lunes, 22 de octubre de 2012

A la espera de la evacuación en un puerto polvoriento


LA NACION – 21oct12 – Política
Publicado en edición impresa
Fragata varada – LA NACION, en el puerto de tema

Los marinos cuentan que no se sienten "prisioneros", aunque empezaba a notarse la ansiedad por salir de Ghana



TEMA, Ghana.- "No estamos prisioneros, nada que ver. Hacemos lo mismo que en Buenos Aires, pero acá... No estamos secuestrados, estamos a disposición, esperando la orden de zarpar."
Once de la mañana, 30 grados, humedad al borde de lo soportable, clima pesado, pegajoso, sol inclemente. Pero entre los 289 marinos argentinos de la Fragata Libertad, varada aquí desde hace 19 días y cuyas negociaciones para ser liberada aparecen estancadísimas, reina el estoicismo. La consigna parece ser una sola: a mal tiempo buena cara. Nadie sabe o imagina que, varias horas más tarde, ya de noche en Ghana, el canciller Héctor Timerman anunciaría la orden de evacuación de la nave.
"Estamos bien, sabemos que el pueblo nos apoya y esperamos que las cosas se resuelvan pronto para volver y reencontrarnos con nuestras familias", dicen dos marinos que prefieren no decir sus nombres. Acaban de venir de comprar cigarrillos.
En medio de una selva de containers apilados, galpones polvorientos, nubes de humedad y aire contaminado, la Fragata Libertad, velero insignia, enseguida salta a la vista al llegar al puerto de esta ciudad, que no parece el mejor lugar del mundo para quedar varado.
Para llegar hasta aquí desde Accra, la capital de Ghana, hacen falta unos 45 minutos de auto. El tránsito es infernal porque en esta ex colonia británica hay demasiados autos (modelos viejos y destartalados provenientes de Europa), pero casi no hay caminos y las rutas están llenas de peligrosísimos baches. El trayecto refleja la contradictoria realidad de este país de 24 millones de habitantes en un territorio similar al de la provincia de Santa Cruz, que fue el primero del África occidental en obtener la independencia en 1957. Más allá de la riqueza en cacao, oro y petróleo, y los altos índices de crecimiento, la pobreza es palpable en la ruta, en cuya vera cientos de personas venden, en medio de condiciones higiénicas deplorables, de todo: desde ataúdes hasta muebles, heladeras, impresoras, pescado fresco y ropa. Con mujeres que llevan sobre sus cabezas fuentes de aluminio llenas de comidas, bolsitas de plástico de agua, o una garrafa, el paisaje es típicamente africano, tropical. De un lado, está el océano Atlántico, y del otro, tierra roja al mejor estilo misionero y palmeras.
Elegantísima con sus banderolas alfanuméricas de comunicación, en el precario y sucio puerto de Tema -al que se accede luego de rigurosos controles-, la Fragata Libertad desentona. A un lado, tiene a un desvencijado pesquero ghanés que saca de sus redes atunes; del otro, un buque de logística de bandera estadounidense. ¿Tendrá que ver con la ofensiva de los fondos buitre que lograron en Ghana un fallo judicial que ha creado uno de los peores escándalos políticos para el gobierno de Cristina Kirchner, pero del cual aquí la gente de la calle ni se ha enterado?
Al lado de la planchada, debajo de una sombrilla blanca, un cabo hace guardia, vestido de impecable uniforme. Enseguida sube a avisar a sus superiores de la llegada de la periodista. "Lo siento, pero sin una invitación del Estado General de la Armada no podemos hacerla subir", se excusa un comandante de guardia, gentil, pero inflexible. Ni los miles de kilómetros recorridos ni la cantidad de vacunas que hubo que darse para entrar a Ghana -que sólo otorga visa con un certificado de vacunación contra la fiebre amarilla- logran convencer al comandante de un cambio de opinión. "Le agradecemos el interés; sólo puedo decirle que estamos bien y que las actividades del buque siguen su ritmo normal", agrega.
