Tengo fresca la
memoria de 1978 por ser el año del mundial. La subversión estaba vencida
militar, social y culturalmente. Nadie se quejaba de “la
represión” (salvo el zurdaje extremo y en Francia). Y no es cierto que no sabíamos lo que
había pasado, como se instaló después. Videla miraba los partidos sin siquiera
contar con la protección de un vidrio antibalas (como pocos años antes usaba
Perón en sus discursos). Los jugadores corrían a gritarle los goles (lo que ha
sido lamentablemente borrado de los videos…. Pero puede deducirse viendo, por
ejemplo el festejo de Houssemann después de su gol a Perú, donde claramente
corre a un costado y levanta sus brazos hacia un lugar concreto de la tribuna
(allí estaba la Junta completa)). Y la tribuna aplaudía a rabiar. Ningún
silbido. Y no era por miedo. La gente estaba feliz. Y en el 79 (mundial juvenil
de Japón) Videla era ovacionado junto con Maradona en el Balcón.
El gobernador militar
de Santa Fe asistía a los 100 años de la Fundación de mi ciudad (Avellaneda Santa
Fe 1879- 1979) y era recibido como un prócer y comía en mangas de camisa sobre
tablones en medio de miles de personas... Los medios destacaban la victoria
sobre la subversión.... Daba vergüenza tener un pariente montonero, erpiano o
zurdo. Palabras como Firmenich, Perdía, Santucho eran vomitivas...
Pero pasó el tiempo,
la gente olvidó la orgía de sangre en la nos habían sumido montoneros y ERP, no
se dieron algunos resultados económicos, el progre izquierdismo agazapado
comenzó a salir de la madriguera (lo que publicaba la revista HUMOR respecto a
los militares hubiera significado cárcel y censura en época de Alfonsín, como
le pasó a Rosendo Fraga, Rouco y varios periodistas más). Y con la guerra de
Malvinas cartón lleno: éramos tierra abonada para cualquier semilla. Aburridos
como los marineros de Ulises solo nos faltaba que empiece a cantar alguna
Sirena.
Y apareció la “Sirena
Alfonsin(a)”. Y entregamos la progenitura por un plato de lentejas. Todavía
seguía siendo mala palabra decir Santucho o Firmenich. Pero la paciencia
infinita de la pedagogía gramsciana y marxista ya tenía a los alumnos en fila
dispuestos a vender su alma al diablo con tal que la maestra le prometa pasar
sin estudiar.
Y los pedagogos…
Verdaderos “maestros en humanidad” (y
no la Iglesia) sabían que, ventana de
Overton[1]
mediante, había que ir paso a paso:
a) Primero
demonizar a todos los milicos y a la guerra subversiva. Lo que les resultó
fácil porque el peligro había pasado y
los argentinos somos así. Cuando de un lado tenemos lo absolutamente malo del
otro lado todos son buenos.
b) Después
integrar a los malos a la sociedad. 500 montoneros fueron funcionarios de
Menem, otro tanto durante Duhalde (Viviana Gorbato: “Montoneros, soldados de Menem,
soldados de Duhalde?”). Nadie lo sabía. No hacían ruido. Filmus a cargo
de educación. Galmarini. Prolijos empleados trabajando para la Revolución
Productiva y aprovechando los beneficios del indulto… y al final… las indemnizaciones.
c) Con
Kirchner les llegó la hora. Entonces ya no se trató de demonizar el
gobierno militar o incorporarse a la vida civil. Había que hacer realidad la patria socialista y “vengarse”[2].
d) Durante todo este tiempo, arrancando con
Alfonsín, la izquierda ocupaba silenciosamente lugares en educación, cultura,
los medios y preparaba los ingredientes y enseñaba “relatos” a los niños en las escuelas mientras los “PADRES
ARGENTINOS QUE HABÍAN VIVIDO LOS 70 RECIBÍAN LECCIONES DE SUS HIJOS Y NIETOS
SOBRE LO QUE HABÍA PASADO Y CALLABAN, POR COBARDES, POR CÓMODOS Y POR
PELOTUDOS”.
Y sigue pasando, como
mucho imbécil que escucha que su hija disfrazada de verde le explica que un
tipo con pito puede ser una mujer con un poco de “control mental”. Afortunadamente aparecieron Laje y Marquez.
Nosotros perdimos la
guerra. La democracia perdió la guerra. Militar, social y culturalmente. Le entregamos el país a la subversión
setentista.
Gabriel
Vénica
NOTA:
Las imágenes, referencias y destacados no corresponden a la nota origina.
[1] La ventana Overton es una “teoría política” que describe como una
ventana estrecha el rango de ideas que el público puede encontrar aceptable, y
establece que la viabilidad política de una idea se define principalmente por
este hecho antes que por las preferencias individuales de los políticos. Se
denomina de esta manera por Joseph P. Overton, exvicepresidente del Centro Mackinac
de Política Pública.
Para cada momento, esta “ventana” incluye un rango de políticas
aceptables de acuerdo al clima de la opinión pública, que un político puede
recomendar sin ser considerado demasiado extremista para poder ocupar o
mantener un cargo público.
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