operativo Independencia
(1975) caldeó más los ánimos. Como en los otros procesos similares abiertos por
todo el país, los acusados son un puñado de ancianos enfermos, desvalidos y abandonados a la buena de Dios que no
dejan de acumular condenas a perpetua. Casi todos consiguieron ya el
beneficio de la prisión domiciliaria, lo cual no borra las escandalosas
historias de parcialidad que rodean sus juzgamientos.
Testigos
que admiten no haber estudiado lo que debían decir, querellantes que se ubican
a espaldas de los acusados para marcarlos ante los declarantes, denunciantes,
fiscales y jueces con notorio pasado guerrillero, abogados que no pueden
cuestionar ese pasado, y los ejemplos podrían seguir.
NERVIO
SENSIBLE
Tal vez por eso, y
merced a la ayuda de la periodista Luz
García Hamilton y su grupo de
colaboradoras, los testimonios de Ibarzábal,
Paz y Picón tocaron un nervio sensible. No hubo incidentes en Tucumán.
Por el contrario, un auditorio atestado se emocionó como pocas veces ante el
relato firme y sentido de esas tres
mujeres que conocieron de primera mano el demonio de la violencia guerrillera.
Un espíritu de gratitud mutua se paseó por el evento. Durante un par de horas,
al menos, la pesada losa del olvido selectivo se levantó del pecho de las
víctimas y les permitió respirar el aire fresco del recuerdo y la solidaridad
de todo un pueblo.
Escraches y atención
respetuosa. Consignas gastadas y emociones sinceras. El guión de la división
perpetua frente a la posibilidad de la compasión, la memoria genuina y la
verdad completa. La presentación de un libro puede generar muchas más cosas de
las que cabe imaginar.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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