Hoy se cumplen 40
años de la muerte del ingeniero José
María Paz. Era presidente de la Compañía Azucarera Concepción, entre otras
funciones que desempeñaba. Desde ese cargo logró la unión de todos los ingenios
del Noroeste, tarea impensable hasta su tiempo. Él fue víctima de un intento de
secuestro por un numeroso grupo de guerrilleros montoneros. Se vivía en el país un terrible caos
político, social y económico y estos grupos de guerrilla secuestraban y
asesinaban personas, para cobrar recompensas y con ellas poder adquirir armas
para la guerra que comenzaba. Querían crear una zona liberada en todo el
Noroeste argentino. O sea, quitarnos
parte de nuestra Patria... Hoy se niega que todo eso existió. Era el
gobierno de María Estela de Perón,
elegida en democracia. Paz decía que
no se entregaría, pues de nuestra familia no saldría dinero para alimentar
aquella guerra. Vivimos tiempos muy feos, muy amenazados, él y toda la familia.
Alguien muy cercano lo entregó a los
terroristas. Así, al salir del aeropuerto subió a un taxi, donde a pocos
metros lo esperaba una camioneta con un cajón de madera para encerrarlo. Cuando
trataron de bajarlo de su auto, vio lo que ocurría y valientemente pudo
desprenderse de las personas que lo atacaban. Allí la gente comenzó a darse
cuenta de lo que estaba sucediendo, se oyó un disparo y cayó al suelo
haciéndose el muerto, pero ellos antes de huir le disparan a quemarropa, por si
de casualidad vivía. Huyeron con su plan frustrado. Y él gravemente herido,
tirado, con frío, completamente solo. Después
de 20 días de una terrible agonía, muere... Muere dejando claro el perdón,
sabiendo quiénes eran sus asesinos y pidiendo que se encontraran las palabras
para las soluciones del país que tanto amaba. Nunca las armas, decía, nunca las
armas. En esos días el ERP secuestra
al coronel Larrabure, a quien
durante un año torturaron y luego asesinaron. Ese fin de año se produjo el
ataque en el que asesinaron al capitán
Viola y a su hijita. Todo esto y mucho más para informarse de cómo actuaban
ellos, grupos de jóvenes idealistas, y pedir también Justicia, verdad y memoria
para todas las víctimas. Quisiera con esto hacer recordar a los de mi
generación y que los jóvenes conozcan
parte de la historia que nadie quiere mencionar. Así, pido una oración por
todos los que sufrieron, hoy olvidados, y que dejaron heridas incurables en sus
familias. No usamos pañuelos blancos,
porque en nosotros el corazón es celeste y blanco; y en silencio llevamos
tanto dolor, a la espera de que dichos ataques sean declarados “delito de lesa
humanidad”, por una justicia igualitaria. Así, querido papá, quería rendirte
junto a los míos un homenaje, que creo lo merecés, vos y muchísimos más que
derramaron su sangre por esta pobre Argentina.
Eugenia
Paz
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