Por Mauricio Ortín
No sé quiénes son, ni
a quiénes responden los que protagonizaron los actos de vandalismo en Plaza de
Mayo durante la marcha por Santiago Maldonado. Lo que sí me parece pertinente
es que, a los que arrojaron cascotes contra peatones y policías, antes que de “intimidación pública, atentado y
resistencia a la autoridad” debe imputárselos por “homicidio en grado de tentativa”.
Cuando el sujeto
activo, aun sin quererla expresamente, contempla la muerte del pasivo como
probable resultado de su acción y, pese a lo cual, no desiste de su obrar, está
aceptando aquel eventual resultado. Los cuarenta o más delincuentes que, de
manera premeditada, encapuchados, arrojando piedras que portaban en sus mochilas
y esgrimiendo palos atacaron por sorpresa a una señora y a un policía que se
encontraban en la sede de Gendarmería Nacional procedieron conscientes del
potencial resultado letal de sus acciones.
Lo mismo vale para
los que lanzaron bombas molotov en la localidad de El Bolsón dejando un saldo
de diez gendarmes heridos.
Y no es que haya
mucho que investigar; a través de la televisión, millones fuimos testigos de
los hechos en vivo y en directo.
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