La presidente Cristina Fernández en acto
en Las Heras, provincia de Santa Cruz, entre las ya clásicas, repetitivas y
cansadores ponderaciones a su difunto marido y críticas al actual gobernador de
Santa Cruz, se dirigió a una persona del público, en su habitual estilo coloquial,
haciendo algunas referencias a la construcción de la terminal de ómnibus.
Entre
otras cosas expresó: “el contrato será
licitado y ejecutado por la municipalidad pero con un control total". "Nadie va a robar nada, porque vamos a controlar todo, quédate tranquila".
Esta
aseveración de la mandataria parece casi
una burla. Cristina Fernández ya ha perdido totalmente la credibilidad de
lo que expresa o anuncia. Simplemente hay que recordar los emprendimientos y
obras cosas que anunció y que quedaron únicamente en anuncios o realizadas a medias.
Todos
los argentinos conocemos su engañosa grandilocuencia de sus fantasiosos e
irreales “relatos”
La
presidente ya entró en la Historia Negra
del país por su tendencia a
manipular, falsear y mentir en la mayoría de sus discursos y anuncios.
Pero
en este caso su verborragia es
doblemente cínica e hipócrita. Ensalzar a su difunto marido justamente en
esa provincia en donde su gestión es tan fuertemente cuestionada no solo por
sus métodos autoritarios y nada democráticos, sino por la maraña de infinidad
puntas de hilo que van surgiendo y que
indicarían una verdadera y escandalosa
red de corrupción imperante en esa provincia y que luego se “nacionalizó”
cuando asumió la primera magistratura.
Por
otra parte, no se entiende como la presidente tiene el coraje y tupé de decirle
a la ciudadana de referencia, “… con un control total". "Nadie va a robar nada, porque vamos a controlar todo”.
Como
creerle justamente a ella, que
desarticuló, anuló o invalidó todos los mecanismos de control y supervisión
institucional que contempla nuestra Constitución Nacional y nuestras leyes
y que precisamente en estos mismos momentos, busca domesticar, disciplinar y subordinar al Poder Judicial, que es el que
debe controlar y limitar los excesos del Poder del cual ella es la titular.
Con
todo respeto, la presidente debería pensar un poco más lo que va a expresar
para evitar que su boca y lengua escapen a su control intelectual.
O
ella desvaría sin pensar lo que expresa, en ese caso sería una demente, una
verdadera enferma, o tiene tan poco respeto y tanto menosprecio para con los
ciudadanos, creyéndolos “discapacitados mentales” incapaces de procesar y analizar lo
que ella transmite.
En
este último caso también sería una enferma.
Conclusión: en los
dos casos Cristina es, o una enferma o
una demente.
01- May-13 Dr. ALFREDO RAÚL WEINSTABL
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