“Era
la muerte, no la vida, que se reproducía”
Marcelo
Birmajer
Los argentinos
deberíamos preguntarnos cuál fue la causa de que nos convirtiéramos en un país
tan, pero tan distinto a todos nuestros vecinos. Los procesos políticos y
económicos por los que ellos atravesaron fueron muy similares y casi
contemporáneos con los nuestros y, sin embargo, salieron de ellos fortalecidos
y pujantes. Basta con trasladarse a Chile, a Uruguay, a Perú, a Ecuador, a
Colombia, a Brasil, a Paraguay, para comprobar la enorme diferencia que existe
en el crecimiento de sus sociedades, con todos los beneficios que eso trae
aparejado, con el suicidio colectivo que hemos cometido. Basta con recorrer las
calles de Santiago, de Lima, de Bogotá, de San Pablo o de Asunción para
comprobar a qué me refiero; y no hay que olvidar que muchas de ellas sufrieron
catástrofes naturales verdaderamente descomunales.
Todos los
latinoamericanos vivimos distintas formas de democracia, algunas más
autoritarias que otras, regímenes militares, luchas antisubversivas,
narcotráfico, algunas guerras focalizadas, renovados procesos democráticos,
ondas privatizadoras de empresas del Estado, progresismos de izquierda, falsos
o sinceros; sin embargo, el resultado final ha sido totalmente diferente.
En todos esos países
ha habido hechos de corrupción, algunos siderales, como es el caso de
Odebrecht, el llamado Lava-Jato, que ha llevado a la cárcel nada menos que a
Luiz Inácio Lula da Silva y a decenas de muy importantes empresarios y
políticos; los coletazos de ese escándalo costaron la Presidencia a Pedro
Kuczynki en el Perú, y manchó las gestiones de Juan Manuel Santos, en Colombia,
y de Danilo Medina, en República Dominicana, y está llegando a la Argentina de
la mano del acuerdo que finalmente firmó la Procuración General, que permitirá
a los fiscales hacerse con las confesiones de los arrepentidos brasileños. Hasta
en Chile y Uruguay, considerados verdaderos templos de honestidad, se
produjeron episodios de este tipo, aunque en una dimensión que aquí resultaría
casi cómica: un hijo de Michelle Bachelet fue acusado de utilizar sus
vinculaciones para obtener un préstamo, y el hijo del fundador de Tupamaros,
Raúl Sendic, fue despedido como Vicepresidente por utilizar su tarjeta de
crédito oficial para gastos privados.
Los ya famosos
cuadernos de Oscar Centeno son un escándalo, pero lo interesante es ahora
analizar todo el resto. En esos registros faltan áreas en las que la familia
robó sin límite alguno. No figuran la importación de gas licuado, las coimas de
Skanska, la participación de los Ezkenazi en YPF, las “compras” de trenes chatarra, los negocios con Hugo Chávez y las
otras valijas de Guido Antonini Wilson, las transferencias de empresas a manos
amigas, los millones pagados en consultorías (vgr., el “tren bala”), los subsidios al transporte público, el “dólar futuro”, las cuentas en las
Seychelles, los Sueños Compartidos, la Tupac Amaru de Milagro Salas, la
proliferación del juego, Fútbol para Todos, la efedrina, los medicamentos
truchos y, sobre todo, la sociedad con los carteles de la droga, con la “morsa” como mero gerente.
Todas las entregas de
dinero que describió Centeno se transformaban en sobreprecios de la obra
pública; o sea, en delitos de cohecho -coimas- que tienen previstas penas mucho
mayores a los aportes ilegales de campaña, como pretenden ahora disfrazarlas
los “arrepentidos”. La corrupción es
un tango que se baila de a dos, y aquí hubo empresarios que pagaron, para
obtener contratos, a los funcionarios que los firmaban y, por eso todos, todos,
tienen que ir presos; al menos por ahora, no hay inocentes extorsionados sino
delincuentes de guante blanco que, de un lado y otro del mostrador, arrasaron
con el país.
