lunes, 9 de marzo de 2020

DE LA FICCIÓN A LA REALIDAD



Por Jorge P. Mones Ruiz[1] 08.03.2020






Acaso Julio Verne sea uno de los más destacados autores de novelas de ciencia ficción, las que con el transcurrir del tiempo dejaron de serlo para convertirse en realidad. Predijo con gran exactitud, en sus relatos fantásticos, la aparición de algunos de los productos generados por el avance tecnológico del siglo XX. Fue condecorado con la Legión de Honor de Francia por sus aportes a la educación y a la ciencia.

Una de sus novelas, diríamos profética, fue “De la Tierra a la Luna”, publicada en 1865. Un gigantesco cañón instalado en Cabo Cañaveral, en la Florida (EEUU), era la plataforma de lanzamiento de un proyectil (cápsula) que llevaba varios tripulantes hacia el satélite de la Tierra. El título original de la novela incluye la estimación que el autor hacía de la duración del trayecto: 97 horas, es decir, 4 días y 1 hora.

Un siglo y 4 años después, en 1969, la NASA realizó el primer viaje tripulado a la Luna con la misma duración: 4 días. Apolo 11 fue la nave espacial impulsada por un cohete Saturno V lanzado desde una plataforma sita en el complejo de Cabo Kennedy, en la Florida (EEUU), mismo lugar imaginado por Julio Verne para su obra.

Ya en el siglo XX, dos notables novelas fueron publicadas, las que conviene ser analizadas a la luz de nuestro presente, deseando que a diferencia de la anterior no sean proféticas

Una de ellas es “Un mundo feliz”, la novela más famosa del escritor británico Aldous Huxley, publicada por primera vez en 1932. En ella el autor anticipa el desarrollo en tecnología reproductiva, cultivos humanos e hipnopedia (lavado de cerebro) para que los individuos crean ciertas “verdades” morales, las que combinadas con el  manejo de las emociones por medio de drogas, se pueda cambiar radicalmente la sociedad. El mundo aquí descripto podría ser una utopía, aunque irónica y ambigua, ya que si bien la guerra y la pobreza han sido erradicadas y todos son aparentemente felices, la paradoja es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la familia, la diversidad cultural, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión, la filosofía y el amor.

Esta “utopía” de “Un Mundo Feliz” se basa en cuatro mecanismos utilizados por un “Estado Mundial”, y son: 1. Condicionamiento de los niños (hipnopedia); 2. Sistema científico de castas; 3. Sustituto del alcohol y los narcóticos por el soma (droga alternativa que permite una especie de evasión alucinante de la realidad); 4. Sistema de eugenesia: creación de humanos a partir de tubos de ensayos para evitar errores, eliminando los genes indeseados para perfeccionar la especie humana, o sea, la uniformización del producto humano. Sin embargo, este mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje.

Otra obra literaria, muy citada últimamente como advertencia frente al devenir de la sociedad mundial, y en particular la nuestra - por la sucesión de hechos políticos y sociales que nos acucian -, es  “1984”, una novela política de ficción escrita por George Orwell entre 1947 y 1948.

En ella sobresalen el omnipresente y vigilante Gran Hermano, la Policía del Pensamiento y de la neolengua, que es una adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado. Describe una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social. El término “orwelliano” se ha convertido en sinónimo de las sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la novela.

A través de una historia intrincada, con temas como el lavado de cerebro, el lenguaje, la psicología y la inventiva encaminados al control físico y mental de todos los individuos, la educación totalitaria de la juventud, etcétera, Orwell relata la historia trágica y aparentemente emancipadora de dos protagonistas, quienes tratan de escapar de un sistema donde la intimidad y el libre pensamiento están prohibidos.

Utopía, es un término inventado por el escritor y humanista inglés Tomás Moro para su libro homónimo, que significa “lugar que no existe”. En este sentido, como utopía también se puede considerar un modo optimista e ideal de concebir cómo nos gustaría que fuera el mundo y las cosas. Es un objetivo inalcanzable, pero que se puede o se debe tender hacia él.

