Queridos amigos:
El 9 de Julio, mientras la señora presidente desnaturalizaba
una vez más el festejo de una fiesta patria transformándolo en un acto político
y una tribuna de agravio público a la
justicia, los medios, los empresarios,
el campo y tantos más, todo a cargo del
Estado que paga la cuenta con nuestros fondos tributarios, el resto de los
contendientes opositores tratamos de que nuestras limitadas voces pudieran ser escuchadas.
En mi caso, en esa misma tarde compartí una austera rueda de
prensa, regada con pastelitos y chocolate bien criollo, con Gerónimo Venegas,
el primer candidato de nuestra lista de UNIÓN CON FE en la Provincia de Buenos
Aires. Aunque los políticos
tradicionales suelen mantener al personal de origen militar bien alejado de los
lugares visibles de sus listas (no obstante lo cual están siempre ávidos de
conseguir el numeroso voto de la familia militar) no solo estoy situado en un
expectante cuarto lugar sino que se me acercó el micrófono y pude expresar sin
condicionamientos mi pensamiento, incluyendo mi convicción de que los juicios a
los militares ya se han alejado de toda pretensión de justicia para instalarse
en el campo de la persecución y la venganza, entre otros conceptos que hacen a
la construcción y el futuro nacional.
Cierto es que los medios presentes no registraron estas frases
y que una candidata manifestó un punto de vista diferente, pero eso no hizo más que valorizar
el ambiente de apertura intelectual y voluntad de debate que existe en el
espacio. Venegas tiene, respecto de
otros candidatos de la oposición, la enorme ventaja de que no ha tenido que
cambiar su discurso, férreamente opositor y claramente condenatorio a las
prácticas corruptas del actual gobierno que ya pretendió acallarlo y
encarcelarlo. Es quizás uno de los pocos
candidatos que dispone de un margen de credibilidad, en medio de una sociedad y
una dirigencia política en que ese valor está en crisis.
El lunes de esta misma semana Sergio Massa, el candidato que
encabeza las encuestas en la Provincia de Buenos Aires, tuvo que prometer que
cada integrante de su lista firmaría el
sábado en Mar del Plata, ante escribano
público, su renuncia al cargo de diputado si habilitara el tratamiento de la
reforma constitucional o de la reelección indefinida. Esta actitud evidencia
que el actual Intendente de Tigre percibe el grado de desconfianza del
electorado hacia su verdadera intención política y su calidad de opositor
sincero. De todos modos las dudas persisten y cabe acotar que finalmente la
mencionada promesa de firma no se concretó en la fecha anunciada.
En lo que respecta al gobierno, la crisis de credibilidad ya
no tiene remedio a punto tal que todo su
discurso tiene un tono casi de parodia de lo que se entiende por un mensaje político serio. La presidente abusa
de la vulgaridad en el lenguaje diciendo a los empresarios que ahora “juntarán
la plata con cuchara sopera” en vez de “hacerlo con pala”, se olvida de su rol
institucional al pedir que no le hablen de inseguridad si antes
no le hablan de reforma judicial y salpica de comentarios desaforados
tanto a sus supuestos enemigos internos como externos.
En el lapso de cinco
días y en situaciones tan dispares como una entrega de computadoras
portátiles en Pilar, la distribución de
fondos a intendentes afines de la primera sección electoral o la apertura de
Tecnópolis, la presidente mostró y mencionó a su primer candidato en la
Provincia de Buenos Aires quien, como Intendente de Lomas de Zamora, nada tenía
que ver con los hechos que motivaban la reunión. Dado que dos de esos actos
fueron incluso anteriores a la fecha de inicio de campaña, el abuso de los
medios del Estado y la ignorancia de las limitaciones que impone la ley
electoral han pasado a ser tan frecuentes y desembozados que ya ni siquiera se
levantan las voces que deberían señalarlo y más aún, punirlo. Como a pesar de
toda esta discrecionalidad, el hartazgo del electorado puede llevar al gobierno
a la derrota, nos queda la preocupación adicional de que estas prácticas
inaceptables no sienten un indeseado precedente a futuro.
