por Enrique Guillermo Avogadro
¿Cómo se negocia con un libro en la mano -la
Constitución Nacional- con gente que viene con un revólver a robar, matar y
destruir? ¿Qué hicieron las democracias europeas ante la maquinaria militar de
Adolfo Hitler?
Evidentemente, los argentinos, siempre tan
estatistas, no merecíamos tener un país propio y hoy, por una serie secular de
actos suicidas, lo hemos perdido. A quien dude, le bastará con ver qué ha
ocurrido -las tomas de tierras, el separatismo de los mapuches, la liberación
de presos, el crecimiento exponencial del narcotráfico y la cesión del poder
territorial a las bandas, la guerra contra el campo y la falta de clases por
exigencia de los gremios- desde que un importante porcentaje de los ciudadanos,
justificadamente descontentos con el fracaso económico del gobierno anterior,
optó por reponer al kirchnerismo en el poder y, así, transmutar a Cristina
Fernández de multiprocesada saqueadora a verdadera emperatriz.
Obligado por los compromisos que asumió al
ser designado vicario, Alberto Fernández devalúa su palabra, profundiza la
grieta que parte en dos a la sociedad para enterrar en ella cualquier viso de
autoridad presidencial, convierte en una mera fantasía la pregonada unidad
nacional y fracasa en todos los objetivos que busca. El primero y más palpable
es, después de 178 días de “cuareterna”,
la incontenible propagación del virus y el crecimiento exponencial de los
fallecimientos; más grave es, sin duda, la bomba atómica que el desmesurado
confinamiento ha detonado sobre el tejido económico-social, que todavía no
percibimos en toda su magnitud. Pero también lo es la tan auto-celebrada
renegociación con los acreedores externos, que en realidad fue una resignación
total a las pretensiones de éstos.
El Gobierno no ha sido capaz de esbozar un
plan económico -deberá presentarlo al FMI cuando renegocie la deuda-, pese a
que ya resulta esencial para cualquier tentativa de recuperar la confianza en
su gestión; de todas maneras, el cambio absurdo y prepotente de las reglas de
juego por decreto –Vicentín, la hidrovía, las telecomunicaciones, la prensa
libre, el impuesto “solidario” a la riqueza, el teletrabajo, la energía, el
transporte y las low-cost, etc.- obviamente conspiran contra esa necesidad. Y
la frustrada tentativa de llevar a Gustavo Beliz como Presidente del BID contra
un candidato de Donald Trump para el cargo; si éste ganara las elecciones
norteamericanas de noviembre, será otra piedra en el zapato.
Por si eso fuera poco, abre nuevos frentes
de conflicto, cada vez más graves: insulta al Ejército ordenándole borrar un
homenaje (un simple tuit) a dos
oficiales asesinados por la guerrilla en democracia “para no agredir a ciudadanos” mientras tolera manifestaciones de
Montoneros y ERP, avanza a tambor batiente sobre la Justicia y el Procurador
General, recorta jubilaciones para continuar expandiendo el Estado parasitario
e inútil, enfrenta a las provincias con la Ciudad de Buenos Aires, genera roces
permanentes con todos los países amigos, y esta semana debutó con un fuerte
desacato de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Se ha especulado acerca de la probabilidad
de que haya sido el propio Gobierno el autor ideológico de la insubordinación
para tener una justificación, por endeble que resulte, para obedecer a la
Vicepresidente y recortar fondos a la Ciudad; si eso fuera verdad, Alberto
Fernández y su equipo, una recua de fracasados e inútiles, habría demostrado
una precisión tal como para hacer hoyo en uno. Y si fue la propia Cristina
Fernández quien soterradamente encaminó la protesta hacia la residencia del
Presidente para ayudar a su ahijado el Gobernador, el daño que ha infligido a
ambos, que cedieron bajo presión a un justo reclamo, es irreparable. El miércoles,
la Argentina estuvo allí a un tris de una confrontación armada que podría
haberla dejado regada con sangre: mientras los efectivos se manifestaban,
algunos movimientos sociales y políticos fogoneaban una contramarcha para
apoyar al Gobierno; es fácil imaginar qué hubiera podido pasar entonces.
De todas maneras, resultó inexplicable que
dos teóricos perjudicados directos por la desobediencia policial -Axel
Kiciloff, y su Ministro de Seguridad, Sergio “rambito” Berni- festejaran en público el final de la crisis, ya
que se habilitarán nuevos reclamos de los empleados públicos, comenzando por el
personal de salud, tanto en Buenos Aires cuanto en otras provincias; ¿a qué
otro manotazo recurrirá el Gobierno en ese caso?
Pese al enorme recorte ordenado sobre las
finanzas de la Ciudad, el gran beneficiado de todo esto es, obviamente, Horacio
Rodríguez Larreta quien, con su presentación del jueves, se transformó en el
gran líder de la oposición; resulta por cierto ponderable, a pesar de haber
pecado de excesiva ingenuidad en su relación con el Ejecutivo central, su
mesura y sus modales en la respuesta a la puñalada trapera que recibió del
Presidente para satisfacer el irracional odio de Cristina Fernández. Ahora, la
Corte Suprema deberá ponerse los pantalones y restablecer las cosas a su justo
cauce, como también debe hacer, antes de que sea demasiado tarde, con la
modificación en la conformación del Consejo de la Magistratura y con el
vengativo traslado de los magistrados que procesaron o tendrán que juzgar a la
delincuencial Vicepresidente.
Bs.As., 12 Sep 20
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
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