Por
Enrique Guillermo Avogadro
"Los hombres y las naciones
fracasan por
las mismas fuerzas que los elevan".
Hilaire Bellocq
las mismas fuerzas que los elevan".
Hilaire Bellocq
Los
primeros cien días del gobierno de Fernández² han producido en ambas márgenes
de la brecha una sensación de estupor, producto del ya innegable triunfo del
cristinismo más duro. Los demoledores golpes propinados a la institucionalidad
aterran a un lado, y el innegable fracaso de sus políticas económicas frente a
las delirantes promesas electorales en la campaña que los llevó al triunfo,
desesperan al otro.
La
tentativa de intervenir el Poder Judicial jujeño para liberar a la más
emblemática delincuente, Milagro Salas, va en ese sentido, pero el martes 10, a
las 18:00, se realizará una manifestación ante el Congreso para gritarle al
kirchnerismo: ¡No pasarán!; es inexcusable su presencia, porque nos estamos
jugando el país del futuro, la herencia de nuestros hijos. Con ello, daremos
inicio a una generalizada resistencia civil y pacífica ante los avances
destructivos de estos crápulas contra la República.
Las
renuncias habidas en los tribunales confirmaron los tristes pronósticos en ese
sentido, y la repulsiva liberación de Julio de Vido y Roberto Baratta anticipa
el futuro de Amado Boudou, Milagro Salas, Ricardo Jaime y Luis D'Elía. La otra
pinza para limitar los riesgos ya está construida, con la transferencia del
Programa de Protección de Testigos a la esfera de la Secretaría de Justicia, o
sea, con la entrega del control de la seguridad de los arrepentidos a los
denunciados por aquéllos.
El
regreso de lo peor de los años robados al poder, con la ya innegable sumisión
del Presidente a los siniestros designios de la araña que reina en el Instituto
Patria, queda expuesto por la reedición de la guerra gaucha (incentivada por
sus lenguaraces, Oscar Parrilli y Juan Grabois), por las renacidas tensiones
diplomáticas con Uruguay y Brasil, los avances permanentes contra la prensa
libre, la humillación del Ejército y la batalla contra la Justicia en la
imparable carrera por la impunidad.
Mientras
tanto, esos ciudadanos de décima clase, los militares detenidos preventivamente
desde hace más de una década contemplan resignados como personajes condenados
por robar y matar (como sucedió con el crimen de Once), mucho más jóvenes y con
inexistentes dolencias físicas, son liberados sobre la base de presuntas
razones humanitarias que, para ellos, nunca son suficientes.
Agreguemos
a ese maloliente preparado la iniciativa de senadoras del oficialismo de evitar
la investigación judicial de los hechos de corrupción cuando estos hubieran
sido ventilados antes en la prensa, y tendremos un notable anticipo de cómo
será el país con el que sueñan.
El
campo ha decidido ir al paro a partir del lunes, y no comercializará carnes ni
granos, porque la presión impositiva dispuesta por Alberto ya es, lisa y
llanamente, confiscatoria. Mientras eso sucede, la clase política se niega
colaborar con la pregonada "solidaridad"
y a ajustar, aunque sea mínimamente, su inmenso y descontrolado gasto.
Más
allá de la degradación moral que produce en toda sociedad la demostración de la
impunidad de los saqueadores y la inexistencia de instituciones, todo este
panorama trae aparejada una consecuencia dramática para el futuro: la
definitiva imposibilidad del arribo de inversiones productivas a la Argentina.
Para
que quede claro, pregúntese usted mismo: ¿pondré dinero en un país en el que la
Justicia no es independiente ni seria y la corrupción no se combate?, ¿dónde un
sinnúmero de funcionarios del primer escalón del Estado se encuentran
procesados por defraudación a la administración pública?, ¿dónde hasta la
Vicepresidente está múltiples veces imputada por la comisión de infinitos
delitos?, ¿dónde la Constitución no se respeta y el Poder Legislativo cede sus
facultades al Ejecutivo, inclusive en materias vedadas, como los impuestos?
¿Iré
con mis dólares a un lugar del cual no podré sacarlos ni llevarme mis ganancias
genuinas?, ¿por qué elegir un país tan dramáticamente controlado por los
funcionarios de turno, a quienes deberé pedir autorización para todo acto
comercial?, ¿cómo se trabaja en una economía que tiene una de las inflaciones
más grandes del mundo y siempre hay alguien que me dirá con qué cotización del
dólar -de las muchas que se operan en el mercado- deberé hacer mis cálculos de
rentabilidad?, ¿por qué ser parte de una sociedad que execra a los triunfadores
y premia a los vagos?, ¿quién decidirá a qué precio deberé vender mis
productos?, habiendo tantas opciones, ¿para qué ingresar en un sistema
impositivo totalmente confiscatorio en nombre de una falsa "solidaridad"?, ¿dónde si exporto seré castigado con
retenciones de todo tipo?
La
respuesta obviamente negativa a todos esos interrogantes hace, por ejemplo, que
la mayor bendición de la naturaleza (Vaca Muerta) esté al borde de
transformarse en una nueva y gigantesca frustración. La razón de es simple:
cuando se descubrió el gigantesco yacimiento, sólo había uno similar en el
mundo; hoy, tantos años después, se explotan casi otros veinte, uno de los
cuales -Texas- ha transformado a los Estados Unidos en autosuficientes en
petróleo, alterando todo su posicionamiento geopolítico.
Con
la caída en los precios internacionales y las tarifas locales congeladas por
decisiones populistas que nos condenarán a reeditar la situación de dependencia
que vivimos en la extendida década robada, Vaca Muerta se encuentra casi
paralizada. Mientras tanto, los notorios avances en materia de combustibles no
fósiles convertirán a corto plazo al petróleo en cosa del pasado y en humo a
esa ensoñación argentina.
Bs.As.,
7 Mar 20
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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