Debido a su importante carga idealista, la utopía propone el diseño de sistemas que mejoren la calidad de vida de la sociedad, y se extienda a otras áreas de la actividad humana, surgiendo utopías económicas, políticas, sociales, religiosas, educativas, tecnológicas y ecologistas o ambientalistas.

El libro de filosofía más importante por su contenido utópico es “La República” de Platón, en el cual el discípulo de Sócrates formula su pensamiento político y sus ideas en torno a cómo debería funcionar una sociedad para alcanzar la perfección.

Los autores de las tres novelas mencionadas (Verne, Huxley y Orwell) tienen en común que son futuristas. El francés demostró ser predictivo, pero los dos británicos aún no lo sabemos. Esperemos que no, ya que ambos describen en sus obras “utopías” que no son tales. Por el contrario, son “distópicas”.

La “distopía” (“lugar malo”) es el término opuesto a utopía; es así que propone un mundo imaginario que se considera indeseable, en el cual las contradicciones políticas e ideológicas son llevadas al extremo. De esta manera, se anticipan ciertos métodos de conducción de la sociedad que se traducen en sistemas injustos o crueles. A partir de allí, se deriva lógicamente a un régimen totalitario, que reprime al individuo y sus libertades en procura de un “supuesto” bienestar general, que no es tal. En esto consiste el mundo feliz de Huxley y la trama de Orwell.

Por todo lo mencionado, es preocupante cuando mencionamos las novelas distópicas para referirnos a la Argentina actual. Tal inquietud, sin embargo, se fundamenta en situaciones que nos alertan sobre un futuro cuya probabilidad de ocurrencia aún no podemos valorar, pero que podría ser el que posiblemente afecte a nuestra descendencia.

La tan mentada “grieta” y la inequidad política - social, la intención de legislar sobre el negacionismo, el auge y aumento de la droga, la pérdida de valores, la historia malversada por la posverdad o el “relato”, la indisciplina y la violencia social, el concepto de autoridad y las instituciones quebradas, la ley del aborto, la manipulación genética, el control o accionar de los medios de comunicación “idiotizantes” como agentes de la contracultura, el manejo discrecional de la justicia, la ideología de género, el contumaz vilipendio a la Iglesia, la generación de ciudadanos “mutantes” que ni estudian ni trabajan, pero se drogan (presentes en ficciones literarias y el cine), el avance del estado sobre la propiedad privada y la educación de nuestros hijos sin injerencia familiar, la falta de respeto a las tradiciones y cultura nacionales, hasta la pretensión de modificar el lenguaje (como en “1984”)…en fin… todo esto, sumado a la incapacidad de una clase dirigente, en general, que no supo o no quiso, procurar el bien común de la sociedad argentina, nos debe hacer pensar que los dos autores británicos, al igual que Julio Verne, podrían resultar proféticos. Y, entonces, debemos sí preocuparnos.

La pretendida “utopía revolucionaria” de la otrora juventud “setentista, maravillosa e idealista”, parece haberse encaminado paulatinamente hacia la “distopía revolucionaria” argentina, gracias a aquellos jóvenes, hoy adultos burgueses consumados que cambiaron la barricada, el monte, la bomba y el fusil por la política, los negocios, la cultura y la comunicación social, pasando la “posta” a nuevas generaciones de imberbes.

Cumplida esta distopía, los británicos aludidos habrán igualado a Julio Verne y la sociedad argentina, como mansa majada, se arrepentirá de haber confiado su voto a los lobos que se acercaron disfrazados de ovejas y que, engañando a todos, prometían “un mundo feliz”.

Confío que este último párrafo, patéticamente distópico, sea en realidad utópico…para que no se cumpla jamás.



[1] El autor es Licenciado en Estrategia y Organización y Ex Mayor del Ejército Argentino.

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