Fuera del ámbito de la política pero sin ignorar sus
tiempos, la justicia ha comenzado lentamente a tratar de recuperar su olvidada
credibilidad. Luego del firme fallo de la Corte contra las reforma al Consejo
de la Magistratura, en la semana que pasó se registró el paso del Secretario de
Comercio Guillermo Moreno por tribunales, para comenzar a explicar uno de
sus muchos abusos de autoridad (la multa
a las consultoras que medían inflación)
y el resonante pedido de captura al ex Secretario de Transporte Ricardo
Jaime, acusado de malversación. El
número de denuncias por hechos de corrupción es muy alto y aunque nada puede
afirmarse hasta que la justicia se haya decidido a actuar seriamente sobre
ellas, la ostentación harto visible de riqueza
y la velocidad con que se han generado e incrementado las fortunas
declaradas, llevan a pensar que los juicios fluirán en cascada cuando se
debilite la protección que da el poder a los funcionarios y a sus empresarios
afines. En una república sana y digna, la persecución de la corrupción no
debería estar ligada a los avatares políticos. Evidentemente estamos lejos de esa condición y así lo percibe nuestra sociedad, que en la
encuesta realizada por Transparencia Internacional ha opinado con un abrumador
72 por ciento que la corrupción en la Argentina ha aumentado en los últimos dos
años, lo que nos ubica en un vergonzoso primer lugar entre nuestros pares de
América.
En el ámbito económico, la credibilidad se ha perdido hace
ya tiempo, tanto en el frente interno como en el externo. Cada vez que se
enuncia el índice de precios del INDEC, que esta vez resultó menos de la mitad
del medido por las consultoras privadas, y que es presentado al público
por el Congreso para protegerlas de
sanciones, es una nueva cachetada para la credibilidad de nuestro país y para
el sentido común del ciudadano. Ni qué hablar de las burdas maniobras como
vender el diez por ciento del pan producido a un valor de 10 pesos o mantener 500 productos por debajo de su
valor de mercado para tener una referencia que permita justificar los
índices oficiales. El gobierno solo se
engaña a sí mismo pero lo hace a un costo cada vez mayor.
Por su parte, los gremialistas se dejan engañar cada vez
menos y han unido quejas bajo la bandera
de la oposición al desorbitado impuesto a las ganancias, que a fuerza de mantener desactualizado el
mínimo no imponible se ha transformado en el más crudo impuesto al trabajo y al
esfuerzo laboral, en beneficio de una ineficaz burocracia estatal que brinda
malos servicios y pierde sus fondos en subsidios mal distribuidos y peor administrados. El
líder de los camioneros, Hugo Moyano, no solo encabezó un paro nacional de su
gremio por esa causa sino que con la misma lógica con que en el año 2011, incursionando
en la política partidaria, pidió el voto para el gobierno ahora pidió lo
contrario.
No es fácil para el gobierno contemplar cómo cada día un
viejo aliado se aparta y un servil subordinado se rebela. A fuerza de repartir
dinero devaluado y de vaciar cajas, aun consigue retener una considerable masa
de intendentes y gobernadores pero con una merma visible respecto de sus épocas
de esplendor. Sorprende la presidente en Santa Cruz diciendo que se siente
vieja y cansada y que hay que dejar el lugar
a los jóvenes. También parece aceptar que el gobernador Urribarri
exprese su voluntad de ser designado sucesor
o que Daniel Scioli, luego de una inesperada declaración de fidelidad al
modelo, vuelva a expresar su vocación
presidencial. Pero en el fondo nadie cree
en la sinceridad de estas expresiones presidenciales que suenan a una
desesperada táctica política diseñada para tratar de conmover, seducir y
engañar una vez más a un electorado que ya parece haber aprendido la lección.
De todas las crisis políticas que nos afectan quizás la más profunda sea la
de credibilidad porque sin un mínimo de confianza en la palabra, las promesas y
los datos oficiales, la vida en una comunidad organizada se torna casi imposible.
Con mucha sorna y picardía me decía un periodista y amigo que la mejor forma de
promocionar hoy a un político era usando una fórmula que se usa en los avisos
de venta de autos, cuando se agrega como factor de confianza la frase “nunca
taxi”. Nosotros tenemos que decir “candidatos nunca K” y los electores
seguramente premiarán esta rara cualidad de haber mantenido la integridad y con
ella la credibilidad.
No estoy seguro de que la fórmula de mi amigo funcione pero
tengo la convicción de que si obramos conforme a nuestras promesas, nuestros principios
y nuestros valores tarde o temprano tendremos el premio de poder volcar nuestra
vocación de servicio a disposición de la
comunidad.
Un abrazo para todos.
Juan Carlos Neves, Presidente de Nueva Unión Ciudadana
Twitter
@JuanCarlosNeves
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.
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