Entre los oficiales objetan el uso de los derechos humanos y
la excesiva politización
César Milani, Agustín Rossi y Cristina Kirchner.
Foto:
Archivo / Marcelo Gómez / LA NACION
Un malestar por partida doble se percibía ayer en fuentes
castrenses, ante las denuncias que salpican al general César Milani, que al
asumir como jefe del Ejército proclamó el alineamiento de las Fuerzas Armadas
con el proyecto político del Gobierno.
A la inquietud por la "alevosía
con que el Gobierno utiliza el tema de los derechos humanos",
transmitida en esos términos por fuentes castrenses, se suma la preocupación
por "embanderar" a todas
las Fuerzas Armadas con una corriente política.
"El Ejército está
para defender la patria y la Constitución", confió ayer una fuente
militar a LA NACION. Si bien se interpreta que esa premisa rige ante los
gobiernos de cualquier signo político, a la mayoría de los uniformados les
cuesta comprender el alineamiento con un gobierno que confrontó con las Fuerzas
Armadas y le retaceó recursos.
"Cuando les
conviene, los cabos, los subtenientes y las jerarquías más bajas en los tiempos
de la lucha contra la subversión eran grandes depredadores. Ahora, para
favorecer a Milani, parece que eran simples subalternos", observó ayer
un oficial retirado, al poner en evidencia dos criterios contrapuestos.
Si bien nadie pone en juego los principios de la
verticalidad y la subordinación, en las fuerzas no se disimula el contraste
entre la responsabilidad atribuida a los "oficiales
jóvenes" que se desempeñaron en los cruentos años 70, a pesar de que
tenían las más bajas jerarquías, y el criterio que el Gobierno aplica con
Milani, a quien exime de toda responsabilidad, aunque su actuación reviste
contextos y circunstancias similares.
"De los 1680
oficiales y suboficiales de todas las Fuerzas Armadas, de seguridad y
policiales que pasaron por distintas situaciones procesales, sólo 74 eran
generales. Más del 70% tenían jerarquías subalternas", confió una
fuente castrense. En ese sentido, advierten que Milani sorteó los
requerimientos judiciales que debieron transitar muchos efectivos de su generación.
"Milani encarna el espíritu de la
inteligencia militar. En muchos aspectos, actuó como Astiz: era un teniente que
cumplía órdenes", deslizó con ironía una fuente.
Por su posterior actuación en la especialidad de
inteligencia y su carrera en ascenso a partir de la llegada de Nilda Garré al
Ministerio de Defensa, fuentes castrenses le atribuyen a Milani un grado de
influencia en la confección de las listas de ascensos y promociones militares.
En las propias fuerzas recuerdan que tanto en la Armada como
en el Ejército, durante la gestión de Garré -no tanto en la de su sucesor,
Arturo Puricelli- se aplicó la política de la "portación de apellido", para impedir el ascenso y
promover el retiro de oficiales que tenían un parentesco con militares que
actuaron durante los años de la guerra sucia. "Por la portación de apellido vieron truncadas sus carreras muy
buenos oficiales, sin ninguna justificación", reveló un oficial
retirado.
La segunda preocupación que en voz baja transmiten las
fuentes castrenses es la politización. Con la mirada en Venezuela, muchos miran
con desgano la probable intención de trasladar el "modelo chavista" a las Fuerzas Armadas argentinas.
"El Ejército
siempre estuvo comprometido con la comunidad. La idea de ayudar a la gente ante
los desastres naturales y las emergencias no la inventaron los Kirchner. Fue
siempre una de las tantas misiones subsidiarias de las Fuerzas Armadas",
confió otro observador militar.
De todos modos, sobrevuela desde hace varias semanas, entre
varios oficiales, la imagen del Operativo Dorrego, cuando en los años 70 los
militares trabajaron codo a codo en la provincia de Buenos Aires con los
Montoneros. La organización peronista no había pasado a la clandestinidad y
compartía las tareas y hasta los uniformes de fajina con los militares, que
luego los combatieron.
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