A
LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA
AL
NUNCIO APOSTÓLICO EN ARGENTINA
A
LA JERARQUÍA CATÓLICA MUNDIAL
El Padre Christian Federico von Wernich,
acusado de delitos de “lesa humanidad”,
lleva trece años preso. Condenado por un tribunal en el cual la prevaricación y
la mentira fue la norma -ardides utilizados por los jueces con el concurso de
una importante cantidad de testigos falsos- aceptó la condena con la misma
resignación con que años antes aceptó ser Capellán de la policía de la
provincia de Buenos Aires ante el requerimiento del Nuncio Apostólico, Monseñor
Pío Laghi y del Obispo de La Plata,
Monseñor Antonio Plaza.
En estos trece años
que el Padre von Wernich lleva
prisionero, ha sido para ustedes, Eminencias, el leproso del Levítico: “El leproso llevará los vestidos rasgados y
desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: ¡Impuro, impuro!
[…..]. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada” (Lv
13,45-46). Salvo honrosas y muy contadas excepciones, Eminencias, pocos de ustedes han querido saber de él ni, menos aún,
estar con él; de muy pocos de ustedes podría el Padre von Wernich decir: “…estuve
enfermo, y me atendisteis; estuve en la cárcel, y me visitasteis.” (Mt 25:
35-36) y sin embargo quienes comparten con él la prisión jamás le han escuchado
una palabra hiriente sobre este abandono.
El Padre von Wernich va a cumplir setenta
y nueve años. Estuvo enfermo de cáncer y pese a las requisitorias de los
médicos del Servicio Penal Federal que debía ser intervenido de manera urgente,
las “dilaciones” de su juez de
ejecución, el Dr. Rozanski, hicieron
que recién después de once meses se le extirpara un tumor de la pierna que
pesaba 4,5 kgs en una operación que duró siete horas.
Más allá de lo
injusto de su condena, hace nueve años que el Padre von Wernich tiene derecho a la prisión domiciliaria y sin
embargo la Jerarquía Católica no se ha preocupado de
buscarle un lugar donde pueda cumplirla sino que todo indica que es éste un
tema en el cual la Conferencia Episcopal
Argentina prefiere lavarse las manos.
Creo que ha llegado
la hora en que ustedes, Eminencias,
tengan el coraje de ayudar a un hermano a quien -quizás por miedo, quizás por
oportunismo político- tiempo atrás abandonaron y pongan en práctica aquello que
Jesucristo nos enseñó: Amar al prójimo como a ti mismo.
Jose
Luis Milia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!