En ese momento, bajan de la nave una docena de marinos vestidos de civil, de bermudas y remera, con mochila al hombro. Uno tiene camiseta de Boca y pelota de fútbol; también hay una chica de shorts, con el pelo mojado, recién lavado, que ante una pregunta se limita a contestar que "está todo normal", con ojos que parecen decir otra cosa.
Mientras otro uniformado registra todo en una hoja, los tripulantes se suben a dos combis que los esperan en el muelle. "Terminadas las actividades de rutina del día del buque -administrativas, de mantenimiento y de limpieza-, somos libres y hacemos distintas actividades o excursiones: algunos se van a una pileta o a la playa, otros se van a hacer deportes a un centro polideportivo, a trotar o a jugar al fútbol", cuenta un cabo que, como la mayoría, pinta un cuadro muy rosado, totalmente distinto del que plantearía horas más tarde Timerman, que advirtió que se estaban poniendo en riesgo los derechos humanos de los 326 tripulantes que se encuentran a bordo de la nave.
"Acá en frente tenemos el estadio Juan Domingo Perón, donde jugamos a las tardes picados de fútbol, como se vio en unas fotos que salieron en los diarios allá", detalla otro marino, riendo, señalando la explanada del muelle. "Tratamos de hacer deporte para pasar el tiempo... Ésta no es una zona muy turística, en comparación con otros puertos, es bastante particular porque nos queda todo muy alejado, pese a que nos ponen el transporte", dice un colega menos entusiasta.
Todos coinciden en que están tranquilos, que comen bien -el rancho es de comida argentina, hecha por cocineros argentinos-, que dentro del buque no hace calor porque hay aire acondicionado y que se comunican a diario con sus familias.
Hablar de fondos buitre, de la feroz interna que ha sacado a flote esta crisis entre Cancillería y Defensa, o de la existencia de un supuesto plan de escape, es imposible. "No estamos al tanto, de eso ustedes nos informan a nosotros... Y si había un plan de escape, yo ni me enteré", dice un tripulante, que cuenta que el vicecanciller, Eduardo Zuain, y el viceministro de Defensa, Alfredo Forti, que estuvieron aquí de misión la semana pasada, fueron a saludarlos. "Estuvimos en formación cuando vinieron, pero no tuvimos comunicación con ellos."
El miedo a hablar con la prensa es evidente. "No nos privan de hablar, pero es complicado decir algo, que se puede distorsionar... Siempre hay un teléfono descompuesto", se excusa un cabo salteño. Otro jujeño -los del Norte son mayoría en la nave- habla de la oleada de bajas que hubo en la Armada debido al escándalo: "Nos afectó, sí". "Se hizo navegación con ellos de Mar del Plata a Buenos Aires y antes de empezar el viaje subieron todos ellos", cuenta, sin nombrar ni al entonces jefe de la Armada, almirante Carlos Paz; ni al secretario general de la fuerza, Luis María González Day, y el director general de Organización, comodoro Alfredo Blanco.
¿Cómo está la moral? "Bien. Personalmente yo estoy anímica y físicamente diez puntos. Todos hablamos y estamos en contacto con los familiares, por teléfono o por Internet, y eso ayuda", dice un cabo, optimista.
El sol pega fuerte, la humedad mata y es necesario tomar agua seguido. ¿Tiene esperanzas en las gestiones que se están haciendo? "Sí, en todo momento. Es verdad, acá nos íbamos a quedar cuatro días y van 18, pero a mí no me molesta, salgo todos los días, hago ejercicios, estoy bien, no me aburro y tampoco estoy desesperado por irme", asegura. "Trato de evitar las noticias e informarme a bordo", agrega.
"Nosotros tenemos que seguir haciendo nuestro deber", apunta otro marino, que no se imagina que horas más tarde el canciller Timerman ordenará su evacuación y la del resto de los más de 300 tripulantes de la Fragata.
"No estamos secuestrados -reitera-, sino que estamos a disposición, esperando la orden de zarpar."

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