Centeno fue sólo uno
de los muchísimos conductores de autos y pilotos de aviones que servían a los
funcionarios del gobierno de entonces y que, con seguridad, tenían también
funciones como transportadores de caudales; ¿los interrogarán los jueces? ¿A
cuántos y a cuáles de los miles de estudios jurídico-contable que prestan en el
mundo los mismos servicios que Mossak-Fonseca habrán recurrido Cristina
Elisabet Fernández y sus cómplices para llevarse sus fortunas al exterior, como
hizo Daniel Muñoz con sus US$ 60 MM en propiedades en Estados Unidos?
Todos sabíamos, y
Leonardo Fariña, Federico Elaskar, Oscar Centeno y las cajas de seguridad de
Florencia Kirchner se ocuparon de confirmarlo, que a don Néstor le gustaba
tanto el efectivo que se sentía en éxtasis con sólo contemplar una caja fuerte,
y que sus preferidos eran los billetes de? 500; cuando murió, seguramente su
viuda se encontró con montañas de pesadas bolsas con esos papeles, que nunca
fueron localizados pese a los denodados esfuerzos perforadores del Fiscal
Guillermo Marijuán.
En la medida en que
siempre aclaré que era sólo un ejercicio de imaginación, puedo permitirme
recordar dos notas que escribí en 2012: “La
gata de Angola” (https://tinyurl.com/y7pdohwl)
y “¿Son
eternos los diamantes?” (https://tinyurl.com/y7tnll6x)
. ¿Habrá llevado el buque fletado por Guillermo Moreno, que transportó la
cosechadora trucha, la vaca campeona y los pollos que aleteaban, también
algunos contenedores con esos billetes, para canjearlos en África por piedras
brillantes?
Las remezones del
terremoto que provocaron los cuadernos continuarán tiempo porque, aún cuando
haya demasiados interesados en que el tema no escale, el hecho de que “La Nación” los tuviera dos meses antes
de presentarlos a la Justicia, garantiza que les resultará imposible
enterrarlos.
Entonces, la pregunta
que formuláramos muchos desde hace tiempo recobra actualidad: ¿estamos
verdaderamente los argentinos dispuestos a pagar, por la limpieza de tanta
inmundicia, el costo económico y social que significaron los procesos Mani
Pulite y Lava Jato? Ese precio, traducido en un encarecimiento del “riesgo país”, en la pérdida de valor de
las acciones de empresas y en la devaluación del peso, ya nos está siendo
cobrado, y el mundo ha comenzado a dificultar el financiamiento público y
privado.
Pero tampoco hay
alternativa a esa limpieza, porque el mundo nos percibe como una sociedad
esencialmente corrupta, y eso incrementa brutalmente todos nuestros costos. Si
Lilita Carrió tuvo razón cuando dijo que, en esos trágicos doce años y medio,
los Kirchner robaron el equivalente a un PBI, y es hartamente probable que así
haya sido y aún más, porque no dejaron nicho estatal sin saquear, esos
aproximadamente US$ 550 MMM resulta una cifra tan monstruosa que debemos
compararla con la deuda externa, el 30% de pobres, la insoportable presión
impositiva, la pérdida del autoabastecimiento energético, las escuelas y
hospitales faltantes, la desnutrición infantil, la destruida infraestructura
vial, portuaria y ferroviaria, nuestra indefensión militar, la insolvencia del
sistema previsional, la falta de crecimiento económico, la inflación galopante,
la escasez de divisas.
Es por eso que cuesta
explicarnos por qué la jefa de tamaña asociación ilícita sigue en libertad,
protegida por el H° Aguantadero, y manteniendo un 25% de aprobación entre
quienes son, precisamente, los mayores perjudicados por su corrupción. La
respuesta sólo podemos encontrarla en la buscada -y obtenida- destrucción de la
educación pública, que aún hoy, cuando ya han pasado casi tres años desde que
dejó el poder, continúa encarnada en Roberto Baradel, que cada día quita un
ladrillo de los cimientos culturales de las futuras generaciones.
El jueves, en La
Nación, Ricardo Esteves publicó una nota en la que sostuvo que estamos ante la
oportunidad de optar por el camino que siguió Chile o el que eligió la dupla
Chávez-Maduro en Venezuela; por supuesto, coincido con él. El lema de Cambiemos
es “¡Sí, se puede!”; ¿se podrá?
Bs.As., 11 Ago 18
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!