Que nosotros tengamos conocimientos la justicia en la
República Argentina, aún no se ha entrometido con nuestros muertos… pero al
haber permitido llevar adelante la venganza y el estado al no garantizar el
debido proceso están matando privados de su libertad a los ancianos Soldados de
la Patria que nos salvaron de caer en una dictadura marxista.
Francisco Franco y el joven Juan Carlos de Borbón |
Más allá de la personalidad y mano fuerte conque
dirigió los destinos de España, luego de haber vencido en la terrible Guerra
Civil de su país (1936 – 1939), el Generalísimo Francisco Franco en lo
económico, optó por una política de autarquía que hundió a España en el
estancamiento y el atraso, en contraste con la recuperación que vivía el resto
de Europa; sin embargo, la necesidad de homologarse con los países occidentales
y de reforzar la alianza con Estados Unidos le llevó a una progresiva
liberalización económica a partir del Plan de Estabilización de 1959.
Los años sesenta -con los planes de desarrollo- fueron
de rápido crecimiento económico, industrialización, apertura y urbanización:
las mejoras materiales facilitaron el mantenimiento de Franco en el poder, a
pesar del creciente anacronismo de su régimen; pero también produjeron cambios
sociales que hicieron inviable su continuidad una vez muerto el general.
Franco cae gravemente enfermo el 30 de octubre de
1975. El 20 de noviembre de ese mismo año fallecía en el madrileño Hospital de
la Paz. Dos días después las Cortes designaban rey de España a don Juan Carlos
de Borbón con el nombre de Juan Carlos I.
En resumen el gobierno de Franco, marcadamente
anticomunista, permitió la restauración del Reino de España y el sistema de
gobierno vigente en la actualidad al igual que nuestras Fuerzas Armadas, a pesar de los errores cometidos, fueron quienes en realidad posibilitaron la restauración de la democracia en nuestro país.
Nos parecen muy interesantes los conceptos y
reflexiones del autor Juan Manuel de Prada, quien entre otros expresa: “la
justicia ha dejado de ser el fundamento del derecho positivo, y el poderoso de
turno se convierte así en creador de un derecho que, por supuesto, ya no es
expresión de la racionalidad jurídica, sino puro ejercicio del poder”.
Situación similar a lo ocurrido en la República Argentina cuando durante el
gobierno de Néstor Kirchner y el juez Ricardo
Lorenzetti se dispuso la persecución, escarnio, encarcelamiento,
juzgamientos plagados de aberraciones jurídicas de quienes siendo jovenes Soldados
de la Patria hoy mueren injustamente privados de su libertad.
12/10/2019
Por
Juan Manuel de Prada[1]
La
reciente sentencia del Tribunal Supremo, por la que se autoriza la remoción de
los restos fúnebres de Franco, nos permite reflexionar sobre la desintegración
del Derecho. La sentencia, desde el punto de vista de la racionalidad jurídica,
es un atropello despepitado de la inviolabilidad de los lugares de culto, el
derecho que asiste a las familias sobre las sepulturas de sus antepasados y el
respeto debido a los muertos. No sólo se salta alegremente principios básicos
de cualquier ordenamiento jurídico, sino que pisotea (digámoslo así) los
fundamentos mismos de la civilización. Pues el elemento común a cualquier
civilización que merezca tal nombre es el respeto a los muertos, incluso a
quienes en vida fueron viles, pues los muertos nos recuerdan que somos frágiles
y mortales; y todo afán justiciero se aplaca ante la gravedad definitiva de un
cadáver. Por mucho que se disfrace con piruetas leguleyas y coartadas
democráticas, el desenterramiento y traslado de los restos fúnebres de Franco
es un ejercicio macabro de barbarie y resentimiento que nos devuelve a la
selva.
Exhumación de Franco en el Valle de los CaídosEfe |
En
las épocas más oscuras de la Historia estas bestialidades se hacían por las
bravas, porque los demonios del resentimiento vagaban libres y en porreta;
ahora estas bestialidades se han vuelto atildaditas y asépticas, incluso con
apariencia «respetuosa», porque los demonios del resentimiento se visten con
toga y puñetas. Pero esta sentencia del Tribunal Supremo -como tantas otras
evacuadas por este y otros órganos judiciales- nos prueba que el Derecho ha
dejado de ser determinación de la justicia, para convertirse en un barrizal
positivista nacido del arbitrio humano; o, dicho más exactamente, nacido del
arbitrio del poderoso de turno, que utiliza las leyes y las sentencias
judiciales para enmascarar sus pasiones. Si el Derecho todavía fuese, siquiera
remotamente, determinación de la justicia, la mera posibilidad de desenterrar
cadáveres causaría honda repugnancia moral; y no habría juez que se aviniese a
dar cobertura legal a tal desafuero. Pero la justicia ha dejado de ser el
fundamento del derecho positivo, y el poderoso de turno se convierte así en
creador de un derecho que, por supuesto, ya no es expresión de la racionalidad
jurídica, sino puro ejercicio del poder, acto de voluntad desenfrenada del
Estado Leviatán; o, utilizando la escalofriante expresión hegeliana, «libertad
del querer», puro nihilismo jurídico apoyado en conveniencias políticas
cambiantes, cuando no en pulsiones y pasiones convenientemente disfrazadas de
espantajos políticamente correctos. Porque nuestra época, tan atildadita, ya no
puede permitir que los demonios vaguen libres y en porreta.
Contra
quienes convierten la justicia en la decisión coyuntural e interesada del más
fuerte ya nos advertía Platón en el libro IX de su diálogo Las leyes: «De
cualquiera que esclavizase las leyes poniéndolas bajo el imperio de los
hombres, sometiere la ciudad a una facción y despertase la discordia civil, hay
que pensar que es el peor enemigo de la polis». Esta sentencia, que atropella
la inviolabilidad de los lugares de culto, el derecho de las familias sobre las
sepulturas de sus antepasados y el respeto debido a los muertos, es también el
acta de resurrección de Franco, que nunca en los últimos años había estado tan
vivo como hoy. Han resucitado a Franco, a la vez que han enterrado el Derecho.
Y todo por resentimiento, el resentimiento de los hijos de papá cuyas familias
medraron con Franco y que ahora, encaramados en las altas instituciones del
Estado, necesitan inventarse una mitología antifranquista que sepulte la
terrible verdad de sus vidas.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
[1] Es un
escritor, crítico literario y articulista español y premio Planeta en 1997.
Acaba de publicar «El castillo de diamante».
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