Eleanor Roosevelt sosteniendo una copia en español de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. |
Se cumplen
mañana 70 años de la firma en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de la
Declaración Universal de Derechos
Humanos, documento que nuestro país suscribió e incorporó, en 1994, a nuestra
Constitución, en el conjunto de Tratados y Pactos Internacionales. Se
consagraron así principios universales que configuran la base del sistema moderno
de derechos humanos, aplicable en casi todos los países del mundo hasta el presente.
Para nuestro
país, es un día de reflexión en el que, además de rememorar el histórico
retorno al sistema democrático que se produjo 35 años atrás, recordamos también a aquellos ciudadanos
cuyos derechos humanos nunca fueron reconocidos y con quienes tristemente mantenemos
una deuda histórica.
Es este, por
lo tanto, un día que invita a reflexionar. Muchas han sido las víctimas del terrorismo que sufrieron gravísimas agresiones por
parte de organizaciones armadas como Montoneros y el ERP en la década del 70 y que cuatro décadas después no han sido aún reivindicadas
en sus derechos humanos a acceder a la verdad, a la justicia y a la reparación.
La Asociación Civil
CELTYV (celtyv.org), que nuclea a esas víctimas, da cuenta de 1094 personas
muertas, 2368 heridas, 756 secuestradas, además de 4380 atentados con bombas, sumando
un total de 17.380 ciudadanos directamente agredidos de diversas maneras entre los
trágicos años 1969 a 1979 por las organizaciones
armadas terroristas que buscaban llegar al poder.
Los viles agresores siguen amparados por un
perverso entramado de doctrina y jurisprudencia que ignora y contradice el
derecho internacional al punto de que a ninguno de los damnificados se les ha
reconocido su derecho como tales.
Vale la pena,
pues, a 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recordar que
su artículo 7° consagra la igualdad ante
la ley. Vale la pena, también, homenajear a tantas madres que, ante la
adversidad, la denegación de sus derechos humanos por parte del Estado y el
olvido al que la sociedad ha sometido estos hechos, no se rindieron ni dejaron
nunca de luchar por la memoria de sus valientes hijos.
Las madres de
los soldados
abatidos en 1975 en el copamiento del Regimiento de Infantería de Monte 29
en Formosa, desde la humildad de sus recursos, reclaman para ellos desde entonces
que se reconozca la verdad y que, en justicia, se asigne la reparación que les corresponde.
Estas incansables mujeres, hoy ya ancianas, sumaron firmas bajo el sol formoseño
reclamando reparación por la vida perdida de sus hijos en cumplimiento del deber.
Viajaron cientos de kilómetros a Buenos Aires y visitaron políticos en su
necesidad de ser escuchadas por quienes representan la voluntad popular. Son
ellos quienes tienen el poder de cambiar el rumbo ante tanta impunidad, ante
una inequidad que lastima, que ha premiado en sus narices a quienes mataron a
sus seres queridos mientras ignoraba a los inocentes. Estas madres y esposas dieron testimonio, junto con otras mujeres
anónimas, de que el terror que esgrimieron Montoneros y el ERP no podía contra
el amor de quien clama por justicia frente a la adversidad.
La madre de Marcelino Torales recuerda a su hijo, uno de los diez conscriptos asesinados por montoneros |
Catalina Sosa (madre del soldado Edmundo
Sosa) , Castula Torales (madre del
soldado Marcelino Torales), Celina
González (madre del soldado Ismael Sánchez), Francisca Coronel (madre del soldado José Coronel), Amalia Osuna Rojas (madre del soldado
Tomás Sánchez) y la fallecida Dora
Sanabria, esposa del sargento Víctor Sanabria, se sobrepusieron al dolor,
la incomprensión y la agobiante impunidad para continuar luchando tan
valientemente como lo hicieron sus familiares por el reconocimiento de sus
derechos. No pueden resignarse a aceptar
que para esta sociedad que las ignora y las silencia la sangre de sus seres
amados se haya derramado en vano.
Vaya en ellas nuestro reconocimiento a todos los
ciudadanos que no se rindieron, a quienes piden y continúan pidiendo igualdad
ante la ley y las penas que correspondan también a aquellos que atacaron a la
República, a sus instituciones y a su pueblo. El tiempo transcurre implacable,
pero estas mujeres no claudican. Su reclamo de reconocimiento debería ser el de
todos. Las numerosas víctimas del terrorismo, tan largamente ignoradas y
silenciadas, no descansarán en paz hasta que esto ocurra.
NOTA: Las imágenes,
referencias y destacados no corresponden a la nota original.
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